sábado, 21 de marzo de 2020

PERÚ: Estado de Emergencia

En una medida reclamada insistentemente por muchos especialistas ante el imparable avance de esta plaga apocalíptica por el mundo, el régimen vizcarrista reaccionó tardíamente el pasado domingo para intentar retrasar el avance en el Perú del temido Coronavirus (conocido oficialmente por la Organización Mundial de la Salud como COVID- 19) con una serie de medidas extremas, pero necesarias. En efecto, Martín Vizcarra anunció la publicación de un decreto supremo que declaro el estado de emergencia nacional por 15 días, decretando posteriormente el toque de queda de 8:00 de la noche a 5:00 de la mañana. Las medidas señaladas han sido particularmente severas incluso en el actual contexto global de pánico y restricciones. La disposición incluye el cierre total de las fronteras, la limitación del libre tránsito, el cierre de negocios (a excepción de los considerados esenciales) y el apoyo de las Fuerzas Armadas para garantizar la seguridad. Las personas debidamente identificadas con su DNI y el permiso de transito otorgado por la policía, solo podrán circular por la vía pública hasta las 8 de la noche únicamente para actividades básicas como comprar medicinas y alimentos, o asistir a personas en necesidad, para luego recluirse en sus casas, so pena de cárcel. En su alocución, Vizcarra reconoció que el aislamiento social obligatorio impuesto se trata de una medida extrema. Debido a la rareza de la situación y a la prisa que demandaba, el anuncio creo mucha incertidumbre sobre varios detalles de su aplicación, que con el correr de los días se ha ido explicando en los medios de comunicación. Sin embargo, sus consecuencias para la vida regular de los peruanos sin duda serán enormes, con costos sociales y económicos incalculables. No obstante, en vista del enorme riesgo que la expansión del virus puede suponer para el sistema de salud público y las vidas de cientos de miles de personas, la reacción extemporánea del gobierno fue lo menos que se pudo hacer, teniendo en cuenta lo que sucede en el resto del planeta, donde los muertos se cuentan por miles a diferencia de lo que ocurre en el Perú. Pero no hay que cantar victoria, porque el Cononavirus ya se encuentra en la etapa de contagio comunitario, el cual no puede ser rastreado, que lo hace más peligroso. Ante esta situación, las autoridades sanitarias debieron endurecer las medidas así como implementando periodos de cuarentena para mitigar el avance de la enfermedad e impedir que se produzca una transmisión sostenida en el país. Acciones oportunas, antes de que sea demasiado tarde, han demostrado ser la mejor manera de combatir epidemias de este tipo. La historia demuestra que en situaciones delicadas como las que se vive hoy, pecar de exceso de cautela es significativamente mejor que pecar de negligencia. Lamentablemente, conviene recordar que el Perú carece de un sistema de salud eficiente, capaz de atender la enorme demanda por servicios médicos que una epidemia local desataría. No se trata únicamente de consideración y empatía con la población en riesgo (adultos mayores y personas con complicaciones previas de salud), sino de mantener a los servicios médicos operativos para todos. Ello significa una considerable inversión por parte del Estado para tenerlos a punto frente a cualquier contingencia, pero quienes tuvieron la obligación de hacerlo, prefirieron saquear a manos llenas las arcas del Estado, dejando a los hospitales y centros de salud públicos abandonados a su suerte y completamente desabastecidos. Por ese motivo, muchos de los responsables de aquellos latrocinios o bien se quitaron la vida, otros están en la cárcel o ad portas de entrar en ella. Volviendo al tema que hoy nos ocupa, lo que viene no será fácil. Por un lado, se debe delinear claramente los alcances del estado de emergencia para hacer el menor daño posible a los negocios y empresas, así como quienes laboran en ellos que sin duda serán los más afectados. Asimismo, a la par de la rápida reacción a la pandemia, los programas de ayuda económica y alivio financiero de emergencia para los que menos tienen tampoco pueden esperar a que sea demasiado tarde, pero debe hacerse con seriedad, a quienes verdaderamente lo necesitan y sin demagogia. A ello debemos agregar que la extendida informalidad de la economía peruana y la vulnerabilidad económica de millones de peruanos en situación de extrema pobreza hoy ponen un reto adicional a la aplicación de estas medidas, por lo que los S/ 380 soles ofrecidos como un “bono” de compensación a esos sectores mas necesitados por los días que estarán recluidos en sus casas sin poder salir a las calles para ganarse la vida es populismo puro que solo incrementará la inflación, según han advertido varios economistas, por lo que a la larga el remedio será peor que la enfermedad y es que de seguro, al no disponer de cuentas en el banco ¿donde se les va a depositar el dinero? ¿Se les entregara en propia mano? ¿Quiénes irán casa por casa a llevárselos en las zonas marginales donde viven si el transito de personas esta prohibido? ¿Le darán buen uso a ese dinero o lo malgastaran como hicieron los beneficiarios de los programas Juntos y Pensión 65? Mientras la “ministra” de Economía ha sugerido que recién podrá ser efectivo “a mas tardar el lunes”, agregando que de ello se encargaría el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), el Primer Ministro Vicente Zeballos la contradijo afirmando que será el Banco de la Nación, demostrando que ni entre ellos pueden lograr ponerse de acuerdo, dando la razón a quienes sostienen que se trata de una medida apresurada lanzada en busca del aplauso fácil, tal como ese globo de ensayo de la semana pasada como fue la pena de muerte. No cabe duda que el populismo exacerbado de Vizcarra es la manifestación de su frustración al enfrentar la tarea de avanzar en la solución de los acuciantes problemas de la economía, la seguridad, la salud, la reconstrucción, la infraestructura o los conflictos sociales. Contribuyen a esa frustración la inexperiencia e incompetencia de muchos de los miembros de su Gabinete, su propia impericia para construir consensos políticos, y su obsesiva atención a los índices de popularidad. Vive de las encuestas y de acuerdo a como va su aprobación elige los pasos a seguir. De allí la demagogia de sus disparatadas propuestas lanzadas periódicamente con el objetivo de distraer a los peruanos de los verdaderos problemas que los agobian día a día y para los cuales no tiene solución alguna dada su innata incapacidad. Para colmo, la abrupta llegada del Coronavirus al Perú dejando a su paso por el mundo miles de muertos, ha desatado el pánico y de ello quiere aprovecharse a ver si sube algunos puntos, tomando medidas radicales e implantando el toque de queda como en los tiempos del terrorismo. Si bien se trata de un (des)gobierno conformado por improvisados y arribistas de oscuro pasado - muchos de los cuales tienen cuentas pendientes con la justicia - de momento estos serios cuestionamientos deben quedar de lado para hacer frente a esta potencial amenaza que como sabéis, se cierne sobre todos. Ante la gravedad de la situación, la población debe hacer todo lo posible por respetar los lineamientos establecidos para enfrentar esta crisis sanitaria y asumir la seriedad del asunto. Lo cierto es que, para Vizcarra, será imposible vigilar el cumplimiento del aislamiento obligatorio de más de 30 millones de personas. La única manera de enfrentar decisivamente al Coronavirus es con la participación voluntaria de su gente, pero ello seria pedir peras al olmo, conociendo la idiosincrasia de los peruanos de no respetar las leyes y hacer lo que les venga en gana. Es mas, los reiterados anuncios del régimen para mantener la calma, “garantizando el abastecimiento de alimentos y productos básicos durante el estado de emergencia”, no ha sido creído por nadie y vemos como miles de peruanos, presos de la angustia y desesperación, prácticamente asaltaron los primeros días los autoservicios y supermercados tratando de llevarse todo lo inimaginable con el objetivo de acaparar los productos de primera necesidad sin importarles en absoluto los demás. A eso se ha llegado en estos tiempos de incertidumbre donde impera la ley del más fuerte. No cabe duda que las próximas semanas van a ser muy dolorosas ante el aumento exponencial de enfermos y fallecimientos que han comenzado a ocurrir en el Perú. Si uno cree que pasados los 15 días todo va a volver a la normalidad esta completamente equivocado, porque lo peor está aún por llegar. Por eso se necesita mantener la calma, dando lo mejor de cada uno para hacer frente a este enemigo invisible potencialmente letal. En sus manos esta hacerlo :)