sábado, 10 de agosto de 2019

STEVEN LEVITSKY: Como mueren las democracias

Doctor y profesor de ciencia política en Harvard, especializado en América Latina (AL), Steven Levitsky nos habla del Perú que se debate entre el caos y la incertidumbre, por causa de una lucha fraticida por el poder desatado entre el Congreso de la Republica (dominado por la mafia criminal aprofujimorista) y un improvisado como Martín Vizcarra quien pretende eternizarse en el cargo al cual llego inmerecidamente, a pesar de que ahora diga hipócritamente “que no piensa reelegirse en los próximos comicios” cuando todo el mundo sabe que es su máximo deseo a pesar de estar legalmente impedido de hacerlo. Ello debido a los múltiples juicios que le esperan por su comprobada implicación en sonados casos de corrupción que lo conducirán sin lugar a dudas a la cárcel, por lo cual busca ‘blindarse’ el mayor tiempo posible con la inmunidad que posee debido al cargo que ostenta y que lo perderá apenas sea apartado del poder. De allí su desesperación por dictar medidas populistas de los mas disparatadas que mejoren su posición en las encuestas, buscando presentarse con ello ante los incautos electores - cuya ignorancia supina llega a tales extremos en este país bananero para creer sus mentiras - como “la mejor alternativa” (?) para los próximos comicios. Pero mejor dejemos a Levitsky que nos de su autorizada opinión acerca de la difícil situación que atraviesa el Perú, el cual como es obvio, lo trascribo entrecomillado claro esta ¿vale? : “Para iniciar este análisis, quisiera referirme al anuncio dado por el señor Vizcarra para adelantar las elecciones para el próximo año. Si bien en un primer instante pareciera que dentro de varias opciones, podría ser la menos mala, pero si la estudiamos con mayor detenimiento, es la peor opción que haya podido escoger, debido seguramente a su inexperiencia política. Se trata de una jugada populista de auto defensa ante un fujimorismo que sigue siendo una amenaza a la estabilidad del gobierno y al Estado de derecho. Si no hubiera presionado por su reforma política - finalmente aprobada a medias por el Congreso -Vizcarra hubiera salido bastante debilitado y más vulnerable que nunca frente a un fujimorismo que acaba de reconstruir su mayoría legislativa. Cerrar al Congreso en esas condiciones, podría haber sido visto por algunos sectores como una movida no constitucional con fines de concentrar al poder, generando un fuerte choque de poderes y una crisis institucional. Pero aun así, debió hacerlo ya que no tenía otra salida. Al retroceder ha perdido una magnifica oportunidad para posicionarse en el cargo y sus adversarios saben que no tiene el valor de cerrar el Congreso y ahora seguirán con su labor obstruccionista con mayor empeño. Si bien no me gusta mucho la idea de adelantar las elecciones, porque no fortalece a las instituciones (cambiar las reglas del juego cada vez que hay una crisis debilita a las instituciones) pero dadas las circunstancias, podría ser el camino menos malo. El fujimorismo sigue siendo la amenaza principal a la institucionalidad. Vizcarra necesita una dosis de populismo para enfrentar al fujimorismo y buscar presentarse como el ‘salvador’ a pesar de estar fuertemente cuestionado por sus lazos con Odebrecht. Pero confía que con el apoyo de los medios de comunicación - a los cuales favorece generosamente con grandes beneficios económicos - adelantar las elecciones lo va a fortalecer, porque la iniciativa tiene un amplio apoyo popular, gracias a la intensa campaña mediática a su favor realizadas por aquellos medios afines al gobierno como el Grupo El Comercio y el Grupo La Republica, que por cierto, se encuentran al borde de la quiebra. La clave ha sido 4 palabras engañosas: ‘Yo también me voy’. El aparente acto de sacrificarse y dejar el poder - tan inusual en la política - busca darle cierta ‘legitimidad’. Los fujimoristas y apristas ya han anunciado que resistirán en el Congreso y tienen los votos para bloquear la iniciativa, pero personalmente creo que les será muy difícil oponerse a algo que aparentemente es apoyado por la población. En ese contexto, si el fujimorismo rechaza finalmente la propuesta en el Congreso, estaría acelerando su suicidio político. Hasta podría haber más defecciones en su bancada y perdería su mayoría de nuevo. En un país del tercer mundo como el Perú, donde los partidos políticos como tales no existen, encontramos agrupaciones informales conformadas por aquellos que se unen con el objetivo de participar en los comicios electorales y una vez terminada esta, cada cual escoge su propio camino hasta la próxima elección donde se repite la historia. Construir partidos de verdad es un trabajo colectivo que requiere movilizar activistas, conseguir cuadros en todo el país, un arduo trabajo que muchos no quieren realizar. Mantenerlos en actividad cuesta mucho dinero, por lo que aquellos que lograron su inscripción ante el organismo electoral, solo se reactivan cuando hay elecciones. Aquellos políticos que quieran evitar ese dispendio económico de mantenerlos en actividad y encuentran un atajo para evitarlo como el crear agrupaciones fantasmales de corta vida, lo van a hacer. Funciona para ellos, pero no para la democracia. Es posible que en este caso, el Perú sea lastimosamente una especie de pionero, en términos de ‘laboratorio’. Los partidos están debilitándose en muchos lados, pero este país es un caso avanzado de colapso de los partidos, porque realmente nunca los ha tenido. Ni el APRA ni el fujimorismo, con sus múltiples membretes este ultimo, pueden considerarse como tales, ya que únicamente son movimientos caudillistas que no sobrevivirán a la muerte de sus líderes. Esta informalidad de la política peruana produce una institucionalidad débil, causando incertidumbre e inestabilidad. Los actores políticos y económicos tienen horizonte muy corto, no pueden hacer un plan a 20 años. Entonces, buscar atajos es una estrategia de sobrevivencia, comparable a la informalidad. El caso de Fuerza Popular - como ahora se autodenomina el fujimorismo - es patético. Con su líder y fundador condenado a 25 años de prisión y su hija Keiko que era su sucesora, en igual situación, depende de que esta última salga en libertad para intentar mantenerse asumiendo posiciones cada vez más conservadoras. Ello debido a que durante la pasada campaña electoral, Keiko busco ampliar su votación para nuevos conseguir aliados y construir una coalición más amplia, pero no los encontró. Para muchos observadores, su aparente ‘moderación’ - un simple cálculo político - le hizo perder las elecciones. Su derrota frente a Kuczynski la hizo mas agresiva y lo sigue estando, ya que esta convencida que le ‘robaron’ los comicios del cual se creía ganadora de antemano, por lo que su derrota fue muy dolorosa y de allí el odio exacerbado que ella y su bancada muestran a cada paso bloqueando toda iniciativa del gobierno en el deslegitimado Congreso - que controla férreamente - tratando de desestabilizarlo a toda costa. Esta especie de suicidio colectivo, en todo caso es algo habitual en el Perú, sin establishment político, donde los electores se han malacostumbrado a elegir outsiders: Fujimori, Toledo, Humala, Kuczynski. El mismo Vizcarra - quien lo sucedió tras su forzada renuncia - es uno de ellos y todo parece indicar que quien lo sucederá, si es que finalmente no logra reelegirse, también lo será. La culpa dicen los observadores, ha sido de los políticos tradicionales de siempre. Alan García es un ejemplo de ello. Pero lo que hemos visto en los últimos tiempos ha sido corrupción y abuso de poder por parte de los recién llegados que vienen de otra profesión y saltan a la política, los cuales terminan siendo más corruptos que los tradicionales. Belaúnde fue uno de estos últimos y si no esta en prisión como Fujimori, es que ya esta muerto. Ahora los outsiders están pagando un precio muy caro por sus actos de corrupción. Eso podría tener un efecto positivo en todo caso ya que saben que no habrá impunidad para ellos y podrían terminar en la cárcel o como prófugos de la justicia. Pero un problema sin resolver en el Perú es la ausencia de una carrera política debido a su total desprestigio y a ello se suma que no haya reelección. Entonces, el outsider que llegue al poder tendrá un horizonte de tiempo muy ajustado para realizar sus negociados a costa del Estado, por lo intentaran hacerlo en el mas corto plazo, antes que sea demasiado tarde. Su preocupación no será ya de imagen, sino de ir a prisión. Por ello me parece muy difícil la construcción de una clase política sin reelección, permitiendo que s sigan presentando outsiders sin ninguna preparación y solo con el deseo de enriquecerse en corto tiempo a costa de los peruanos. Por ello apuesto que el próximo Congreso será muy parecido a este, menos fujimorista, pero igual de improvisado. Sin unos partidos políticos fuertes y realmente representativos, la democracia esta herida de muerte y el Perú va por ese camino” puntualizó. Venga ya, con outsiders sin experiencia que ya están apareciendo ad portas de un nuevo proceso electoral, a este país le espera un negro futuro :(