CONVENTO SANTA ROSA DE DE OCOPA: Evangelizando la Amazonia
Se trata de uno de los centros turísticos más reconocidos de Junín. Nos referimos obviamente al Convento de Santa Rosa de Ocopa, que en el 2025 cumplirá 300 años de fundado. Su historia, valor religioso y cultural hacen que sea un lugar perfecto para conocerlo. Ya de por sí visitarla es una grata experiencia, sin embargo entrar a recorrer las instalaciones del recinto religioso es volver al pasado y conmoverse con las vivencias de los antiguos franciscanos de 1725. Su fundador fue Fray Francisco Jiménez de San José, cuya imagen se encuentra en medio del patio central del antiguo convento, con la mirada hacia la entrada de aquella instalación suspendida en el tiempo, con sus techos de teja, sus robustas pilastras y piso empedrado. Aún se conservan los muebles, herramientas y enseres de aquellos años cuando los franciscanos usaban este lugar como un centro de operaciones, para preparar sus misiones que luego llevarían a la selva central. Cuentan que cada cuarto del ahora llamado Claustro de la Obrería, tiene su área específica como: las habitaciones, cocina, comedor, parroquia, enfermería, herrería entre otras. Solo viendo los artefactos que se conservan en buen estado nos percatamos que los franciscanos trabajaban muy duro, ya que realizaban tareas en todas las especialidades como hacer pan, sus propios muebles, tejidos y lo que requerían diariamente; además de estudiar, curar a los heridos, trabajar la tierra y cuidar a los animales. Según su historia, el 19 de abril de 1725, bajo el impulso de fray Francisco de San José, se autorizó la apertura de un hospicio de conversiones en Ocopa para que en él se pudiesen curar los enfermos que salían de la montaña, y prevenirse los que hubiesen de entrar en ella. Al año siguiente, fue ampliado el hospicio y, en 1732, se solicitó al Rey de España el permiso para establecer en el hospicio un seminario de misioneros. Mención aparte merece el padre Francisco de San José, quien ya había trabajado en restaurar las misiones de panayahua, de Chanchamayo y Perené, y en fundar las de Pozuzo y Tilingo. Abrió nuevos caminos y, con los refuerzos que recibió desde España, continuaron fundando los pueblos de Chanchamayo (1732-33), en las riberas de los ríos Perené, Pangoa y Huallaga. De Ocopa, además, partieron las expediciones al Gran Pajonal y a las pampas del Sacramento, llevadas a cabo por los padres Juan de la Marca y Simón Jara, respectivamente. Al momento del fallecimiento del padre San José (1736), su obra siguió en expansión, pero al poco tiempo (1742), la rebelión de Juan Santos Atahualpa casi lo desbarató, ya que su levantamiento afectó las regiones de Chanchamayo, Perené, Pangoa, Gran Pajonal, Pachitea, Palcazu y Alto Ucayali. Pero su posterior fracaso y misteriosa desaparición, posibilito reanudar la obra misionera. Algunos se preguntaran por qué el convento se erigió en la localidad de Santa Rosa de Ocopa; una vez que lo conozcas sabrás el por qué. Está ubicado en una zona de imponentes paisajes, excelente clima y ubicada estratégicamente en un punto desde donde salieron los misioneros franciscanos a evangelizar en la Amazonía. Desde aquella época, el convento de Santa Rosa de Ocopa sufrió innumerables inconvenientes como el de 1824, cuando los franciscanos sufrieron persecución y fuera clausurado el recinto por el dictador Simón Bolívar, quien ordeno que se convirtiera en un colegio para “los hijos patriotas de la zona”, cosa que no sucedió. Luego de permanecer cerrado por 12 años, en 1832 los frailes retornaron su labor. Ya en 1849 es reconocido oficialmente por decreto promulgado por el presidente Ramón Castilla y de aquí para adelante fue creciendo y expandiendo su misión. Para 1770 ya era famoso por su interesante colección de pinturas. Es por eso que actualmente, además de un recinto de fe, se le puede considerar un museo. En una de las áreas más modernas, el claustro del olivo -construido ya en el siglo XX y llamado así por mantener un olivo del siglo XVIII-, hay una colección de cuadros de la escuela cusqueña inspirados en la vida de san Francisco de Asís, patrono de la orden que levantó el convento. En total son más de 400 las pinturas que acoge el monasterio, entre ellas varias de las escuelas ayacuchana y quiteña. Otro atractivo que se conserva dentro del convento es su enorme y gran biblioteca que alberga al menos 25 mil volúmenes de obras bibliográficas entre escritos e investigaciones que se realizaron en la zona y parte de la selva, así como también escritos tanto en latín como en castellano en los siglos XVI, XVII y XVIII. Allí, el visitante puede encontrar obras religiosas, sobre teología, historia, medicina, filosofía, ciencias naturales, literatura y lingüística. Entre las joyas del sitio destacan la Summa angelica (1490), de Angelo Carletti, y un ejemplar de Tercer catecismo, el segundo libro impreso en el Perú. También guarda una buena colección de mapas y artículos etnográficos. Un espacio digno de visitar, sin ninguna duda.