Desde que estalló la revuelta popular en Chile el pasado mes de octubre, las paredes de las ciudades del país se llenaron de mensajes contra los poderosos: al inicio, la furia se centraba en el impresentable Sebastián Piñera, y su entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick. Luego, la ira de las paredes fue contra los carabineros (policía) y las fuerzas armadas, contra los bancos y la Iglesia Católica. A medida que las multitudinarias protestas contra el neoliberalismo (impuesta a sangre y fuego durante la dictadura de Pinochet) crecían, surgió un nuevo culpable: los medios de comunicación. “Apaga la tele”, “Periodismo traidor”, “Medios cómplices”, “La prensa miente” se puede leer en las calles de Santiago. Ello se debe a que estos - sean escritos o televisivos - no reflejan las verdaderas preocupaciones, los miedos y las aspiraciones frustradas de generaciones de chilenos. ‘Gracias’ a su política neoliberal, Chile favorecía a unos pocos, a los de siempre, a ese 1% que posee todas las riquezas del país; en tanto el 99% restante se endeudaba de por vida, empobreciéndose cada vez mas, mientras que los medios se desentendían del álgido problema ocupados como estaban en contar “maravillas” de un modelo económico que se caía a pedazos y que finalmente terminó por estallar. Como sabéis, los medios tradicionales nunca han cumplido con su deber primordial de buscar la verdad sin sesgos. No es de extrañar por ello que ante las multitudinarias manifestaciones que han sacado a millones de chilenos a las calles a exigir el fin del neoliberalismo, cierran los ojos ante la realidad. Si, como gritan las paredes y las pancartas, “Chile despertó”, todo indica que los medios al servicio de los grupos de poder, siguen aferrados a su mundo de fantasía. Hay un nuevo Chile que los medios tradicionales deben comprometerse a incorporar. Pero se niegan a hacerlo tratando de ocultar lo evidente con sus vomitivas campañas mediáticas de desprestigio de las protestas ciudadanas, pero para su pesar nadie les hace caso. Su descrédito es total. Las encuestas de opinión de los últimos años ya reflejaban una ineludible merma en la credibilidad de periódicos y televisoras. Al preguntar en octubre por las fuentes de mayor credibilidad para los chilenos, el Termómetro Social del Núcleo Milenio en Desarrollo Social y la Universidad de Chile encontraron que la mayoría otorga un puntaje máximo de 7 sobre 7 a los amigos y familiares y un 6 a las redes sociales y la radio. Los diarios apenas obtuvieron un 4,2 y la televisión, un 3,6. Hoy es del 0%. En la segunda semana de protestas, cuando más de un millón de manifestantes llenó la Plaza Italia (rebautizada como Plaza de la Dignidad), los centros de estudiantes de periodismo de buena parte de las universidades de Chile sacaron un comunicado revelador: denunciaban la mediatización de la televisión abierta (Canal 13, TVN, Mega y Chilevisión) en su rol de criminalizar la protesta, recurriendo a la censura, priorizando fuentes gubernamentales - la propaganda del régimen - y tergiversando información al mostrar solo la violencia en las calles, pero no las innumerables violaciones a los derechos humanos cometidas por fuerzas especiales de carabineros y militares con total impunidad como en los oscuros tiempos de Pinochet. Los medios tradicionales en manos de grupos de poder adversos a los cambios, declararon la misma guerra sin cuartel a los manifestantes que anunció Piñera en su primer mensaje televisado, cuando dijo estúpidamente que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso” (?) intentando “justificar” la violenta represión que siguió a continuación, el cual ha dejado hasta el momento decenas de muertos acribillados a balazos por “las fuerzas del orden”, miles de heridos - entre ellos cientos que han perdido la vista producto de los balines utilizados y que les han sido disparados a la cara por esos malnacidos - además de un indeterminado número de “desaparecidos” de quienes nada se sabe . Las críticas por la brutalidad empleada por estos criminales han arreciado pero no han amilanado a los manifestantes quienes van a por todas, esto es la cabeza de Piñera. Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado la violencia estatal contra las manifestaciones y medios internacionales y algunos sitios digitales de periodismo independiente, reportearon el salvajismo de una represión policial que no se veía desde los tiempos de la sangrienta dictadura pinochetista. Ni aun así, los medios tradicionales han dejado de seguir viviendo encapsulados en si mismos, negándose a ponerse a tono con lo que realmente se esta viviendo en la calle. Hubo un canal de noticias que quiso contar la otra cara de la crisis y lo pagó caro: dos importantes anunciantes nacionales (Agrosúper y Juan Sutil) les quitaron su patrocinio. Este caso reveló uno de los grandes problemas del sistema mediático: los medios están más pensados para los anunciantes que para el público. De ellos viven, por lo que deben de ser cajas de resonancia de esos grupos de poder, si no quieren quedarse sin publicidad. Los medios se encontraron en una encrucijada. ¿Por qué camino optar? ¿Las demandas genuinas del 99% de la población o la sobrevivencia publicitaria? O bajan la cabeza o desaparecen. Y optaron por lo primero. A finales de noviembre, la cobertura informativa local continuo de la misma manera: dieron gran cobertura a la propaganda oficialista, invisibilizando a su vez las voces de las víctimas, de los médicos y abogados que los asisten y de organizaciones de derechos humanos, negándose siquiera a mencionar reportes críticos con el gobierno chileno y mucho menos comentar el uso excesivo de la fuerza estatal. La voz de los no escuchados no existe para esa prensa mediatizada, a menos claro que sean mencionados para atacarlos y culparlos de la violencia y el caos que se vive en las calles, que han convertido a Santiago en un campo de batalla, dejándola irreconocible. Incluso para quienes como el que escribe, la conoce desde hace mucho y por cierto, solo me queda lamentar el estado actual en la que se encuentra. Como es obvio, en los carteles y pintadas de las últimas manifestaciones continúan apareciendo feroces críticas a los medios tanto escritos como televisivos. Al no verse representados, los manifestantes se han ensañado con ese “periodismo” que no cuenta la verdad y una muestra de ese rechazo que se lo han ganado a pulso, fue el incendio de la sede del diario El Mercurio, el mas importante del país. En un reciente artículo, la experta en periodismo político Ximena Orchard revela que las voces habituales en la prensa hegemónica, no han variado desde el retorno de la democracia, en la década de los noventa. “El periodismo y sus medios más grandes e influyentes se quedaron en el pasado. Este es un nuevo Chile y han surgido voces más diversas y complejas. En cada barrio, en muchos colegios y universidades, en el campo y en la ciudad se están formando cabildos para discutir las políticas nacionales en pacíficos y acalorados debates. Las mujeres, los artistas, los indígenas y los pensionados están uniendo sus reclamos al repertorio del descontento en el país que irónicamente se presentaba como ‘el más estable’ de América Latina” expresó. No cabe duda que al periodismo chileno le espera un arduo trabajo y muchos cambios si quiere estar a la altura de una sociedad que busca escapar de su oscuro y vergonzante pasado. Los medios tradicionales deben desaparecer por ser responsables con su encubrimiento de la actual situación y ser cómplices de los crímenes de Pinochet por lo que incomprensiblemente aun no han sido juzgados. Será una tarea entonces de los nuevos medios de comunicación que surgirán tras el fin del neoliberalismo, ser faros del conocimiento, indagar en las causas profundas de las injusticias que sufren los chilenos desde hace 46 años y transformar sus hallazgos en soluciones para que esta amarga experiencia iniciada en 1973 nunca mas se vuelva a repetir :)