Las maravillas de Amazonas (región ubicada en el norte del Perú) nunca dejan de sorprender a los visitantes extranjeros. Además de la famosa catarata de Gocta o la conocida fortaleza de Kuélap, este lugar ofrece experiencias que vale la pena conocer. Una de ellas es una visita a los sarcófagos de Karajía, a 51 km al noreste de la ciudad de Chachapoyas. Para poder apreciar este conjunto de enigmáticos sarcófagos que alcanzan los 2.50 metros de alto, hay que dirigirse hasta la provincia de Luya, en Amazonas. Las tumbas prehispánicas, pertenecientes a la cultura Chachapoyas, tienen más de 1000 años de antigüedad, y han podido conservarse con el tiempo al encontrarse situadas en un acantilado de difícil acceso. Fueron encontrados en el barranco de Karajía en 1985 por el arqueólogo Federico Kauffmann Doig. La costumbre de los chachapoyas de usar sarcófagos para enterrar a sus muertos - ataúdes cuya forma sigue el contorno de la figura humana - fue mencionada en el Mercurio Peruano en 1791. Esto llamó el interés de Louis Langlois (1939) y de los arqueólogos Henry y Paule Reichlen (1950). Sin embargo, esta particularidad de funeraria recibió poca atención de los estudiosos. Una expedición conducida por Federico Kauffmann Doig, en 1985, logró localizar, en el sitio de Karajía, el más importante grupo de sarcófagos hasta entonces conocido, el cual permanecía intacto. Gracias al apoyo prestado por miembros del Club Andino Peruano, a los arqueólogos les fue posible escalar 24,00 metros de pared rocosa vertical y acceder a la gruta donde están emplazados los sarcófagos, que se encontraba más de 200,00 metros del fondo de la quebrada. Constituido por siete sarcófagos, otro grupo se derrumbó probablemente durante el sismo de 1928, desapareciendo en el abismo. Como quiera que los sarcófagos están lateralmente unidos unos a otros, el que se desplomó abrió forados en los costados de los contiguos. Este hecho permitió reconocer en detalle el contenido de estos sarcófagos y determinar el de los restantes, que de esta manera no tuvieron que ser violentados y permanecen intactos. En el interior del sarcófago abierto se encontraba una momia, sentada sobre un pellejo y envuelta en telas mortuorias. Objetos de cerámica y ofrendas diversas acompañaban al difunto. La datación obtenida por radiocarbono al analizar los restos orgánicos, ofreció la fecha de 1460 d. C. Roedores y aves de rapiña habían alterado el contexto del entierro. El otro sarcófago estaba vacío por haber sido carcomido y retiradas del lugar la momia y sus pertenencias. Los sarcófagos están conformados por grandes cápsulas antropomorfas hechas de arcilla mezclada con ramas pequeñas y piedras, aplicada sobre una estructura de cañas o ramas. Sólo la cabeza y parte del pecho son compactos. Tanto cuerpo como cabeza están decorados con pintura roja de dos tonos, aplicada sobre una base blanca. Se considera que estos sarcófagos son evocaciones de la forma típica del fardo funerario costeño y cordillerano correspondiente al período Huari. En efecto, en uno como en otro caso, la forma antropomorfa ha sido dada sólo en cuanto al contorno del cuerpo humano, sin que se evidencien las formas correspondientes a las extremidades. Hay que remarcar que la cabeza del sarcófago ha recibido tratamiento escultórico, y que el rostro es el resultado de copias en arcilla de máscaras funerarias originalmente hechas de una tabla recortada en forma de media luna para representar la mandíbula. Existen sarcófagos en otros lugares de la región (Solmal, Yambata, Chipurik, Lic y Tingorbamba) pero estos son los mejor conservados y los más conocidos. Por ser un extraordinario patrimonio, el mismo Banco Central de Reserva del Perú emitió la moneda de un sol en el que se muestra, uno de los sarcófagos de Karajía - del que nos ocupamos en su oportunidad - rindiendo así un homenaje a la cultura Chachapoyas :)