Frente a la iglesia de San Francisco, sobre la antigua calle el Milagro (hoy jirón Ancash), existe una casona considerada como una de las más antiguas de Lima, de especial arquitectura, que no se asemeja a otras de las de la Ciudad de los Reyes. Que la casa perteneció a un conquistador, compañero de Pizarro, lo prueba la escalera que está colocada frente a la entrada; ya que parece que eso era una prerrogativa acordada por los conquistadores. Esta era una casa misteriosa, que se prestaba para la fantasía; todo el que pasaba delante de ella, sea limeño o extranjero, no dejaba de detenerse para ver con curiosidad el interior. Ricardo Palma cuenta al respecto en sus Tradiciones Peruanas que esta casa era conocida por la Casa de Pilatos. ¿Porque la denominaban así? Construida en 1590, medio siglo luego de la fundación de Lima y cuando los jesuitas acababan de llegar al Perú. Quien trazó los planos fue el padre Ruíz del Portillo, superior de esta orden, quien mantenía amistad con un rico mercader español apellidado Esquivel, propietario del terreno. El Monasterio de San Francisco se había terminado de construir en 1546, de la obra habían sobrado unas maderas y ladrillos que Esquivel aprovechó en comprar a un ínfimo precio; el mismo arquitecto que edificaba el colegio máximo de San Pablo, se encargó de construir la casona, un edificio sólido, resistente a los temblores, que, ciertamente, no son pocos los que ha resistido. Se decía que en los sótanos existía una ancha galería que comunicaba con el convento de San Pedro donde habitaron los jesuitas. Palma cuenta que ese subterráneo era un lugar que le venia de perilla a los futuros escritores, ya que ahí se podían crear muchas historias de conspiraciones. ¿Pero para qué se hizo ese subterráneo? Ni Palma lo sabia ni tampoco le interesaba saberlo. Hasta 1635 la casa sirvió de posada para mineros y comerciantes portugueses. Por esa época, la plaza del mercado se situaba en San Francisco y el patio de la casa fue ocupado por los vendedores de frutas. La casona fue heredada por doña María de Esquivel y Járava, esposa de un general español; muerta ella, la Inquisición, por deudas contraídas y tras tres años de juicio, decidió rematarla. Don Diego Esquivel y Járava, de origen cuzqueño, no quiso que la propiedad de su tía abuela pasara a familias extrañas por lo que pagó la deuda de los acreedores. Fue luego de la Independencia cuando la casona pasó a otros propietarios. ¿Pero por qué se llama Casa de Pilatos? Hay una versión que nos da el motivo. Según se dice, en agosto de 1635 y cuando la casa estaba arrendada a mineros y comerciantes portugueses, pasó por ella un viernes por la noche, un joven que había tomado unos tragos de más. El joven al notar que la puerta estaba sin cerrojo, ingresó, al ver luces en los altos y escuchar ruidos de gente, pensó que se trataba de una jarana, subió por la escalera de piedra. Al llegar al segundo piso, caminó por los corredores hasta llegar a una ventana, pudo ver, a través de ella, que se trataba de un gran salón cuyas paredes estaban tapizadas de un género color negro. Notó que bajo un dosel estaba el hombre más acaudalado de la ciudad, el portugués don Manuel Bautista Pérez, y hasta cien compatriotas suyos sentados en unos escaños escuchando en silencio el discurso de Pérez Bautista. Frente al dosel, había un crucifijo en tamaño natural. Cuando terminó de hablar Pérez, todos los asistentes, menos él, fueron por turno levantándose de sus asientos, avanzaban hacia el crucifijo y todos iniciaban a flagelar al Cristo. Pérez - como Pilatos - autorizaba este castigo. El intruso no pudo ver más, se escapó como pudo de la casa y fue con el dato a la Inquisición que a las pocas horas les echó la mano a Pérez Bautista y a los cien judíos portugueses, mientras el crucifijo profanado fue llevado en procesión a la iglesia de San Pedro. Bajo tormento Bautista confeso era el rabino de la congregación y que utilizaba la casona como sinagoga para sus aberrantes prácticas. Por ese motivo, este judío junto con diez de sus correligionarios, fueron quemados vivos en el auto de fe de 1639. Asimismo, cincuenta portugueses más fueron castigados a latigazos - todos ellos poseedores una gran fortuna - que les fueron embargados y obligados bajo pena de muerte a para que se ‘conviertan’ en cristianos. Demás esta decir que muchos de ellos no aceptaron el trato y terminaron de combustible para la hoguera. Entretanto, al judío Bautista Pérez los limeños le pusieron el apodo de Pilatos, y desde entonces, la casona quedó bautizada con ese nombre. Cabe destacar que en el siglo XIX, cuando llegó la Independencia a toda América, fue en esa casona donde funcionó la primera logia masónica preparatoria para la llegada de San Martín. Tras ser comprada por el gobierno peruano durante el segundo gobierno de Manuel Prado, se convirtió en sede de la Casa de Cultura (antecesora del Instituto Nacional de Cultura) hasta que tras la promulgación de la constitución de 1993 se instalo el Tribunal Constitucional (TC) de infausto papel en estos convulsionados tiempos. Pero esa es otra historia :)