Existe en el Perú una organización delincuencial, integrada por el lumpen de la sociedad, una menuda banda de impresentables mafiosos que añoran el retorno de ese pasado oprobioso y vergonzante que se vivió en este país durante la infame dictadura fujimorista, donde la corrupción a todo nivel del Estado, el saqueo generalizado de las Arcas Públicas y la violación sistemática de los Derechos Humanos, eran cosa común todos los días. Una de las cabecillas mas conspicuas de ese grupete de indeseables es Martha Chávez -
una tiparraca de las peores - que el ultimo lunes intento desesperadamente retener ilegalmente el cargo de “coordinadora “del grupo de DD:HH. de la comisión de justicia del Congreso, del cual ya había sido expectorada la semana pasada. Sin embargo, a pesar de sus leguleyadas, volvió a ser destituida definitivamente al día siguiente y el grupo desactivado, para evitar que se convierta en una plataforma propagandística de la mafia homicida. Venga ya, no cabe duda que su sola existencia desprestigia a la raza humana en su totalidad. Al respecto, Pedro Salinas escribió un interesante artículo en La República que quisiera compartir con ustedes - entrecomillado claro esta - donde describe detalladamente a esta sujeta y el peligro que representa el fujimorismo para los peruanos: “Hay actitudes que queman la sangre y hay talantes que evolucionan hacia algo mejor de lo que eran antes. Así como hay noticias que superan cualquier comentario. Y bueno. Lo ocurrido esta semana con Martha Chávez va en la línea de lo primero. De las actitudes que queman la sangre, es decir. Porque a ver. No sé ustedes, pero para mí fue como volver al pasado, a algo ya visto, a los noventas, a los tiempos de la prepotencia y de la patanería fujimorista. Paramnesia, le llaman a ese fenómeno que te deja la sensación de que estás frente a algo que ya experimentaste previamente. Y bueno. Al verla, al escucharla, al leer sus tuits, al contemplar su mirada impasible y marcial y agria, con una media sonrisa cachacienta que parecía disecada, me ocurrió eso. Que, de súbito, me saltaron a la cabeza evocaciones con demasiada precisión, recordándome lo infame que fue –y sigue siendo- el fujimorismo.
Porque el fujimorismo era –y sigue siendo- la matonería lumpenesca, el autoritarismo chulo, el desprecio por la democracia, el desdén por los derechos humanos, la cutra exasperada, la pendejada camuflada, zurrarse en las normas, la política sin escrúpulos ni remordimientos de conciencia. Eso era –y sigue siendo– el fujimorismo. El que, ayer como hoy, sigue predicando el odio. La animosidad contra sus adversarios. O la ojeriza contra aquellos que no piensan igual. Miren, si no, a Martha Chávez, la discípula más aplicada de esa mafia homicida, practicando un violento y visceral lenguaje, que usualmente va acompañado de calumnias y difamaciones y mentiras y tergiversaciones y frases macartistas.
En la lucha política, recordarán los memoriosos, el fujimorismo siempre se caracterizó por jugar sucio, meter cabe, rentar conciencias, enlodar reputaciones. Y los que se negaban a alinearse y hacían oposición, eran atacados a través de medios de comunicación comprados con enormes fajos de billetes que eran entregados en maletines deportivos en la salita del asesor. Y así, poco a poco, golpe a golpe, verso a verso, fueron minando todas y cada una de las instituciones, erosionando la democracia, neutralizando a sus críticos. Porque así fue como el fujimorismo se fue imponiendo como un cáncer en la sociedad peruana, gobernando con el miedo y el culto a su líder genocida. Su única ideología era el abuso de poder. Y recusaba de toda invocación que exhortara a la democracia, a la transparencia, al Estado de Derecho. Así las cosas, a sus enemigos les llamaba “cívicos”, como si el término fuese un insulto. Un insulto hiriente. Como digo, en la lucha política siempre se caracterizó por jugar sucio y utilizar un lenguaje virulento, y su sistema de gobierno fue uno de corte autoritario, de los que destilaba intolerancia, verticalismo, despotismo y caudillismo. Como el desplegado por Martha Chávez. Gracias a ella a sus gritos destemplados de estos días, hemos podido recordar que el fujimorismo de verdad es ese. El que te pela los dientes y gruñe como un perro rabioso, el que se crece con una sociedad indolente y apática y acrítica y apoltronada. Y sobre todo, olvidadiza.
Muchos creyeron que el fujimorismo con Keiko había cambiado y edulcorado. Nada más falso. Por el contrario se conserva intacto. Sigue siendo el mismo de ayer. El del lado oscuro y de posiciones abyectas. El que ametralla a mansalva. El que juega a la doble cara. El que se zurra en la democracia y en los derechos humanos. El del temperamento achorado. El que nos ha dejado como útil lección que, los movimientos autócratas y arbitrarios no cambian y nunca lo haran Y es que si no se han dado cuenta todavía en este país delirante y amnésico, el fujimorismo siempre ha llevado la hipocresía en su naturaleza. Así que ya lo saben. Y si no lo sabían, entonces es hora que tomen nota” puntualiza el autor.
No cabe duda que el fujimorismo es un cáncer maligno y como tal debe ser combatido sin pausa alguna, hasta su desaparición definitiva ¿no os parece? :)
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