Recuay es una cultura del Antiguo Perú que se desarrolló en la sierra del actual departamento de Áncash entre los 1 a. C. hasta los 700 d. C. Corresponde a la etapa del mundo andino llamada Intermedio Temprano, Se le ha denominado también como cultura Huaylas o Santa. Se considera a la tradición Recuay como un conjunto de señoríos y centros regionales con una fuerte variabilidad. Existen pocas evidencias que muestren una configuración política de tipo 'Estado' y de integración funcional entre los diferentes sitios Recuay. Al igual que las otras culturas del Intermedio Temprano, se conoce poco sobre esta civilización. La posición más aceptada es que fue una prolongación de la cultura Chavín, debido a la influencia del estilo “Blanco sobre Rojo” en la región. En 1874 Agustín Icaza ordenó excavar una serie de tumbas ubicadas en el terreno que poseía en el distrito de Recuay. Este terreno se denominaba la estancia de Rapish que luego fue rebautizada y es donde se ubica actualmente el pueblo de Cátac. Hacia 1878 se encontraron 160 cerámicas en el ahora llamado sitio arqueológico de Roko Ama. Icaza luego se las vendió a José Mariano Macedo quien las llevó a Europa junto a su colección de más de 2000 artefactos antiguos. En Europa, Macedo vendió la colección a un agente del Museo etnológico de Berlín por 2000 libras esterlinas. En 1881 se exhibieron en París 152 vasijas cerámicas de la colección original de Icaza caracterizadas por la arcilla fina utilizada para la elaboración y las imágenes decoradas con los colores rojo y negro.El estilo Recuay, caracterizado por su cerámica y su litoescultura, fue descrito por Eduard Seler en 1893, sobre la base de ejemplares de cerámica llevados al Museo etnológico de Berlín por Mariano Macedo. Cabe precisar que el área de Recuay está muy cerca del área de la antigua cultura Chavín. Precisamente, el sitio importante de este último, El Templo de Chavín de Huántar, se encuentra justo al oeste. Los Recuay llegaron a ocupar gran parte del territorio de los Chavín y fue influenciado por estos en la arquitectura (por ejemplo, en el uso de galerías subterráneas) y en la cantería, como en la escultura y las estelas. Si bien las culturas costeras peruanas de esa época como la Mochica y la Nazca, son mucho más conocidas, la sierra alta también vio el surgimiento de poderosas organizaciones políticas culturales. Estos eran Cassamarca en el norte, Huarpa en Ayacucho y Pucará en Puno. Cabe precisar que la relación entre Recuay y los Mochicas en el norte debe haber sido bastante tensa porque compartían fronteras y competían por las mismas fuentes de agua. Al respecto, hay evidencia de una guerra considerable por el control del líquido elemento, y de una sociedad orientada a la guerra para defender sus tierras como se refleja en sus edificios fortificados e iconografía. De hecho, Recuay está asociado con la aparición más temprana de centros y pueblos fortificados en los Andes peruanos. La cultura floreció especialmente en la región del Callejón de Huaylas, y a lo largo del río Marañón. También se extendió a los valles de los ríos Santa, Casma y Huarmey. Al norte, llegó a la zona de Pashash, en Pallasca. Precisamente, Willkawayin fue uno de sus asentamientos más importantes. Su principal forma de expresión del arte era por medio del trabajo en piedra (tallado y mampostería), herencia de su antecesora, la cultura Chavín. Además, realizaron esculturas en bultos que representan guerreros con escudos o cabezas-trofeos, con las que ornamentaron sus complejas construcciones arquitectónicas. En efecto, los Recuay son reconocidos por sus trabajos escultóricos realizados en piedra (litoescultura). Estas esculturas consisten en lajas de piedra labrada, en forma de prisma o estatuaria, que se tallaba en alto o bajo relieve o por incisión en la piedra. Representaron guerreros, felinos y serpientes, cabezas humanas, caras y cabezas trofeo, maquetas y copas con pedestal, etc. De ellos, destacan sobre todo los célebres monolitos Recuay, bloques de piedra de forma casi cilíndrica, esculpidos aparentemente para representar a guerreros de rango elevado. Estos tienen la expresión rígida, en posición sentada con las piernas cruzadas y portando una maza, un escudo o una cabeza-trofeo. Otros monolitos representan mujeres con trenzas largas y vestidas con capuchas o mantos. Tuvieron una función arquitectónica ornamental, sirviendo como dinteles o empotrados en los paramentos. Numerosos ejemplos de esta litoescultura fueron recogidos por el padre Augusto Soriano Infante y resguardados en el Museo Regional de Ancash (Huaraz). Otra muestra de la escultura Recuay son las cabezas clavas que representan a hombres y felinos y que nos recuerdan a los de la cultura Chavín, aunque con el sello propio de los Recuay. Pero a pesar de la solidez de sus fortificaciones, la continua lucha con los Mochicas debilitó seriamente a los Recuay, quienes finalmente sucumbieron en el año 700 d.C. ante los Wari, los cuales paradójicamente también conquistaron a sus adversarios y los integraron a su Imperio. Hoy nos quedan como testimonio de su paso por la historia aquellas enigmáticas litoesculturas, mudos testigos de una civilización desaparecida.