sábado, 9 de noviembre de 2019
CHILE: Tiempo de Revolución
¿Os habéis dado cuenta que la inmensa mayoría de medios de comunicación han decidido invisibilizar las multitudinarias protestas en Chile reduciéndolo a escasos segundos en los telediarios o convirtiéndolo en un pie de pagina de sus medios impresos, intentando ilusamente así de ocultar la cruda realidad que se vive en el país austral como consecuencia del modelo neoliberal que lo ha conducido al abismo? Es obvio que lo hacen porque va en contra de los intereses de quienes los manejan, pero para su desconsuelo, las movilizaciones están más vivas y fuertes que nunca, ya que todo parece indicar que es el inicio de una revolución. En efecto, las ciudades chilenas vivieron otra semana mas de protestas contra la inhumana política económica instaurada a sangre y fuego por Pinochet tras el incruento golpe de Estado en 1973, que bajo su falsa fachada de ‘prosperidad’ era presentado en el exterior como “un dechado de estabilidad y desarrollo digno de imitar” mientras a su vez se ocultaban los múltiples abusos cometidos por los grandes grupos de poder. Sin embargo, a partir del 18 de octubre bajo el grito de “Chile despertó” la hasta entonces apacible ‘democracia representativa del Cono Sur’ ha sido sacudida por una oleada de irritación de millones de ciudadanos, detonada por la decisión gubernamental de incrementar el precio del pasaje del Metro, y desde entonces no ha amainado. El gobierno del pinochetista Sebastián Piñera - cuyo índice de aprobación cayó el fin de semana a niveles históricos - intentó contener las protestas por medio de una represión brutal, que fue como echar gasolina al fuego: 25 muertos, 5000 heridos, 7000 detenidos e incontables ‘desaparecidos’ sometidos a brutales torturas y violaciones sexuales por parte del ejercito y carabineros quienes se ensañaron bestialmente con sus victimas, sabiendo que sus delitos quedaran impunes, como en la época de la dictadura. Una semana más tarde, Piñera - tomando por idiotas a los chilenos - hizo cambios cosméticos en su gabinete creyendo que así solucionaría los problemas y posteriormente pidió ‘perdón’ a una sociedad vejada y agraviada anunciando un paquete de ridículas ‘concesiones’ económicas y administrativas. Ambas medidas resultaron a todas luces insuficientes para apaciguar a una enardecida población cuya exigencia va mucho más allá: reclama, ni más ni menos, el cambio del modelo económico culpable de sus desgracias y una nueva constitución, así como su salida inmediata de La Moneda para ser juzgado por Crímenes de Lesa Humanidad. Es claro que en tales circunstancias Piñera carece de la fuerza política y hasta de la capacidad mental para imaginar una salida pacífica a la crisis, negándose a renunciar al cargo, lo que solo agravará la situación. Con el país en llamas, no encontró más solución que disputar las calles al movimiento social mediante una violencia represiva e indiscriminada que recuerda las atrocidades cometidas por las fuerzas públicas en tiempos de la dictadura militar. El resto de las instituciones, empezando por el Legislativo y los partidos sean los de ‘izquierda’ o de derecha, acusan una parálisis semejante al estar completamente deslegitimadas y no logran ni siquiera vislumbrar una forma de dar cauce a la inconformidad social. Y es que no son sólo la desigualdad brutal, la carestía, la privatización de todo lo imaginable y la falta de movilidad social los factores del hartazgo ciudadano, sino también la absoluta falta de representatividad de la formalidad política e institucional. En suma, la abrumadora mayoría de los chilenos clama por un cambio de rumbo para su país y un nuevo pacto social que permita dejar atrás el infame neoliberalismo. Como sabéis, Chile fue la primera nación en la que se aplicó ese dogma económico, por la simple razón de que los ciudadanos se encontraban postrados y atomizados por el terror de la dictadura pinochetista y no tenían manera de oponer resistencia. En el punto al que se ha llegado pasado 46 años, no existe ninguna solución fácil para volver a la gobernabilidad, ya que no se observa en el escenario chileno una autoridad capaz de convocar a un diálogo que genere consensos sobre el nuevo país que las mayorías desean. Si hay algo que no se puede ocultar en Chile es que la desigualdad sigue enquistada profundamente. Su clase media está tambaleándose con precios altos, sueldos bajos y un sistema privatizado de pensiones que deja a muchas personas mayores en una situación de amarga pobreza. Una serie de escándalos de corrupción y de evasión de impuestos han socavado la confianza en la élite política y corporativa del país. Según Cristóbal Rovira Kaltwasser, politólogo de la Universidad Diego Portales en Santiago, “esta es una crisis de legitimidad. Las personas han empezado a preguntarse: ‘¿por qué tenemos que pagar nosotros si los millonarios no están pagando lo que les corresponde?’ y al mismo tiempo, tenemos una clase política totalmente desconectada de la realidad”, añadió. Por su parte, Javiera López Layana, una estudiante de la Universidad de Chile y activista de 24 años que ayudó a organizar la protesta (el cual no tiene líderes visibles y la información se divulga mayormente a través de las redes sociales a la población) no podía ocultar su emoción. Ella nos contó que la mayoría de los voceros habían estado empleando el término “el pueblo” para describir a los chilenos. Para un extranjero, eso parece un detalle mínimo. Pero ese término, que en América Latina está asociado con la izquierda, ha sido tabú en Chile desde que López tiene memoria, por lo que su resurgimiento parece presagiar más cambios significativos. Como recordareis, el fin de la dictadura en 1990 llegó con una advertencia implícita: el régimen militar finalizaría, pero las políticas socialistas de Salvador Allende, el presidente de izquierda que Pinochet derrocó con un golpe de Estado, no regresarían. Los gobiernos posteriores mantuvieron cobardemente el sistema económico extremadamente laissez-faire impuesto en los años setenta y ochenta. Pero en la actualidad, el enojo público generalizado por la desigualdad y la precariedad económica que muchos chilenos ven como una consecuencia de ese sistema, significa que las medidas económicas conservadoras son más una amenaza a la estabilidad política que un medio para conseguirla. “No son 30 pesos, son 30 años”, es una de las consignas de las protestas, asevera López. Es una referencia a la propuesta del incremento de la tarifa del metro que inició la crisis y a las tres décadas que han pasado desde que finalizó el sangriento régimen militar. Existe un consenso general entre los manifestantes de que el país necesita profundas reformas estructurales. Reemplazar la constitución actual, establecida durante la dictadura, significaría también que Chile está saliendo de la sombra de las tres décadas del régimen asesino de Pinochet. “Cuando estamos endeudados y vivimos en la miseria y empobrecidos, no pensamos necesariamente en la constitución”, dijo López. “Pero al final, necesitamos hacer cambios. No tengo miedo a lo que me pueda pasar mas adelante, pero me da rabia esta situación” agrego, mientras sus ojos se humedecen de lágrimas. “Cada vez que voy a una protesta en plaza Italia o a la Alameda tengo que regresar aquí, y ver la misma porquería, la misma miseria que ha existido durante tantos gobiernos. Y nada ha cambiado en lo absoluto. Por ello no tenemos nada que perder e iremos con nuestras demandas hasta las ultimas consecuencias” aseveró. Por cierto, transcurren los días y la situación continua agravándose, mas aun con la decisión a todas luces suicida adoptada este jueves por Piñera de penalizar las protestas, dando carta libre a las “fuerzas del orden” para masacrar a la población, creyendo ilusamente que la explosión social que sacude Chile buscando la puerta de salida al infierno neoliberal que durante muchas décadas fue disfrazado de ‘paraíso’ podrá ser detenida de esa manera. Solo ha firmado su sentencia :)