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sábado, 24 de enero de 2015

UCHURACCAY: Una herida que aún no cierra

Mientras la prensa basura insiste con su absurda campaña mediática contra el gobierno, existen otros temas de interés que bien vale la pena tratar y este es uno de ellos ¿no os parece?. Este lunes se cumplen 32 años del brutal asesinato de ocho periodistas en una comunidad indígena al ser confundidos - según la versión oficial - con terroristas de Sendero Luminoso, siendo masacrados salvajemente por los nativos, en un hecho que conmociono a la opinión publica de este país. Desde ese entonces, mucho se ha dicho acerca de aquella matanza que por el grado de barbarie de los victimarios y por las versiones con que luego se intentó explicar sus motivaciones sigue siendo una herida sin restañar, un enigma sin resolver. Al respecto, algunos de los misterios que envuelven ese suceso que marcó la historia de la prensa peruana fueron desvelados el último jueves en el libro "Uchuraccay, el pueblo donde morían los que llegaban a pie". Durante los últimos dos años y medio, los periodistas Víctor y Jaime Tipe Sánchez investigaron los pormenores de la matanza, sucedido el 26 de enero de 1983 en la comunidad de Uchuraccay, ubicado a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, en la región sureña de Ayacucho. Las víctimas de este suceso, que se dirigían a cubrir la información de unos enfrentamientos contra Sendero Luminoso que habían dejado varios muertos en la zona, fueron los periodistas Eduardo de la Piniella, Jorge Sedano, Amador García, Luís Mendívil, Félix Gavilano, Pedro Sánchez, Octavio Infante y Willy Retto, y su guía, Juan Argumedo. Fue tanta la conmoción que causó el caso que el gobierno de Fernando Belaunde (1980-1985) conformó una comisión investigadora presidida por Mario Vargas Llosa, que en su informe final concluyó que los campesinos “eran los únicos responsables”, algo que siempre ha sido rechazado por los familiares de las víctimas, quienes sostienen que hubieron infantes de marina y miembros del ejército infiltrados que azuzaron el linchamiento. Víctor Tipe afirmó en su investigación han determinado que los militares sí estuvieron en Uchuraccay en los días previos a la matanza y que el pueblo no era una comunidad aislada, tal como muchos han sostenido, además de haber identificado a las personas que participaron en los asesinatos y al primer personaje que difundió la teoría de que hubo infiltrados en la comunidad. El periodista aseguró que patrullas militares llegaron al pueblo tanto a fines de diciembre de 1982 como a comienzos de enero de 1983 para dar "pequeños consejos de seguridad" a los pobladores y conformar un comité de autodefensa contra los senderistas."Probablemente de ahí sale la famosa frase de que maten a todos aquellos que vienen a pie", acotó, ya que los militares acostumbraban a llegar en helicópteros. En el libro se revela la existencia de un documento con un compromiso de lucha contra Sendero que refrendaron 123 de comuneros de Uchuraccay y que permanecía en la subprefectura de la ciudad de Huanta, donde fue encontrado por el historiador Ponciano del Pino. Entre los testimonios inéditos que ofrece el libro está el del taxista que transportó a los periodistas hasta el poblado de Tocto, donde comenzaron el recorrido a pie hacia su fatal destino en Uchuraccay, y los de un grupo de pastores, que por entonces tenían 14 o 15 años y fueron testigos de la masacre. Jaime Tipe comentó que después de los sucesos de 1983, Uchuraccay "nunca más volvió a ser una comunidad con el estilo de vida que tuvo antes" e incluso durante los años de la guerra interna murieron 135 de sus comuneros. El periodista remarcó que su libro, que ha sido editado por el sello G7 Editores y será vendido por Internet, busca "dejar un registro de lo que pasó aquella vez, para que las nuevas generaciones entiendan lo que realmente pasó en aquella oportunidad", Cabe recalcar que ante las sospechas generalizadas de la participación de los militares en esos crímenes, el gobierno de Belaunde se encargo de difundir hasta el hartazgo una interesada versión en el sentido de que “los periodistas llegaron al poblado con una bandera roja con la hoz y el martillo dando vivas a la lucha armada y por ese motivo los nativos creyeron que eran terroristas y los mataron”, algo inaudito desde todo punto de vista, ya que hubiese sido suicida realizar un acto semejante. Como era de esperar, las familias de las víctimas nunca estuvieron de acuerdo con la versión oficial e insisten que estos asesinatos no queden sin castigo: “Siento una impotencia terrible porque son 32 años de lucha sin conseguir justicia para mi hijo y sus compañeros, quienes murieron cumpliendo su deber", refirió Gloria Trelles de Mendívil, madre de Jorge Luis Mendívil, el menor de los periodistas asesinados. Y está en su derecho. La impunidad no debe tener cabida en una democracia :(
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