sábado, 1 de agosto de 2015

PERÚ: La herencia velasquista

Esta semana quisiera referirme a la patética situación que vive la izquierda de este país que, a diferencia de sus pares latinoamericanos - muchos de los cuales incluso están al frente de gobiernos progresistas como en Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Uruguay – en el Perú no ocurre lo mismo, ya que debido a las ambiciones políticas, incapacidad, egoísmo y falta de visión de sus eternos dirigentes, quienes en vez de sumar fuerzas dejando de lado el caudillismo que prima entre ellos, van cada uno por su lado creando agrupaciones fantasmales que a nadie representan, dispersando los votos a la hora de las elecciones, haciéndole el juego a una derecha que no necesita combatirlos, porque esos grupúsculos “izquierdistas” de múltiples siglas se fagocitan entre ellos mismos. Si hubo un momento en el cual lograron reagruparse fue en los años 80, creando Izquierda Unida y según me contaron, no les fue mal, llegando incluso a convertirse en la primera fuerza política al ganar la alcaldía de Lima y ser la alternativa al gobierno aprista, luego del desastre que represento el belaundismo (integrado por dos viejas, corruptas y desgastadas agrupaciones de derecha como AP y el PPC) pero no lograron capitalizar ese apoyo ciudadano que tenían y debido a las feroces peleas internas surgidas entre las diversas corrientes que lo conformaban para lograr el control del movimiento  – así como por la denominada “crisis del socialismo”, que propicio el derrocamiento de las dictaduras comunistas en Rusia y Europa Oriental, quedándose no solo sin referentes ideológicos, sino también sin nadie que los financiara económicamente - acabo con ese experimento desapareciendo al poco tiempo de la escena política, Esa vocación autodestructiva no es nueva en el Perú ya que siempre se han opuesto a quienes según ellos pretendían apoderarse “de sus banderas de lucha”. Lo hicieron antes con Velasco y ahora con Humala, cuando debieron apoyarlos y no convertirse en los tontos útiles de una derecha que los utiliza como carne de cañón para defender sus intereses, que no son precisamente la de las grandes mayorías, a los cuales dicen “representar”. Precisamente La República publicó recientemente un artículo escrito por Antonio Zapata que se refiere al tema y debido a su interés he decidido reproducirlo entrecomillado claro esta ¿vale?: “Uno de los problemas políticos de las izquierdas en el Perú es no haber procesado la herencia del gobierno del General Velasco Alvarado, quien cuando instauro el Gobierno Revolucionario en 1968, buena parte de la izquierda - en un acto suicida y haciéndole el juego a esa derecha expulsada a patadas del poder - estuvo en su contra, calificándolo como reformista o incluso fascista. Ahora bien, pasados los años, el íntegro del pensamiento izquierdista ha aceptado finalmente a Velasco, tratando de reconciliarse póstumamente con su obra revolucionaria, el cual por cierto a pesar de los años transcurridos, aun es vista con horror por una derecha retrograda y cavernaria, quien lo anatemizó porque se atrevió a tocar la “sagrada propiedad privada” (?). Velasco tuvo poderosas razones para ello, el Perú oligárquico era insoportable, incluso peor que el país neoliberal de nuestros días. La discriminación era muy cruda y el ascenso social estaba interrumpido. La elite era cerrada y se sentía “blanca” y civilizada mirando con desprecio al 99 por ciento de sus compatriotas, a pesar de ser tan indios como ellos ¿A que no se ven el color de la piel?  Mientras que ahora se ha ampliado las clases medias, ha reaparecido la oligarquía, pero licuada, precisamente por las reformas de Velasco. En la cúpula social, aunque algunos llevan el mismo apellido de antaño, en realidad representan una fase más avanzada del capitalismo. A mediados de los años sesenta, los agudos problemas sociales reclamaban con urgencia una reforma, para la cual existía consenso nacional. Los peruanos de ese entonces coincidían en reclamar una reforma agraria y la nacionalización del petróleo. Pero el gobierno de Belaunde se negó a hacerlo y terminó en un rotundo fracaso, extraviando la posibilidad de hacer las reformas en democracia. Luego llegó Velasco dirigiendo un régimen militar que procedió a estatizar todo lo que creyó necesario, imponiendo un estilo vertical. Ello origino no solo el rechazo de la oligarquía al ser desposeídos de aquello que ilegalmente controlaban, sino insólitamente también de ciertos sectores de la “izquierda” quienes se quedaron sin argumentos, repudiando en bloque dichas medidas revolucionarias, guiados por su ceguera política, de la cual se arrepintieron luego, cuando ya era tarde para hacerlo. Así, con el pasar de los años, recuperaron su memoria, insistiendo en reclamar reformas sociales contra la injusticia y discriminación. Comparten su ideal de un estado poderoso que posea empresas estratégicas y regule el negocio de todas las demás, instaurando una nueva política económica que beneficie a las grandes mayorías, dejando de lado al neoliberalismo que impera hoy en día. Sin embargo, hay que reconocer que ese modelo estatista no funcionó como se esperaba, ya que fracasó debido no sólo al mal manejo de las empresas públicas , sino también a que abarco de una manera compulsiva todos los sectores de la producción, cuando debió centrarse en lo mas importante. Es una lección que por lo visto los “izquierdistas” de hoy no han aprendido e insisten ciegamente en querer volver a aplicarla, a pesar de los riesgos que ello conlleva. Es por ese motivo que la herencia velasquista en su conjunto que esas agrupaciones postulan, no ayuda en estas circunstancias, debido al mal recuerdo que dejó. Si quieren tener algún éxito, se debe cambiar de discurso, antes que insistir en reformar al Estado para dotarlo de mayores atributos” puntualiza la nota. Venga ya, no cabe duda que ad portas de unas nuevas elecciones, las chances electorales de una fragmentada “izquierda” peruana son, a estas alturas del partido, mínimas por no decir nulas. Si bien están esperanzados en la existencia de amplios sectores del electorado que no votarían por Keiko, Alan y Toledo, el reto sería representarlos políticamente, para lo cual todo pasaría por constituir una opción realmente progresista e ideas renovadas que intente representar con éxito esas demandas de cambio y de lucha contra la corrupción al que aspira un sector importante de la población. Pero viendo hoy en día el divisionismo imperante en sus filas, el escenario para ellos es sumamente difícil, dejando el camino libre a un “outsider” que recoja sus banderas y las utilice políticamente para llegar al poder, aunque luego se olvide de ellas. Así lo hizo Fujimori. Así lo hizo Humala ¿Quién será el siguiente? ¿Kuczynski? Lo que faltaba :(