martes, 28 de marzo de 2023

ARTE PARA LA DEVOCIÓN: El Barroco peruano a través de la historia

El abigarramiento de la composición, el esmerado detalle, los juegos de luces y sombras y el uso del dorado son algunos de los elementos que conforman la pintura barroca en el Perú. En Efecto, un Cristo sangrante, una expresión de sufrimiento de la Virgen y el sincretismo expresado en el vínculo entre jesuitas e incas son muestras conceptuales que explican la función y reinterpretación del Barroco que llegó a América, básicamente, en el siglo XVII, en los felices tiempos del Virreynato del Perú. Estamos, principalmente, ante un arte que era instrumento para evangelizar y alcanzar la devoción. El catedrático Ricardo Estabridis apunta que la confección de las obras de arte tenía el objetivo de capturar y convencer al espectador. “Un arte fácil de llegar. Por eso las raíces del barroco las encontramos en la contrarreforma de la iglesia en el Concilio de Trento, donde se dice: ‘Hagan un arte que llegue fácilmente al espectador’; era la propuesta de la iglesia para recuperar a quienes se habían ido en el gran cisma de Lutero, en el siglo XVI”, explica el doctor en Historia del Arte. Estabridis detalla que la pintura barroca llego a través de obras que eran enviadas desde España, de artistas como Francisco de Zurbarán. Por su parte, el catedrático Fernando Villegas señala la impronta del italiano Bernardo Bitti, sacerdote jesuita y artista que recorrió el Perú tras su llegada en 1575. Pasó por Ayacucho, Cuzco, Puno e incluso Bolivia. “Donde él deja su aprendizaje, se dan luego las escuelas (del barroco)”, apunta el doctor en Historia y Teoría del Arte Contemporáneo. Su legado se observa, sobre todo, en la pintura cuzqueña. Ricardo Estabridis, a la vez, suma otra influencia, la flamenca, cuya principal figura es Pedro Pablo Rubens, que plantea la pintura religiosa pero diferente a la española. Esta tiene dinámica, color, movimiento, alejado del quietismo de De Zurbarán. “De estas influencias en el siglo XVII es que podemos decir que se da plenamente el barroco en el campo de la pintura tanto en Lima como en Cuzco”, apunta. Como sabéis, en el Perú, el Barroco conserva su fin evangelizador y por encargo, pero adquiere elementos que lo hacen auténtico. Una de las figuras más destacadas fue Diego Quispe Tito, pintor indígena que nació en el distrito cuzqueño de San Sebastián, que propone, entre otros aspectos, rostros dulzones. Parte de su obra se encuentra precisamente en el Palacio Arzobispal del Cuzco. “Este artista fue muy deudor de los grabados. Se ha ubicado grabados de origen flamenco, incluso anteriores al barroco, que usó para sus composiciones”, explica Estabridis. Otro pintor importante fue Basilio de Santa Cruz Pumacallao, indígena cuyas pinturas se pueden encontrar en la Catedral del Cuzco. Contemporáneo de Diego Quispe. “Pero no es tan deudora de los grabados. Trabajó mucho al servicio de un famoso obispo en el Cuzco, que luego del terremoto de 1650 levantó la ciudad, el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo”, agrega el historiador. Este sincretismo se concreta sustancialmente en la famosa Escuela Cuzqueña. Así vemos ‘El arcángel arcabucero’, modelo iconográfico vinculado a la devoción angélica de la orden jesuita, pero armado con un arcabuz, imagen sui generis. ¿Esta escuela fue la que más reinterpretó el barroco? Villegas dice que sí, y también a través de la pintura, la arquitectura y la talla en piedra. En ese sentido, Quispe Tito propone un gusto por el paisaje que será la semilla de todo lo que se hará en el siglo XVIII. Le encanta la vegetación, las aves en los árboles, el color, el detalle. “Es un gran aporte de Quispe Tito”, subraya Estabridis. ¿Y en la escuela limeña qué pasó? La Iglesia de la Soledad, ubicada en la plazuela de San Francisco en Lima, conserva pinturas apaisadas, donde una de ellas representa la procesión de la Semana Santa en Lima, pieza única que retrata ese momento del siglo XVII, pero de autor anónimo. Ricardo Estabridis subraya que parte de la belleza del Barroco peruano en la pintura es el uso del dorado en el Cuzco, donde a la vez apuestan por lo ornamental. Villegas dice que un arte tiene fuerza y la posibilidad de tener un mensaje cuando aquellos que participan creen profundamente en ello, y asegura que ese fin de evangelizar lo compartían los artistas. “En una sociedad que tiende a la superficialidad, encontrar propósito a través de la imagen, uno edificante al margen de pertenecer a la Iglesia Católica, es importante”, señala. Pese al abrumador peso cultural de los españoles, en el Perú hubo intentos de reinterpretar lo que llegó. Ahí tal vez también descansa la belleza, que incluso quizás es de resistencia. Estabridis no dudo en agregar que, incluso, hasta ahora en pleno siglo XXI, los peruanos siguen siendo barrocos. Y pervive no solo en la pintura, sino también en la música, los vestidos, la arquitectura. Una cultura barroca que se expresa en las celebraciones de Semana Santa, en sus procesiones. Fernando Villegas propone a su vez que esa parte del planeta es ‘barroca’, en el sentido genérico de la palabra, “desde que existe arte, desde Caral”. “No somos naturalistas, no somos sintetistas. Tomamos elementos de un puma y de una serpiente y los ponemos en la Estela de Raimondi”, aseveró. “Somos barrocos en nuestro tejido social e, incluso, geográfico, lo que hemos ido transformando y seguimos alimentando y complejizando” puntualizó. Por cierto, una excepcional muestra del Arte Barroco en el Perú puede apreciarse en el Museo Pedro de Osma, en Barranco y que forma parte de su colección... A no perdérselo.