martes, 21 de enero de 2020

PACHACÁMAC: Secretos del ídolo

Se dice que Pachacámac, (“creador de la Tierra”) era un dios capaz de predecir el futuro, el cual era venerado durante el Imperio Inca y tenia su santuario al sur de Lima. Cabe destacar que era de origen Wari - una civilización anterior a la de los Incas - y que a la conquista del lugar por estos últimos, dado que el ídolo ya era muy conocido, simplemente lo incorporaron a su panteón religioso, construyendo un Templo al Sol en el santuario, cuya adoración se complementaba con la de Pachacámac. Hacemos este preámbulo ya que una investigación dada a conocer esta semana indica que el ídolo - al menos, la copia que se conserva, de 2 mts. de altura y con caras en ambos lados de la escultura - era pintada y se han encontrado restos de colores al estudiarlo. En efecto, el amarillo, el rojo y el blanco son al menos tres colores con los que, entre el siglo VIII y IX, los Wari pintaron la estatua de madera que presidía el santuario. La policromía identificada sobre este icono de la arqueología peruana constituye hoy el único ejemplo identificado con tal variedad de colores. En el pasado, varios investigadores pensaron que la figura tenía un solo color y que estaba hecha de la misma madera (Pouteria lucuma) que el resto de las obras del santuario de Pachacámac, antiguo centro de devoción de 450 hectáreas ubicado a 30 kilómetros de Lima en la costa pacífica. La figura idolatrada desde hace más de 800 años sigue sin embargo unos patrones que se diferencian de los demás objetos. Sin embargo hay que hacer una salvedad para evitar mal entendidos. Durante la visita de Hernando Pizarro al santuario en 1533 - quien se encontraba de camino al Cuzco en busca del tesoro que el usurpador Atahualpa ofreció en Cajamarca a cambio de su vida tras ser capturado - creía que iba a encontrar oro y grandes riquezas en aquel templo tan famoso, pero se llevo una gran decepción. Mejor dejemos a los propios cronistas que nos cuenten como fue aquel encuentro ¿vale? : Según el propio Hernando Pizarro, quién escribió un relato de su visita a Pachacámac, señala su encuentro con el dios: “La cueva donde estaba el ídolo era muy oscura, que no se podía entrar a ella sin candela, y dentro muy sucia. Hice a todos los caciques de la comarca que me vinieron a ver entrar dentro para que perdiesen el miedo; y a falta de predicador, les hice mi sermón diciendo el engaño en que vivían.” (Hernando Pizarro, Carta a los magníficos señores oidores de la Real Audiencia de su Majestad, que residen en la ciudad de Santo Domingo, 1533); Francisco López de Xerez, secretario de Francisco Pizarro fue claro al indicar que existían varias copias de menor tamaño del ídolo de Pachacamac alrededor del recinto principal profanado por Hernando Pizarro. López de Xerez lo describió de la siguiente manera: “El estaba en una buena casa, bien pintada y bien ataviada en una sala muy oscura y hedionda, muy cerrada, era un ídolo hecho de palo muy sucio, y dicen que es su dios, el que los cría y sostiene y cría los mantenimientos. A los pies de él tenían ofrecidas algunas joyas de oro.[…] Por todas las calles de este pueblo, y a las puertas principales de él, y a la redonda de esta casa tienen muchos ídolos de menor tamaño al principal, y los adoran a imitación de su diablo". (Francisco López de Xerez. Verdadera relación de la conquista del Perú y provincia del Cuzco llamada la Nueva Castilla, 1534. Como podéis imaginar, este fue derribado a hachazos por los españoles, quienes arrastraron al ídolo caído fuera del recinto y lo quemaron al considerarlo un engaño, producto de la idolatría y de la misma forma se hizo con otros objetos sagrados que encontraron en el lugar. Uno de estos postes que era copia del original pudo salvarse de la destrucción al ser enterrado en las arenas de Pachacámac, lugar donde fue encontrado por Alberto Giesecke en 1938, durante los trabajos de investigación del templo y es el que se conserva en la actualidad. Precisamente, una nueva investigación ha descubierto que este ídolo presenta características novedosas e inesperadas. Lo que fue inicialmente interpretado como sangre ha resultado corresponder a restos de pintura que siguen ahí. “Es increíble. Podemos decir que es el único caso de policromía sobre madera en un objeto sagrado de tal relevancia y de los descubiertos hasta ahora”, afirma Marcela Sepúlveda, investigadora en el laboratorio de arqueología molecular y estructural de la Universidad de La Sorbona (LAMS) y principal autora del proyecto. “Esta práctica policroma fue más común en otros soportes como murales, metales o tejidos. Es escasamente conocido en iconos como estos”, asevera. La datación por radiocarbono también es un avance para el estudio del patrimonio peruano y ha permitido confirmar las hipótesis sobre su antigüedad. Para ello y realizar también su taxonomía, los arqueólogos han extraído una muestra de madera de un agujero de la parte inferior de la estatua. Por otro lado, las técnicas análisis utilizadas por los investigadores del CNRS (el Centro Nacional para la Investigación Científica francés), de la Universidad de la Sorbona y otras instituciones francesas constituye un aporte metodológico novedoso al no ser invasiva y destructora. Con un microscopio y varias técnicas de fluorescencia de rayos X identificaron, además del rojo, los pigmentos empleados en los dientes blancos de un personaje y los trazos amarillos de unos tocados. El blanco y el amarillo, unos colores también utilizados sobre los muros del Templo de Pachacámac, se producían con los pigmentos de minerales disponibles alrededor del lugar. Los pigmentos rojos vienen en parte del cinabrio, un mineral brillante que contiene un 85 % de mercurio y 15 % de azufre y se asocia al poder político y económico de quienes lo emplearon. “Nos sorprendió mucho encontrar este elemento ya que es un pigmento muy preciado y muy poco accesible, cuyo uso estuvo limitados a ciertos grupos de individuos”, comenta la experta. El cinabrio es poco común en la geología de los Andes y se encuentra a unos 380 kilómetros de Lima en la mina de Huancavelica. Antes de ello, el cinabrio se había encontrado en otros contextos arqueológicos en Pachacámac y sitios en Los Andes desde el año 1500 antes de Cristo, aproximadamente. Se empleó para decorar la madera, el metal y otras pinturas murales. Más tarde, durante la época de los incas se utilizó en ciertas ocasiones como pintura corporal por miembros de la élite y guerreros que querían parecer más terroríficos. En Pachacámac, este mineral ya se había observado en el interior de los textiles y sobre máscaras funerarias. Peter Eeckhout, profesor de arqueología precolombina en la Universidad Libre de Bruselas, asegura que los intercambios existen desde hace mucho tiempo entre las clases sociales más altas de diferentes localidades. "Es muy interesante que hayan utilizado cinabrio pero tampoco me extraña. Por ejemplo, nosotros ya hemos encontrado en Pachacámac plumas de pájaros provenientes de la Amazonia, es decir, de más de 1.000 kilómetros de distancia", relata. Para Eeckhout, cualquier descubrimiento sobre las prácticas artísticas de esta época son esenciales para entender el pasado porque hay pocos vestigios entre las manos de los arqueólogos. "El ídolo de Pachacámac es claramente excepcional y sus colores resplandecientes dan nueva información sobre el arte antiguo", concluyo. Por cierto, si la copia al cual se refiere tenia esas características, es de suponer que el original - y de mayor tamaño obviamente - también lo poseía :)