TV EN VIVO

Saturday, March 23, 2024

ARGENTINA: Más sombras que luces

Javier Milei cumple 100 días en el poder. Intensas, contradictorias, pendencieras, sus primeras semanas en la Casa Rosada ofrecen una oportunidad para mirar por el espejo retrovisor y, en base al breve sendero recorrido, vislumbrar hacia dónde se dirige la Argentina, con sus luces, sombras e intrigas. Porque se define a sí mismo como un león, pero no son pocos los que desean que no termine su mandato y salga por la puerta trasera como De La Rúa, en medio del repudio generalizado en el 2001. El primer “logro” de Milei es, sin duda, discursivo: durante estos 100 días logró replantear los ejes de debate público. No es menor en un país donde el kirchnerismo consolidó un relato populista de izquierda y de un Estado “presente”. Pero Milei le planteó lo que calificó como una “batalla cultural”: ganó las elecciones prometiendo el achique del sector público y hasta logró que los argentinos incorporen el latiguillo “no hay plata” a sus vidas cotidianas. Circula en las redes sociales, como logo en camisetas y lo repiten muchísimos jóvenes como mantra. El segundo “logro” de El Loco, como lo apodan, es táctico: al frente de otro populismo, pero de derecha, colocó a la defensiva a muchos políticos, a los que subsume dentro del colectivo “casta”. Los obligó, como dice el refrán, a poner sus barbas en remojo. Paladines del despilfarro –siempre con fondos públicos, nunca con billetera propia–, sobran ejemplos de dirigentes de primerísima línea que ahora piensan dos y mil veces antes de volar en avión privado o contratar a una artista para un evento en su distrito. Sin embargo, no duda en aliarse con lo peor de ellos y los integra a su gobierno. Ahí si dejaron de ser para el parte de la “casta” y los califica de “patriotas”. El tercer “logro” pasa por su especialidad, la economía. La inflación parece comenzar a ceder - al menos según los parámetros argentinos, ya que bajó del 20,6% de enero al 13,2% de febrero -, el Banco Central sumó reservas, el peso mostró incluso una apreciación tenue y colocó un nuevo bono, en tanto que el ministro de Economía, Luis Caputo, cerró el primer mes del año con superávit fiscal, una rareza total en la Argentina. Pero la otra cara de esos logros resulta preocupante. Para empezar, porque Milei avanza con la delicadeza de un elefante en una cristalería. Y para reducir el gasto público no recurrió al bisturí, sino a su declamada motosierra. ¿Conclusión? Para que mejoren las cuentas del Estado nacional detuvo las transferencias a las provincias y acumuló deuda con los importadores, congeló la obra pública y dio luz verde a las subidas de tarifas y combustibles, entre otras decisiones draconianas que deja enormes daños colaterales. El resultado fue previsible, según coinciden las consultoras privadas. Se licuaron salarios y jubilaciones, se retrajo el consumo, se enfrió la economía y aumentó la pobreza. Hoy ‘gracias’ a Milei, al menos el 77% de los argentinos son pobres, según las proyecciones del respetadísimo Observatorio de la Universidad Católica Argentina (UCA). El porcentaje, cabe aclarar, es el más alto desde el colapso institucional a fines del 2001 –cuando el país acumuló cinco presidentes en un par semanas –, y se espera que trepe aún más durante los próximos meses. Así, el ajuste que impulsó Milei durante sus primeros meses de gestión resultó tan drástico y áspero que logró lo impensable. Hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) le recomendó ser más contemplativo y “proteger a los más vulnerables”, para de ese modo “evitar que el peso del ajuste caiga desproporcionadamente sobre las familias pobres y trabajadoras”. Ver para creer: el Fondo, corrido por derecha. Más relevante en términos institucionales, El Peluca, otro apodo del presidente, encontró ya sus primeros límites. Por un lado, la Justicia suspendió por inconstitucional la aplicación de un capítulo del decreto de necesidad y urgencia (DNU) que había impulsado con múltiples reformas de fondo. Por el otro, el Senado también rechazó ese DNU, la semana pasada, mientras que la Cámara de Diputados torpedeó su megaproyecto de ley, con más reformas, al punto que el Gobierno optó por retirarlo de la trituradora. Como era de esperar, Milei respondió a cada rechazo, negativa, límite y hasta ligera discrepancia con insultos y agresiones verbales. Al que no acusó de corrupto lo tildó de “traidor”, “orko”, “rata” y, lo que para él es peor, “zurdo”, cuando no da su beneplácito –y un “like” y retuitea– a posteos que difunden caricaturas de sus rivales con rasgos de síndrome de Down, o promete “mear” –orinar, en criollo– a los gobernadores. Lo inquietante es que incluso personas cercanas a sus ideas o de su espacio afrontan la lluvia ácida: desde la vicepresidenta Victoria Villarruel hasta el referente de la derecha local, Ricardo López Murphy, al que pasó de calificar como “segundo padre” a tildarlo de “basura” y “delincuente”. ¿Por qué? Por plantear dudas técnicas sobre el camino a la dolarización que quiere recorrer Milei. A estas alturas, queda claro que para él hay una “casta” mala y una “casta” buena. Integran la primera todos los políticos que discrepen con él o, incluso, que tengan parejas que disientan con él. ¿Un ejemplo? Echó a Osvaldo Giordano, al que había designado al frente de uno de los organismos más importantes del Estado, la Anses, y que había denunciado el que a todas luces es el peor escándalo de corrupción del presidente anterior, Alberto Fernández. Pero Milei echó a Giordano como represalia por un voto de su esposa, diputada nacional, en el Congreso. ¿La “casta” buena? Aglutina fracasados dirigentes con décadas de recorrido público y apellidos como Menem y Bussi, pero que están a salvo - de momento - de la furia presidencial por haber cruzado el Jordán hacia “la orilla libertaria”. Pero cuando todo se venga abajo y lo abandonen, no dudara en insultarlos sin compasión. En la misma senda, para Milei parece haber nichos y nichos en el gasto público. Así, anunció el cierre de organismos como el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) o de la agencia estatal de noticias Telam por considerarlos antros de “corrupción”, “adoctrinamiento político” y “ñoquis” -empleados que cobran salarios, pero no trabajan -, pero preserva regímenes tributarios especiales que le cuestan muchísimo más dinero al Estado argentino, como el de Tierra del Fuego, cuyos capitostes se sospecha que financiaron parte de su campaña presidencial. La gran pregunta es, a esta altura, hasta cuándo contará Milei con el beneplácito o la tolerancia social. Por ahora, el libertario cuenta con tres ventajas. La primera, que los gobiernos anteriores fueron tan malos - y tan próximos en la memoria social - que puede invocar la “herencia recibida” para justificar muchas decisiones. La segunda, que hoy no hay un referente opositor que ilusione a la sociedad y sirva de contrapeso a su desmesura. Y la tercera, que una mayoría social internalizó que estábamos ante un fin de fiesta y había que sincerar la situación. Esa tolerancia ciudadana, como hemos visto tantas veces en la Argentina y en todo el mundo, sin embargo, tendrá un límite. Más próximo o más lejano, pero llegará. Ya sea por defectos propios, virtudes ajenas, un infortunio, algún episodio oprobioso o muchas otras causas posibles, pero llegará. Y Milei, al que tanto le gusta compararse con Donald Trump y Jair Bolsonaro, acaso termine por reflejarse mejor en el espejo peruano. Como el peruano Pedro Castillo, el libertario se encuentra en minoría en el Congreso y la oposición, unida, podría destituirlo si se le presenta la oportunidad. Y El Loco, que será loco, pero no come vidrio, lo sabe.

Tuesday, March 19, 2024

HISTORIAS DEL TIEMPO: Recordando a los Ikarus

Hace muchos años, cuando todavía no existía el Metropolitano, el Metro solo era un sueño y el tráfico no les quitaba años de vida a quienes circulaban por sus avenidas, circulaban por la apacible Lima unos buses articulados con una especie de acordeón llamados Ikarus, que pertenecían a la Empresa Nacional del Transporte Urbano del Perú (Enatru), y que movilizaban diariamente a cerca de 80 mil personas. Debían su nombre a la marca húngara que los fabricaba, pero en el Perú se les conocía también como ‘Ícaros’, por ser más fácil su pronunciación. Inicialmente recorrían la Vía Expresa, pero para finales de los años 80 comenzaron a expandirse hacia otros lugares de Lima, por lo que transitaban por avenidas como Javier Prado, Alfonso Ugarte, la Panamericana Norte, entre otras. Sin embargo, a principios de los años 90, la empresa Enatru - compañía a la que pertenecían estos vehículos - empezó a tener serios problemas que terminaron generando su total desaparición. Tras la construcción de la Vía Expresa, en los años 60, se esperaba que la berma central sirva para la circulación del ansiado Metro de Lima, pero esa obra nunca llegó a concretarse y el por entonces alcalde de la capital, Eduardo Dibós, decidió aprovechar el espacio para que fuera recorrido por unos buses articulados contratados de Hungría. Así, en 1975 y con un total de 50 buses en forma de acordeón, similares a los que hoy tiene el Metropolitano, los Ikarus iniciaron su recorrido por la Vía Expresa. La flota inicial fue distribuida en 3 rutas denominadas Expresos. La ruta A recorría desde el centro de Lima a Villa el Salvador, la ruta B recorría desde el centro de Lima a Chorrillos y la ruta C recorría desde el centro de Lima a San Juan de Miraflores. Con la llegada de los nuevos ómnibus además se introdujo la figura del chofer cobrador, que había resultado un éxito en varios países de Europa. Ya para 1988, la empresa contaba con unas 52 rutas en la capital y cerca de mil unidades de transporte, de los cuales, 500 de ellos se dirigían hacia las nuevas zonas populosas de Lima: los llamados “conos”. Eran amarillos, como toda la flota de Enatru, porque en 1966, antes de los Ikarus, la empresa municipal recibió la donación de 150 vehículos alemanes de color mostaza. Cuando alguien pensó en que sería buena idea pintarlos con los colores de la bandera del Perú, la oficina de la Cooperación Alemana protestó porque indicaba que ese color tenía un sentido técnico porque, a la vez de permitir la visibilidad del vehículo desde lejos, no se trataba de un color que pudiera perjudicar la visión de otros choferes y producir accidentes (como sí podría suceder con el rojo). En 1991, Enatru ya contaba con más de 1200 buses de las marcas Volvo, Mercedes Benz e Hinos, aunque la gente les seguía llamando a todos Ikarus, pese a que ya no eran de la empresa húngara. En su mejor momento llegó a transportar a 80 mil limeños diariamente. Al inicio de la circulación de los buses de Enatru, tenía un costo accesible para todos los pasajeros de 50 a 70 céntimos. Sin embargo, durante la última etapa de vida del Ikarus llegó a un precio de S/1.20 por cada ruta. Los serios problemas políticos y económicos que enfrentaba el Perú durante la década de los años 90 provocaron que los buses Ikarus desaparecieran del mercado automovilístico. Pero uno de los factores que motivaron la desaparición de este tipo de servicio fue el terrorismo. Como la empresa era la única que no detenía su servicio de transporte durante los ataques causados por Sendero Luminoso, en venganza, los subversivos prendían fuego a los buses en distintos paraderos. Se estima que se incendiaron más de 100 vehículos. Otra de las razones que también contribuyeron a su desaparición, fue la alta carga laboral con la que contaba la empresa de buses. Ante este panorama, y con más de 4.000 trabajadores que no podían mantener, en 1992 se decidió dar paso a la privatización y entregar los buses como parte de pago a los trabajadores. Así desapareció de calles y avenidas de la capital, pero no de la mente de los limeños de avanzada edad, quienes aún lo recuerdan con nostalgia. Reemplazado en los últimos años por el Metropolitano, el servicio de estos últimos no es de los mejores según múltiples quejas de los usuarios. Pero ello es otra historia...
Creative Commons License
Esta obra está bajo una Licencia de Creative Commons.