sábado, 14 de junio de 2025
ARGENTINA: En su propia telaraña
Ocho años gobernando desde la Casa Rosada, otros cuatro presidiendo el Senado de la República y los últimos 20, en definitiva, siendo la dirigente política más relevante de la Argentina, la que atravesó otros liderazgos emergentes que la desafiaron y la que sobrevivió a constantes intentos de desplazarla del centro de gravedad del peronismo. Nadie, hasta el momento, lo ha conseguido en forma permanente y la pregunta que se dispara en el PJ es si el fallo definitivo de la Corte en la causa Vialidad abrirá las puertas a una nueva conducción política en el principal partido de la oposición. Pero Cristina Kirchner no tendría la menor intención de ceder el lugar de privilegio, aun estando presa. El escenario que se configura a partir de la ratificación de la condena en la máxima instancia judicial es, para el kirchnerismo, equiparable al que padecieron el propio Juan Domingo Perón, en 1945, cuando fue apresado en la isla Martín García, y más recientemente Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil. Ambos consiguieron reponerse y tomar el poder nuevamente. Ante una ronda de consultas con dirigentes que interactúan con la expresidenta, así debe comprenderse el llamado al peronismo a movilizarse que hizo desde la sede del PJ, cuando suponía que la resolución de los jueces supremos sería inminente. Pasajes de su discurso, como “esto termina en una gran crisis”, fueron elocuentes. Sin embargo, en el seno del kirchnerismo sobrevuela un fantasma que provoca temor: el de Carlos Menem. La carrera política del expresidente riojano, que como Cristina supo tener el poder en un puño, se eclipsó cuando la justicia lo detuvo por el contrabando de armas y lo confinó a una prisión domiciliaria en la que languideció su estrella política. El paralelismo con el ocaso menemista asoma al kirchnerismo a una cornisa inquietante. De hecho en el peronismo no faltan los que recuerdan que Menem cumplió su prisión domiciliaria en una quinta de Don Torcuato, que le facilitó el inefable Armando Gostanián, algo que podría depararle el futuro inmediato a Cristina Kirchner, pero en Ezeiza o en Tigre. En efecto, la Puerta de Hierro del kirchnerismo radicaría en algún sitio del conurbano bonaerense, justamente el territorio donde la expresidenta buscaba este año ratificar su poderío electoral con una candidatura por la tercera sección. Es ahí donde Cristina Kirchner piensa que se articulará la resistencia a la política económica del mileísmo. Si bien la jefa del PJ irrumpió en la escena nacional desde Santa Cruz, de la mano de Néstor Kirchner, lo cierto es que la construcción de su propio liderazgo tuvo su piedra basal en la provincia de Buenos Aires, en el 2005, cuando derrotó a Hilda Duhalde en las elecciones legislativas. Ese año, el kirchnerismo demolió el interinato duhaldista en el PJ. Curiosamente, o no tanto, porque “la casualidad no es una categoría política”, como dijo Cristina el lunes en el acto del PJ, la interna peronista vuelve a disputarse centralmente en la provincia de Buenos Aires. Allí es donde el gobernador Axel Kicillof, apuntalado por decenas de intendentes que abjuran de La Cámpora, inició un destete del kirchnerismo. Cabe precisar que las sucesiones suelen ser tumultuosas en el peronismo. Desde la muerte del líder natural, los que aspiran a tomar la jefatura del partido - o más ampliamente del “movimiento”- deben asegurarse que su antecesor se convierta en un cadáver político. Las ejecuciones están en la historia: así lo hizo Eduardo Duhalde con Menem y luego lo repitió Kirchner con Duhalde. Pero Cristina Kirchner ya avisó que no piensa entregarse mansamente a ese mecanismo interno: “Soy una fusilada que vive”, se autodefinió en su última aparición pública, como parte de un cuestionamiento a los poderes judiciales y económicos -frente a los cuales construyó su relato político-, en una frase que irradió una lectura intrínsecamente peronista. La expresidenta es, en los hechos, quien más tiempo ostentó la jefatura del peronismo a excepción del propio Perón, pese a que históricamente renegó del sello del PJ hasta que tomó su conducción formal el año pasado. En el partido no faltan los que piensan que lo hizo como parte de una maniobra defensiva, al verse cercada en los estrados judiciales. No obstante, la presidencia de Cristina en el PJ afronta la retracción del kirchnerismo a nivel nacional -como lo demuestran las derrotas electorales de este año- y una radicación prácticamente delimitada al conurbano bonaerense. De ahí que la jefa del partido haya definido una candidatura circunscripta a la tercera sección electoral de la provincia. En el enfrentamiento con el flamante axelismo, que se afinca en la provincia, Cristina Kirchner también actuó como una madre en defensa de su hijo, Máximo Kirchner. El desafío a la conducción de su primogénito en la jefatura del PJ bonaerense es ostensible. Kicillof ya no responde a Máximo y busca que su espacio sea reconocido con entidad propia. Máximo se pegó a su madre en los últimos días. La inminencia del fallo de la Corte obligó a los Kirchner a diseñar desde la estrategia política defensiva -que articularon desde el PJ- hasta cuestiones operativas como dónde radicaría su prisión domiciliaria. Para Cristina no sería una opción continuar en el departamento de su hija Florencia en Constitución. Según se pudo saber, la expresidenta requiere de una suerte de base operativa para continuar ejerciendo la jefatura del PJ, un sitio propicio para el desfile de la dirigencia más que el lugar donde cumplir la condena que ratificó la Corte. Se verá en el transcurso de las próximas semanas el esquema de visitas que le permitirá el tribunal de Vialidad. En el plano político, Cristina Kirchner y su hijo Máximo deberán enfrentar la negociación interna por las candidaturas para la elección bonaerense del 7 de septiembre sin contar con el ancho de espadas que suponía la postulación de la expresidenta. El kirchnerismo no cuenta con un reemplazo de esa dimensión y se agrandan las chances del axelismo y el massismo. Pero, en el fondo, será el panperonismo en su conjunto el que perderá potencia electoral, justo en el distrito que es considerado como el último dique de contención ante la oleada violeta de los libertarios. Sobre todo, tras la caída del macrismo en su bastión de la ciudad de Buenos Aires. Eso podría forzar a otros jugadores, como Sergio Massa, a dar un paso adelante. El exministro de Economía y líder natural del Frente Renovador, aliado al kirchnerismo desde el 2019 luego de haberlo enfrentado durante años, tenía la pretensión de mantenerse este año afuera de la contienda electoral. Aunque la anunciada candidatura de Cristina llevaba consigo la intención de que este la acompañara en la primera sección. Pero las miradas también se dirigirán hacia Kicillof. El gobernador aspira a convertirse en la referencia del peronismo en la oposición al modelo de Milei, un sitial que considera que le viene como anillo al dedo porque su pensamiento económico está en las antípodas del que expresa el Presidente. Los intendentes lo empujan a tomar el centro de la escena. A su vez, los sindicatos - que alguna vez fueron la columna vertebral del peronismo - presentan sentimientos encontrados: están los que se alinean con Cristina e impulsan la convocatoria a un paro general y los que prefieren mantenerse expectantes, como la mesa chica de la CGT, que emitió un comunicado en el que mencionó antes a Lula que a Cristina. Los gobernadores del interior del país, entre los que al PJ no le quedan muchos, están en otra. En las provincias hace rato que aguardan el surgimiento de un nuevo liderazgo alternativo al de Cristina Kirchner que consideran desgastado y de hecho, lo intentó el riojano Ricardo Quintela, pero su armado fue tan endeble que resultó doblegado sin siquiera llegar a disputar la elección interna. Hasta el fallo de la Corte, que la saca de la cancha electoral, Cristina Kirchner usufructuó su potencia en las urnas para conjurar las avanzadas de sus adversarios internos. Y el kirchnerismo se aferró a su falda para copar la parada sin dar lugar a las negociaciones. Pero ese escenario acaba de ser modificado. Aunque el PJ apele a una resistencia incierta. Como podéis imaginar, sus adversarios políticos como el propio Javier Milei celebraron la condena a Cristina al considerar que es el final de una era de oprobio y vergüenza para la Argentina, y no es un acto de persecución como afirman sus seguidores, sino de justicia. No podemos sino estar de acuerdo con esa apreciación. De nada le valió el clásico “victimismo” de la que siempre hace gala la izquierda parásita latinoamericana - con un autoatentado incluido en el caso de Cristina - que esta vez no se salvara de terminar tras las rejas... A la cárcel con ella.