sábado, 26 de julio de 2025

PERÚ: La peligrosa tentación autoritaria

En los últimos 20 años, América Latina ha experimentado un preocupante aumento en la demanda por liderazgos autoritarios o de “mano dura”. No es extraño escuchar frases como “lo que el Perú necesita es un gobierno autoritario”, reflejo de un hartazgo ciudadano frente a la ineficiencia gubernamental, la corrupción de su clase política y la inseguridad ciudadana. Sin embargo, estos pedidos ponen en riesgo la democracia, un sistema que, pese a sus fallas, ha demostrado generar mejores resultados que las alternativas populistas y autoritarias de todo signo político. Según el Latinobarómetro, si en el 2002 solo el 15% de la región justificaba un gobierno autoritario si resolvía los problemas económicos; hoy, en países como el Perú, esa cifra supera el 30%. El 65% de los ciudadanos considera que la democracia funciona “mal o muy mal”, frente al 39% de hace dos décadas. En consecuencia, se premia a los outsiders que prometen “orden”, incluso a costa de las libertades. Sin embargo, las cifras contradicen esa nostalgia. Del 2005 al 2025, Chile, Costa Rica y Uruguay - democracias consolidadas - lograron mayor crecimiento del PBI per cápita, menor volatilidad macroeconómica y una atracción sostenida de inversión extranjera. En cambio, regímenes autoritarios como Cuba, Nicaragua o Venezuela muestran un colapso económico total, inseguridad absoluta y migración masiva. Es indudable que las democracias han logrado reducir más la pobreza y ampliar los servicios básicos, porque permiten un mejor control ciudadano y la corrección de políticas mediante el voto. Las dictaduras en cambio, al no enfrentar rendición de cuentas y silenciar a la oposición de forma incruenta – llegando en el caso de Nicaragua por ejemplo, a expatriar y quitar la ciudadanía a quienes disienten del régimen sandinista - terminan cometiendo errores más graves y persistentes, así como utilizar la violencia extrema como método de opresión. En cambio, las democracias muestran menor corrupción y mayor respeto a la propiedad privada, pilares para la innovación y el crecimiento sostenible. Ante ello, uno se pregunta ¿Por qué crece la añoranza autoritaria? La respuesta es que en muchos países latinoamericanos la democracia no ha sido eficaz. Donde hay fragmentación política, corrupción sistémica e incapacidad de garantizar servicios básicos, la ciudadanía castiga a los partidos y apuesta por líderes fuertes, por más demagogos que fueran al prometer lo imposible, ya que lo único que les interesa en el fondo es alcanzar el poder y una vez llegado, no soltarlo. Para ellos la alternancia del Poder “es una cojudez” (como dijo cierto político peruano admirador del Castrochavismo). A ello debemos agregar que la inseguridad que se vive en las calles, donde nadie tiene la vida asegurada, obra de bandas delincuenciales ‘importadas’ desde Venezuela (del cual millones han huido escapando de la miseria propiciada por el régimen) es clave en esta ecuación: No es de extrañar por ello que América Latina concentre más de 100.000 homicidios anuales, con redes criminales que capturan instituciones, como en el caso del Perú, donde los llamados ‘caviares’ – que ‘ controlan el Poder Judicial – liberan ipso facto a los delincuentes que atrapa la policía, para que sigan delinquiendo con total impunidad, sintiéndose así estos últimos empoderados por jueces y fiscales que los defienden y velan “por sus derechos”, pero al mismo tiempo persiguen con saña y odio indisimulado a los policías que cumplen su deber... Frente a esta absurda situacion, alimentada por la indecisión de las autoridades para intervenir el Poder Judicial y expulsar a quienes están abiertamente coludidos con la delincuencia, la promesa de “restaurar el orden con mano dura” es irresistible. A ello podemos agregar que las redes sociales amplifican esta lógica perversa, con sus discursos de odio y resentimiento. De esta manera, la democracia, que requiere negociación y tiempo, se percibe como débil; mientras el autoritarismo, se ve veloz y resolutivo. Pero esta velocidad cuesta cara: erosiona instituciones, reduce libertades y ahuyenta la inversión. La democracia no se sostiene por razones morales, sino por resultados concretos. Pero mientras esto no sea evidente para la ciudadanía, seguirá optando por quienes ofrecen ‘orden’ a cualquier precio. Como sabéis, en América Latina el voto autoritario no surge del desprecio a la libertad, sino de la frustración, ya que perciben que la primera no ha resuelto sus problemas. El reto no es solo defender la democracia con discursos filosóficos, sino hacerla eficaz. Apostar por un caudillo con sus discursos incendiarios puede dar un alivio inmediato, pero generará a la larga un retroceso que costará revertir, y mucho. Por cierto, en el Perú ¿qué ofrece su desacreditada y desgastada clase política envuelta en toda clase de escándalos? En ella no existe la renovación de sus cuadros dirigenciales, por lo que en las próximas elecciones, con sus candidatos nombrados “a dedo” se verán las mismas caras con sus promesas repetidas hasta el cansancio: Keiko Fujimori insistirá en una estrategia basada en “inteligencia, estrategia y mano dura” para enfrentar la violencia; Cesar Acuña - aquel cacique provinciano que dice cada cosa – afirma que la inseguridad afirma que “no es problema suyo” mientras deja abandonada a su suerte a la Región La Libertad - que se desangra por la violencia - de la cual es gobernador, para irse continuamente de vacaciones a Europa o EE.UU. a lo cual - asegura - “tiene derecho”. Por cierto, se proclama “ingeniero” pero no sabe ni multiplicar 8x7. ¿Dónde habrá sacado su titulo “bamba” (falsificado)?. De seguro en alguna de sus universidades de ínfima categoría; Luego esta un cómico televisivo, que con sus discursos simplistas cree que está en capacidad de llegar a Palacio, buscando imitar al salvadoreño Nayib Bukele en lo relativo a la lucha contra la delincuencia, cuando el territorio de el Salvador equivale solamente a la Región Ica y que cuenta apenas con 6 millones de habitantes frente a los 34 que tiene el Perú, por lo que se trata de otra realidad que el evidentemente no conoce; Asimismo, un alcalde-candidato, que no contento con tener a Lima convertida en un basurero - y que por razones electorales quiere poner en funcionamiento de la forma que sea, un tren chatarra de 40 años de antigüedad que se descarrila solo, cuando no existe la infraestructura necesaria para ello - ha planteado convocar a un referéndum “para aplicar la pena de muerte en casos de homicidios de menores, corrupción grave o ataques contra policías”. Sus propuestas incluyen la militarización de la seguridad y la penalización acelerada, reduciendo garantías procesales. A primera vista parecen ideas razonables, pero viniendo de quien viene y dada su absoluta incapacidad para resolver los problemas de una ciudad tan caótica como Lima, mucho menos podrá resolver los del Perú, por lo que todas sus propuestas son palabras que se las llevara el viento. Por último y como era de esperar, la izquierda radical aliada de Sendero Luminoso ofrece también “soluciones” como es mano dura… orientada únicamente a golpear a las élites políticas y económicas, refundar el Estado instaurando un régimen comunista, imponer sanciones ejemplares a “los corruptos” (pero a los suyos como Cerrón, Castillo, Kuczynski, Vizcarra o Villarán que han robado millones al Estado o bien han hecho negociados con Odebrecht, obviamente que no), para concentrar poder en un Ejecutivo fuerte, y eternizarse en el poder por los siglos de los siglos, emulando a Cuba, Venezuela y Nicaragua, cuyos sátrapas solo muertos dejan el Poder. El autoritarismo, de esta manera, se ha convertido en una tentación transversal, presentada como “un remedio instantáneo a la inseguridad y la corrupción”… nada más falso, ya que detrás de esa promesa late la misma amenaza: debilitar la democracia. No os dejáis engañar por quienes claman por “mano dura”, ya que al mismo tiempo suelen traer consigo tijeras para recortar libertades de todo tipo. Y, por más que les incomode, los datos son claros: las democracias han dado mejores resultados que las aventuras autoritarias que estos aventureros oportunistas buscan imponer. A que no hay que permitírselo.