A raíz de los desastres naturales que cual plagas bíblicas, se abaten sobre el país andino - como consecuencia tanto de la nula planificación del Estado para prevenirlos y que solo actúa una vez que estas hayan ocurrido, como de la informalidad y el irrespeto a las leyes por parte de la población - es necesario señalar a los principales responsables de esta tragedia que invariablemente se repite cada año quienes cuando han estado en el gobierno se han aprovechado de esa circunstancia para crear organismos fantasmas con el propósito - aseguran - de ‘solucionarlos’, pero que en realidad no hicieron absolutamente nada y solo se sirvieron de ese mecanismo para robar a manos llenas el dinero del Estado. Uno de ellos es la Autoridad de Reconstrucción con Cambios (ARCC) creada en el 2017 por el conocido lobbysta y Traidor a la Patria Pedro Pablo Kuczynski, debido al Fenómeno del Niño de ese año y que ha resultado ser una gran estafa. Entre los grandes beneficiados de su creación estuvieron cuando no, los caviares, aquellas sanguijuelas que les gusta vivir con dinero proveniente de las Arcas Públicas, los cuales como no podía ser de otra manera, se pusieron desde el inicio al mando de ese organismo - al cual se les destino inicialmente 6,500 millones de soles - quienes con sus jugosas “asesorías” y “consultorías” brindadas además de sus suculentos sueldos obviamente, se llevaron la parte del león. Con lo poco que sobró de ese dinero, se hizo poco y mal, por lo que ahora se ven los resultados. Lo grave del asunto es que a pesar de comprobarse su inutilidad, tanto el mismo Kuczynski, como quienes lo sucedieron en el poder (Vizcarra, Sagasti y Castillo) siguieron destinando cada año miles de millones de soles adicionales a ese cuestionado organismo - que al final terminaron en el bolsillo de esos parásitos - por lo que su complicidad y culpabilidad en este delito es más que evidente. Ahora que la presidenta constitucional Dina Boluarte ha decretado su desaparición y reemplazo por otro organismo, la Autoridad Nacional de Infraestructura (ANI) donde los caviares no tendrán cabida, es necesario que tanto el Congreso de la República como la Fiscalía de la Nación investiguen y denuncien a los responsables de este saqueo sistemático del dinero del Estado entregados a la ARCC, para que sean juzgados y sancionados ejemplarmente. Como sabéis, luego del Fenómeno del Niño del 2017, se propuso la creación de la ARCC, un organismo “técnico” para garantizar megaobras que mitiguen el daño de futuros fenómenos del Niño. Los caviares vendieron este proyecto como la panacea frente a los espacios ya existentes que tenían competencia para obras públicas. Todo fue planeado para que actores cercanos a este grupo político y social capturaran la ARCC, la cual pasó a controlar un presupuesto inicial de 6,500 millones de soles. El modelo burocratizador, bajo el manto de “tecnocracia”, promovido por los caviares desde el gobierno de Toledo y consolidado en los gobiernos de PPK y Vizcarra, generó más gasto, más corrupción e ineficiencia. Sin embargo, el mayor daño causado al Perú es que se ha generado una casta burocrática centralista e inhumana que no responde a las necesidades de la gente y que aprovecha la incapacidad de las autoridades de turno para tontearlos y seguir viviendo del Estado sin resultados. Así, escondiéndose en sus oficinas con aire acondicionado, debajo de “sus planes estratégicos” y “consultorías” que al final resultan inviables, evaden todo tipo de responsabilidad política escudándose en su carácter “técnico” y no político. De esta manera, los presidentes y ministros pasan, mientras ellos siguen cobrando jugosos sueldos y disfrutando de los beneficios del Estado, mientras Piura, Tumbes, Lambayeque y La Libertad se siguen hundiendo en continuos deslizamientos de tierras e incesantes lluvias que lo arrasan todo. Queda evidente que la gran estafa de la “tecnocracia caviar” y sus instituciones es parte del problema que vive el país, porque busca someter las necesidades de los peruanos a sus objetivos personales. Miles de millones de soles se pierden en las manos de estos miserables que buscan imitar el modo de vida de los ricos a los que tanto odian, y que es muy rápida para criticar a los políticos pero muy lenta para dar resultados. Es hora de reducir el Estado y que todas estas sanguijuelas que se aprovechan de las necesidades de la gente sean expectoradas de inmediato y respondan por sus delitos ante la justicia. (Sería conveniente iniciar el proceso con Kuczynski ya que al fin y al cabo fue quien creó al monstruo, sin olvidarnos de la responsabilidad de los demás obviamente, en especial del lagarto Vizcarra quien ha demostrado ser el peor de todos... la cárcel os espera)
Ubicada en medio del desierto, Lima es una ciudad donde habitualmente nunca llueve. Solo en temporada “invernal” - por llamarla así - caen ligeras precipitaciones fluviales, llamadas garuas, que apenas humedece por breve tiempo esa tierra seca y estéril. Esa característica ha originado que sus edificaciones al ser de techo plano, no estén preparadas para eventuales lluvias que podrían darse, como efectivamente una vez ocurrió, el 15 de enero de 1970, cuando un diluvio azotó la capital y dejó enormes daños a su paso por la gran cantidad de agua que trajo. Ha pasado más de 50 años de aquel suceso y como podéis imaginar, los peruanos no han aprendido la lección, y esta semana cuando los pronósticos meteorológicos del Senamhi anunciaron una repentina lluvia en diversos distritos de Lima - por influencia indirecta de un ciclón formado inusualmente en el Pacifico - han puesto en vilo a la población que de una forma por lo demás ridícula han entrado en pánico, creyendo “que se viene un diluvio”, cuando ello al final no ocurrió. Pero como anotamos líneas arriba, en una ocasión sucedió. En efecto, notas periodísticas de ese tiempo dan cuenta de la destrucción que dejó esa precipitación: un muerto, más de una decena de heridos, cientos de damnificados, dos mil viviendas afectadas, deslizamientos, aniegos y hasta incendios. No por nada se la considera como una de las lluvias más fuertes del último siglo, con una duración de al menos 30 horas y millones de litros de agua descargados sobre suelo limeño. Las avenidas convertidas en lagunas, las calles hechas piscinas, autos sumergidos y conductores que tuvieron que salir nadando grafican la severidad de la lluvia de 1970. Informes del diario El Comercio señalan que cada metro cuadrado de Lima se inundó con 17 litros de agua solo en las primeras cinco horas, de 6 de la tarde a 11 de la noche, de ese fatídico 15 de enero. El suceso se le atribuye a un colchón de nubes de 1,300 metros de espesor que descargó tres millones de litros de agua al colisionar con el clima costeño. La lluvia del 70 fue tal que por el norte abarcó hasta Huaral, por el sur hasta Pisco y por el este hasta La Oroya. “La precipitación originó aniegos que luego se transformaron en piscinas. Empezaron los primeros incendios por cortocircuitos y se produjeron derrumbes de paredes en las zonas más tugurizadas de la capital peruana. La vía entre Lima y Chosica quedó bloqueada por los deslizamientos de tierra y las viviendas en Ñaña invadidas por el agua. No había lugar donde refugiarse. Las Fuerzas Armadas movilizaron decenas de camiones con militares para socorrer a los damnificados. En Miraflores, Magdalena y La Victoria el fluido eléctrico se cortó. A medianoche, los bomberos ya habían atendido más de cien casos de emergencia. Las horas transcurrían, la desesperación iba en aumento por la enorme cantidad que inundaba Lima, mientras que, en Collique, un joven mecánico de 19 años, perdía la vida luego de electrocutarse al intentar cerrar una filtración de agua. En el Centro de Lima, un bombero caía desde una altura de siete metros por intentar apagar un incendio ocasionado por cortocircuito. Entretanto en la periferia, los ríos Rímac, Chilca y Chillón se desbordaron y destruyeron las frágiles viviendas levantadas en sus riberas. Gran cantidad de damnificados pasaron la noche a la intemperie. Seis casas de la barriada Huascarán, cerca del Puente del Ejército, fueron arrastradas por el río. Y, en la avenida Morales Duárez, las casas de adobe se derrumbaron. En el cruce de las avenidas Arequipa y Javier Prado concentró tanta lluvia que se formó una pequeña laguna. Los autos quedaron sumergidos en las aguas que alcanzaron tres metros de altura. Al ver sus motores apagados, los conductores tuvieron que salir nadando para salvar sus vidas. Al llegar la medianoche, la precipitación no cesaba y las sirenas se podían escuchar por toda la ciudad. El viernes 16, la lluvia continuó y de la sorpresa se pasó a la preocupación. Familias enteras habían estado baldeando patios y azoteas en la madrugada, para evitar que el agua penetrase en sus viviendas. En el Callao el agua traspasó el techo del aeropuerto Jorge Chávez e inundó el hall principal, la aduana y el espigón internacional. Transcurrido el fenómeno climático, se emprendieron las labores de apoyo social a los afectados y damnificados” se puede leer en la nota. Pero ¿por qué casi no llueve en Lima? Según el Instituto Geofísico del Perú (IGP), se debe a que “la atmósfera es muy estable debido a la frialdad de las aguas del mar y la subsidencia atmosférica, Si bien lo típico es que la temperatura disminuya con la altitud, en la costa peruana es común una ‘inversión de temperatura’, que consiste en una capa donde más bien la temperatura aumenta abruptamente en lugar de disminuir, lo cual hace que la atmósfera sea tremendamente estable”, señala el IGP. “Esta inversión ocurre a lo largo de la costa a una altura de aproximadamente 700-1000 m sobre el nivel del mar. Raros son los lugares en el mundo que muestran una inversión tan pronunciada, donde el salto en las temperaturas en la capa de inversión puede llegar hasta 15 °C. De esta manera, la inversión de temperatura (y la supresión de las lluvias intensas) deja de existir solo en condiciones del fenómeno de El Niño”, agrega, ¿Y cuántas veces llueve en Lima? Por su clima, Lima no es considerada como una ciudad en la que se presenten lluvias propiamente dichas, más si la comparamos con localidades de otros países de la región, donde si reportan realmente lluvias. Lo que llega a caer en la capital, reiteramos, son garúas. Sin embargo, el verdadero problema son las lluvias torrenciales que caen en la Cordillera que se transforman en grandes torrentes de agua y barro que arrasan con todo a su paso en las ciudades de la costa. Una escena que se repite todos los años, pero las autoridades demostrando su innata incapacidad, no hacen nada por remediarlo, aunque crean organismos como “Reconstrucción con Cambios” para robar a manos llenas el dinero del Estado - desde Kuczynski hasta Castillo, pasando por Vizcarra y Sagasti - contando con la complicidad de los caviares, aquellas sanguijuelas especialistas en vivir a costa de las Arcas Públicas... Pero ello es otra historia.