sábado, 2 de junio de 2018

ESPAÑA: Cambio de rumbo

Venga ya, en esta ocasión quisiera referirme con gran satisfacción a los acontecimientos acaecidos en España que originaron la caída del gobierno conservador de Mariano Rajoy y la llegada a La Moncloa del líder socialista Pedro Sánchez, quien este viernes en el Congreso de Diputados, se impuso en la votación de moción de censura con el apoyo de la izquierda y los partidos nacionalistas, desbancando a un PP hundido en una serie de escándalos de corruPPción. Como sabéis, esta moción de censura fue la cuarta desde la restitución de la democracia y la primera que acaba en éxito para su impulsor, una herramienta impecablemente democrática y constitucional. Sánchez ha logrado aunar así una coalición muy variopinta que solo tenía en común el deseo de desalojar a Mariano Rajoy y al PP de La Moncloa. Y vaya que lo han logrado. “Nuestro 'sí' a Sánchez es un 'no' a Rajoy”, dijo gráficamente Joan Tardà (ERC) para resumir el carácter plebiscitario de la moción. En efecto, a pesar de que la moción de censura es, constitucionalmente, una herramienta constructiva para un candidato a gobernar, el debate no giró tanto alrededor de las propuestas de Sánchez como la censura al actual inquilino de la Moncloa. “Es usted, aferrándose al cargo, quien asume la autoría de la moción”, le afeó Sánchez a Rajoy. Esta ha sido la moción de la trama Gürtel, que toca en lo más profundo al PP y cuya sentencia hacía inviable la continuidad de Rajoy en el poder. Así, apenas una semana después de que el Congreso aprobara los Presupuestos gracias a los votos del PNV - lo cual se interpretó que garantizaba la supervivencia de Rajoy hasta el final de la legislatura - fueron precisamente los votos del partido nacionalista vasco los que certificaron la salida de Rajoy de La Moncloa luego de que Sánchez les garantizara el mantenimiento de los Presupuestos. De esta manera, el líder socialista logro su cometido, acabar con el PP. La trayectoria de Pedro Sánchez, su ascenso, caída, resurrección, declive y llegada al poder, es algo inédito en la historia política española. Su carrera puede verse como un conjunto de circunstancias más o menos ajenas a él que le acaban siendo favorables, algo que señalan sus críticos en el PSOE, que se detienen en las numerosas veces que se ha beneficiado del corrimiento de las listas electorales y de los errores de sus adversarios. Los internos y los externos. Pero Sánchez es también un ejemplo de dirigente duro, con una enorme confianza en sus posibilidades, alguien que sabe interpretar los cambios y adaptarse a ellos, apostando fuerte por una opción, su opción, aunque parezca descabellada. Hace año y medio había sido desahuciado por su propio partido. Ahora es presidente del Gobierno. “Él juega a todo o nada. A veces le sale bien y a veces mal. Pero en general le sale bien”, comentó el pasado jueves, cuando ya se sabía que su moción de censura iba a prosperar, uno de los dirigentes socialistas que le conocen desde que comenzó su carrera política. En el principio, Sánchez fue uno de aquel grupo que se formo a la sombra del secretario de Organización de José Luís Rodríguez Zapatero. Allí estaban Óscar López y Antonio Hernando, pero el nuevo presidente del Gobierno, doctor en Economía, siempre estaba un peldaño por detrás. En el 2003 fue en las listas municipales de Madrid y en el 2008 y el 2011 en las de las generales. Acabó entrando en todos los casos, primero en el ayuntamiento de la capital y luego en el Congreso, pero siempre por las renuncias de quienes ocupaban puestos superiores. Fueron golpes de suerte, pero Sánchez los supo aprovechar. En el 2014, cuando Alfredo Pérez Rubalcaba dimitió por los malos resultados de las generales, la candidatura de Sánchez al liderazgo socialista parecía casi una broma. Sus aspiraciones provocaban risas entre muchos dirigentes del PSOE, hasta que Susana Díaz, entonces favorita para tomar el timón del partido, decidió no participar en las primarias y ungir a Sánchez como su candidato y el del resto de principales barones. Solo unos meses después, los líderes territoriales comenzaron a decir: “Nos equivocamos”. Aquello no era lo que esperaban. Querían un dirigente muy permeable a sus directrices, casi una marioneta, y Sánchez era todo lo contrario ya que tomaba sus propias decisiones sin consultar con los barones del partido, algo que no cayo muy bien en Ferraz. “Es duro y no soporta que le marquen el paso. Puede ir cambiando de posición, y lo ha hecho muchas veces, pero no porque se sienta presionado”, explica un miembro de la actual dirección del PSOE. Así es como Sánchez llegó a las generales. Primero a las del 2015, en las que intentó sin éxito alcanzar La Moncloa a través de un insólito pacto con Albert Rivera, líder de Ciutadans, un partido de extrema derecha, nostálgico del franquismo mas duro y puro. Y luego a las del 2016, donde logró los 84 diputados con los que ahora cuenta para gobernar. Ese resultado, unido a su negativa a permitir la continuidad de Rajoy, abocando a España a las terceras elecciones en un año, forzó su dimisión. Una salida así no tenía precedentes en la historia de los liderazgos socialistas, pero luego hubo algo todavía más desgarrador para el partido, la abstención ante el PP, y ambos factores convirtieron a Sánchez, que decidió renunciar a su escaño, en un dirigente nuevo. Alguien que ya no apelaba a Ciutadans y exhibía en sus actos una gigantesca bandera española, sino que levantaba el puño, cantaba La Internacional y pedía que Catalunya fuese reconocida como nación. Con esos mimbres arrasó en las primarias ante la propia Díaz. Y entonces, de nuevo en la Secretaría General y con un equipo de dirigentes de confianza muy distinto al de su primera etapa, volvió a cambiar. Obligado en parte por la crisis en Catalunya, el líder socialista se puso al lado de Rajoy en todo momento, apoyando el 155, aparcó la plurinacionalidad e incluso propuso medidas más duras que el PP, compitiendo en ese terreno con Ciutadans mientras la mayoría de las encuestas colocaban al PSOE en tercer lugar. Ahora, en un nuevo giro del destino, se ha convertido en el primer presidente del Gobierno que no es diputado y el primero en llegar a través de una moción de censura y que llegó para quedarse mucho tiempo, y volver a poner a España en el mapa de la decencia. Se lo ha ganado a pulso. Lo han ninguneado, lo han insultado, lo han vituperado, lo han menospreciado; muchas veces, demasiadas veces, hasta con el dinero de los suyos. Pero no ha desesperado, no ha perdido la compostura y los golpes le han creado una coraza impenetrable al desaliento y una resistencia titánica que ha dado sus frutos. Ahora le toca formar un Gobierno sólido y fuerte para enfrentar lo que se viene. Lo demás vendrá rodado. Los nuevos amigos llegarán a miles al calor de los dineros del Presupuesto. Quienes hace nada le llamaban ‘calamidad’ tardarán poco o nada en encumbrarlo como hombre de Estado. Mientras tanto, en este juego de poder junto con el PP que ya ha entrado en una guerra de sucesión para saber quien reemplazara a Rajoy al frente del partido podrido, Rivera ha sido el otro gran derrotado. En efecto, este naranjito - o ‘falangito’ como se le conoce acertadamente - que estaba deseoso de involucrar a España en la guerra contra Siria y enviar tropas para complacer a Trump (¿que pintamos ahí? me pregunto) se ha ido de un palmo de narices con la caída de Rajoy. Quien ya se veía en La Moncloa como emulo del impresentable Enmanuele Macron, ve ahora con desesperación y rabia desbocada como el poder se le escapa de las manos viendo que su sueño de construir una España ‘Una, Grande y Libre’ como el de su amado Franco, se va al garete y lo peor de todo para el, es que quien asume el cargo es nada menos que uno de aquellos ‘rojos’ a quienes odia con toda el alma con el ‘agravante’ que cuenta con el apoyo tanto del izquierdista Podemos como de los independentistas vascos y catalanes a quienes en innumerables oportunidades ha acusado de querer ‘romper la unidad de España’. Sin embargo, este cachorro franquista ha quedado retratado ante todos al quedar como el único sostén de un cadáver político, a pesar de que hipócritamente decía que se presentaba como un ‘regenerador de la política’ (?) y ahí lo ven como lo que en realidad es, un apañador de la corruPPción, lo cual le pasara factura en las próximas elecciones. Pero no todo queda allí, ya que va a pasar de ser líder de la oposición de facto, a difuminarse tras el látigo en el que se va a convertir el PP en la oposición. Los populares lo culpan de la caída de Rajoy al dar por liquidada la legislatura así como pedir elecciones anticipadas y van a ir a por el. Con la sangre en el ojo, en el PP se han acabado las contemplaciones y los equilibrios con Ciutadans. No solo comparten ahora los escaños de la oposición, ya que tampoco les une el 155 aplicado contra Catalunya, que llega a su fin. Todo lo que gano en las últimas semanas lo acaba de perder y será difícil que recupere la confianza de la ciudadanía. Hundido en sus propios errores, ha sido arrastrado junto con el PP al descrédito total. Me alegro por ello :)