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sábado, 15 de junio de 2019

ARGENTINA: El final de la utopía

Las cartas están echadas en la Argentina donde las dos grandes coaliciones políticas, lideradas respectivamente por el impresentable Mauricio Macri y la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, han terminado su mercado de fichajes esta semana de cara a las elecciones de octubre sumando a sus filas bazas que han sorprendido a mas de uno. La maniobra más desesperada y mas criticada sin duda por su oportunismo político, ha sido la de Macri (cuyo régimen llega a su fin en medio del repudio generalizado debido a la grave crisis económica en que ha sumido al país) que el martes anunció que aspirará a la reelección en tándem con el peronista Miguel Ángel Pichetto como candidato a la vicepresidencia. Pichetto es líder en el Senado del grueso de la oposición peronista, el movimiento histórico en el que se incluye el kichnerismo. "Nosotros vamos a convocar a muchos dirigentes del peronismo que están ‘excluídos’ y que quieren ser parte de este nuevo proyecto de unidad nacional que se pone en marcha en la Argentina con la dirección y el liderazgo de Mauricio Macri", anunció Pichetto, que por un puesto en el gobierno traiciona al partido que dice representar. Varios observadores apuntan que ha decidido ‘sacrificarse’ inútilmente ya que su pase a las filas oficialistas no va a significar un trasvase de votos peronistas a Macri. En cuanto a la expresidenta y senadora Cristina Fernández también muestra sus bazas. En mayo, sorprendió a la galería al anunciar que concurriría a las elecciones como candidata a vicepresidencia, como número dos de Alberto Fernández. Ahora ha anunciado que cuenta con el apoyo del moderado Sergio Massa, líder del peronista Frente Renovador, unificando de esta forma al movimiento peronista contra el gobierno y los traidores que solo buscan su conveniencia. La Argentina de hoy es muy diferente de la que imaginó Mauricio Macri cuando a fines del 2015 asumió el poder como líder de un partido de centroderecha para romper el bipartidismo existente y hacerse con el poder. Propuesta Republicana (PRO) hacia alarde de sus visiones pospolíticas, exaltaba el emprendedorismo y tenia un discurso que parecía estar a tono con las nuevas sensibilidades sociales en la era de la autoayuda y el capitalismo new age. Pero todo fue un cruel engaño, Hoy Argentina esta peor que antes y Macri ya no puede culpar a otros de su fracaso. Hasta ahora, en Argentina la derecha había llegado al poder por la vía de los golpes de Estado o, en los años 90, subida al carro del peronismo neoliberal de Carlos Menem, que incorporó al gobierno a figuras emblemáticas del liberalismo conservador argentino antiperonista. Pero esta vez, a través de la alianza Cambiemos con la antigua Unión Cívica Radical (UCR), Macri, ex-jefe de Gobierno de Buenos Aires y ex-presidente del club Boca Juniors, puso en pie una derecha capaz de ganar elecciones en el marco del juego democrático, e incluso de conquistar bastiones electorales peronistas. Su discurso se centró en la ‘pesada herencia’ del kirchnerismo, lo que al final le dio la victoria en aquellos comicios. Macri intentó una vía económica gradualista que evitara el ajuste liberal ortodoxo. Pero el fracaso de esa estrategia arrojó el país a las manos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las políticas de ‘déficit cero’. La paradoja fue, en todo caso, que el rotundo fracaso macrista no fue causado por la movilización popular sino por el dictamen negativo de los ‘mercados’. Así, lo que parecía una reelección segura de Macri este año, sobre todo luego de la victoria oficialista en las elecciones de mitad de término del 2017, se transformó en una utopía. Aunque en la campaña el actual presidente había considerado que bajar la inflación era lo más fácil del mundo (sic), el país terminó en 2018 con una inflación superior a 40% y el valor del dólar pasó de 10 a 46 pesos entre 2015 y 2019, en un contexto crecientemente recesivo y de un desmesurado aumento de la pobreza. La promesa de un ‘país normal’ finalmente alejado del populismo - tanto en sus dimensiones económicas y políticas como culturales - e integrado al mundo de los países ‘respetables’ se derritió rápidamente en un contexto de crisis, caída de la imagen presidencial y pesimismo sobre el presente y sobre el futuro. Si bien llama la atención el clima de calma social en un país en el que las crisis económicas suelen activar rápidamente la protesta social, lo cierto es que las penurias económicas comenzaron a tener efectos en las encuestas, y Cristina Fernández de Kirchner volvió a ocupar una posición expectante. En el 2015 Fernández de Kirchner dejó el poder con la Plaza de Mayo llena de simpatizantes que la despidieron con la consigna “Vamos a volver”. Había gobernado, junto con Néstor Kirchner, durante 12 años después de la profunda crisis política y económica del 2001. A diferencia de otros gobiernos de la ‘marea rosada’, que surgieron de nuevos partidos, el kirchnerismo emergió del peronismo, el movimiento creado por Juan D. Perón en los años 40, caracterizado por su ideología gelatinosa pero al mismo tiempo capaz de construir una identidad popular perdurable. Si bajo Carlos Menem en los años 90 el peronismo abandonó la tradición keynesiana y abrazó las políticas neoliberales, con Néstor Kirchner y Cristina Fernández recuperó un discurso que mezcló peronismo tradicional con la transversalidad hacia el progresismo no peronista y atrajo incluso a ex-adherentes de otras ideologías. Pero sobre todo, recuperó de manera sentimental y moderada la tradición del peronismo de izquierda de los 70 -finalmente desautorizado y combatido por el propio Perón - que incluyó a grupos terroristas que buscaban radicalizar el peronismo en una dirección socialista. El kirchnerismo tuvo varios momentos. Néstor Kirchner ganó en el 2003 prometiendo un ‘país normal’, y su gestión económica logró crecimiento y superávit fiscal y promovió una política de desendeudamiento (pagó incluso toda la deuda externa con el FMI). Pero durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, el conflicto con las patronales agrarias, que rechazaron la reforma impositiva promovida por el gobierno, fue un punto de inflexión. Aunque el gobierno perdió esa batalla, construyó sobre esa derrota una victoria moral y alentó una épica política sostenida sobre el viejo cliché ‘pueblo versus oligarquía’, con un notable apoyo en el mundo de la cultura. La muerte de Néstor Kirchner en el 2010 insufló una dosis de mística que proyectó al cristinismo en una clave más cercana a la ‘marea rosada’ latinoamericana. Fue entonces cuando Fernández de Kirchner se rodeó de figuras mas próximas a la izquierda como la del economista Axel Kicillof, y de jóvenes de La Cámpora, la agrupación creada por su hijo Máximo. Pero pese a haber abandonado la Presidencia con un elevado apoyo social, Fernández de Kirchner vio cómo en los primeros años de macrismo, el espacio kirchnerista se debilitaba, golpeado sobre todo por las denuncias de corrupción contra ella y su entorno. Varios de sus ministros terminaron encarcelados y sus segundas líneas casi desaparecieron del juego político. Le quedaba, no obstante, una adhesión popular que no bajó de 30% -lo que el periodista José Natanson denominó una ‘minoría intensa’-, algunos alcaldes de la provincia de Buenos Aires y el bloque parlamentario de su sector, Unidad Ciudadana. Con ese capital y desde la adversidad, se dedicó a rearmar su espacio político. Entretanto, el peronismo profundizó su división entre kirchneristas y antikirchneristas. Sin embargo, Fernández de Kirchner y sus asesores descubrieron rápidamente que el silencio era un arma más potente que sus discursos. Y desde las oficinas del Instituto Patria, ubicadas en el centro de Buenos Aires y transformadas en su búnker político, hizo de la ‘política del silencio’, con intervenciones muy espaciadas y precisas, su principal estrategia; un contraste con las numerosas cadenas nacionales de radio y TV de su última gestión. Pero nada hubiera funcionado sin el fracaso macrista. Esta estrategia fue afinada en el 2019. Primero, envió a su hija Florencia fuera del país, con una justificación médica, para evitar una posible detención que la habría golpeado políticamente. Luego anunció, sorpresivamente, la publicación de un libro de memorias titulado Sinceramente, que en pocas horas se transformó en un suceso editorial, con más de 300.000 ejemplares vendidos, y lo presentó en un masivo acto, cuidadosamente organizado, en la Feria del Libro de Buenos Aires. Y si bien había signos de moderación previa, fue en ese escenario donde se preanunció el desplazamiento hacia el centro del kirchnerismo. Llamó a un nuevo contrato social, dijo que Macri debería copiar la política económica de Donald Trump y hasta ironizó, citando al escritor Jorge Luis Borges, conocido antiperonista, diciendo que los peronistas ‘son incorregibles’. Pero la sorpresa mayor fue elegir a Alberto Fernández como candidato presidencial. Absolutamente nadie lo había anticipado, ni siquiera como posibilidad, y ningún encuestador se había ocupado de él. Hasta hace poco, era considerado por los kirchneristas un ‘traidor’. Había abandonado el gobierno precisamente luego del conflicto con el campo en 2008 y muchos le recordaron haber formado parte en los 90 del partido de Domingo Cavallo, el arquitecto de las políticas neoliberales de esos años. Y lo acusaron públicamente de ser lobbysta de Repsol y operador del grupo Clarín, la poderosa corporación multimedia embarcada en una guerra periodística sin tregua contra Fernández de Kirchner. Si bien la polarización política le dio resultados políticos al kirchnerismo, en el terreno electoral también le propició varias derrotas, como las de 2013 y 2017, cuando la propia Cristina Fernández de Kirchner perdió ante el macrismo y entró al Senado por la minoría. El antikirchnerismo se transformó casi en una identidad política (superpuesta, pero no exactamente idéntica a la vieja identidad antiperonista). Y Fernández de Kirchner entendió que, pese al debilitamiento de Macri, la famosa ‘grieta’ que divide a los argentinos podría jugar en su contra. Aunque para sus adherentes más románticos el kirchnerismo fue una especie de ‘primavera popular’ en la que los humildes fueron felices, mientras que el macrismo es un gobierno de los ricos que busca vengarse de los pobres, la realidad parece menos lineal. La memoria sobre el kirchnerismo está cargada de diversas imágenes: medidas progresistas en todos los ámbitos, subidas efectivas del salario real, mejoras en el consumo popular, reactivación de los juicios contra militares de la dictadura, pero también desistitucionalización de los organismos encargados de las estadísticas nacionales y manipulación de las cifras de inflación, discursos a menudo autoritarios y sobre todo, diversas denuncias de corrupción vinculadas sobre todo a la obra pública. Pero el crecimiento del patrimonio de Néstor Kirchner y Cristina Fernández siempre resultó difícil de explicar, lo que fue enfatizado por sus enemigos para atacarlos sin pausa alguna. Si el silencio había sido un arma, una candidatura presidencial habría expuesto a Fernández de Kirchner a una sobreexposición que reactivaría el antikirchnerismo, como ocurrió en las elecciones de mitad de término del 2017. Y, más aún, eso ocurriría en el marco del juicio oral por una de las causas judiciales contra la ex-presidenta, que comenzó el 22 de mayo en el contexto de una competencia mediática por su mejor foto en el banquillo de los acusados. Pero además de las dificultades locales, la actual coyuntura política muestra que el progresismo retrocede en la región, y en la Argentina, pese a la gravedad de la crisis originada por el macrismo, y el rechazo al FMI, no existe una demanda de radicalidad del electorado. Y esto se suma al hecho de que los momentos ‘radicales’ del kirchnerismo se leen más como abusos de poder que como posibles caminos de cambio social. Fernández de Kirchner entendió que lo que existe hoy es una disputa por el voto moderado, y que su plataforma debe ser vista como ordenadora y no como fuente de división del país. Por ello, en los últimos meses ya había ‘amnistiado’ a los ‘traidores’ y Alberto Fernández se transformó entonces en su principal operador político luego de diez años de haber cortado relaciones políticas y personales con la ex-presidenta. Además de ser más ‘dialoguista’ y de tener mejores vasos comunicantes con el peronismo no kirchnerista, Alberto Fernández reenvía al gobierno de Néstor Kirchner en una doble dimensión: una más sentimental, sobre el ex-líder muerto en el 2010, y una más pragmática, vinculada a un gobierno con muy buenos resultados económicos. Ganaron así espacio quienes buscan construir un kirchnerismo que dé un mensaje de orden frente a un Macri que ‘desordena’ la vida de la gente, tal como denunció Fernández de Kirchner. Pese a la presencia de la ex presidenta en la fórmula presidencial, Alberto Fernández cierra claramente la puerta a cualquier idea de ‘venezuelización’ de Argentina si gana el kirchnerismo, el gran fantasma levantado interesadamente  por la derecha. Y su misión es unir lo más posible al peronismo, especialmente atraer a los gobernadores, que controlan fuertes maquinarias políticas territoriales. Mientras tanto, el macrismo busca salir de su propio dilema: mantener a Macri como candidato, acompañado de un ‘peronista’ como Pichetto quien es visto con justa razón como un traidor al peronismo al irse con la derecha, culpable directo de la delicada situación que vive el país, descolocado por la candidatura de Fernández ya que le quita argumentos a su campaña. El gobierno claramente estaba mejor preparado para combatir al kirchnerismo duro que a su actual versión ‘edulcorada’ por el que buscar el ‘apoyo’ de Trump y Bolsonaro  (con quienes se reúne para conspirar contra Venezuela) de poco le va a servir dado el desastre en todo sentido ocasionado por Macri al frente del gobierno, cuyos días en la Casa Rosada según todos los analistas, están contados y que solo mediante el fraude podrá evitar su derrota :)

jueves, 13 de junio de 2019

220V: Recarga todo lo que eres

CBC, la compañía líder en Centroamérica, el Caribe y Sudamérica en la elaboración y distribución de bebidas y embotellador exclusivo de PepsiCo, anuncio el lanzamiento de la bebida energética 220V, que buscará captar el 20% de la cuota de mercado de energizantes para el año 2020 en el Perú. Para lograrlo, ofrecerá al consumidor 50% más energía, frescura y sabor en un envase de 450 ml a tan solo S/ 2.00. Actualmente, el Perú representa el 47% del volumen de la región andina (Perú, Ecuador y Colombia) en el rubro de energizantes. El mercado de energía en este país creció por encima del 21% en el 2018 con respecto al 2017. “220V llega al mercado peruano en un gran momento, con una moderna propuesta de valor, un excelente producto enriquecido en vitaminas, y el mejor sabor en un empaque diferenciado dentro de la categoría de Daily Energy. Además de contar con un precio que se encuentra al alcance de nuestros consumidores. Estamos seguros que será un éxito”, comento Gissela Jaramillo, Regional Brand Manger en CBC. A través de una fórmula ganadora, 220V repone la energía del cuerpo, refresca y estimula la actividad física y mental, logrando que sus consumidores se beneficien con un rendimiento extra. Esta bebida está diseñada para utilizar las virtudes de sus ingredientes y vitaminas, con la finalidad de intensificar el estado de alerta de sus consumidores, acompañados de un delicioso sabor. “Los consumidores son cada vez más dinámicos y activos, realizan muchas actividades en el día y necesitan una energía extra para continuar. El peruano en general se caracteriza por ser emprendedor, con sueños y con ganas de que su productividad aumente. Muchos estudian y trabajan al mismo tiempo, además de darse espacio para compartir con sus familias y amigos, por lo que tienen jornadas largas. Para ellos es 220V, para que den el 220 en todo lo que hacen”, sentencio :)

martes, 11 de junio de 2019

LA AMPLITUD MODULADA EN EL PERÚ: Una señal olvidada

A diferencia de otros países donde las radios AM están en vías de desaparecer y que es el mismo camino que están siguiendo incluso las de FM como sucedió en Noruega - que en el 2017 decreto un ‘apagón FM’ para reemplazarla por la radio digital debido a la saturación del espectro - en el Perú, por el contrario, aun existen a pesar de su escasa audiencia y pésima calidad. Relegadas al ostracismo, ya que las principales cadenas de radio que la ocupaban hace mucho emigraron a la FM, esta saturada de emisoras de música - bien criolla o folklórica - o especialmente religiosas (uno se sorprende la cantidad de predicadores de ‘iglesias’ de múltiples denominaciones que a toda hora del día exigen a voz en cuello una ‘colaboración’ económica para seguir en el aire). De acuerdo a recientes encuestas das a conocer, apenas representan el 1% de la sintonía total en Lima Metropolitana. Es mas, en la pregunta sobre recordación de emisoras radiales que se hizo en el último estudio de hábitos hacia la radio y la televisión, no aparece mencionada ninguna emisora de AM en nivel socioeconómico o segmento alguno. Y pensar que hubo una época en el Perú - en aquellos tiempos en que los dinosaurios gobernaban la Tierra - cuando eran las más sintonizadas e influyentes, convertidas en medios de comunicación indispensables tanto para informarse como para entretenerse. Pero la llegada de la FM acabo con su sueño, ya que si bien tienen menor alcance, poseen mejor calidad de sonido y sobre todo, al ser más económicas que las AM, tanto en el costo de los equipos como en la instalación de los mismos, ya que la mayor parte de la inversión en AM se la lleva la antena, que supone un terreno amplio para levantar la torre y enterrar los radiales - algo que no necesita uno de FM - cual flautista de Hamelin, atrajo a su lado a las principales cadenas de radio quienes acabaron por trasladarse masivamente a la nueva frecuencia, convirtiendo a sus emisoras en AM inicialmente en simples repetidoras de su programación de FM, para posteriormente - en la mayoría de los casos - cerrarlas, alquilarlas o simplemente venderlas - circunstancia esta ultima que se aprovecharon las distintas denominaciones religiosas para adquirirlas debido al bajo precio que pedían y que tienen sus pequeñas audiencias cautivas hacia los cuales están dirigidos. Aparte de ellas, subsisten antiguas emisoras que transmiten música y noticias como Radio Libertad, Santa Rosa o La Crónica que se negaron a emigrar a la FM y que hoy son una sombra de lo que fueron. Actualmente en el Perú, la AM languidece a la vista de todos, y para empeorar las cosas, el advenimiento de la radio digital - que tarde o temprano llegara a este país - será el epitafio a su azarosa existencia. Quizás no desaparezca de inmediato, ya que de seguro podrá sobrevivir en los pueblos más apartados y remotos, que tienen sus propias emisoras que difunden su música y costumbres, pero de que a la radio en su conjunto le llegara la hora (como sucedió con la televisión analógica ‘enterrada’ por la TDT) de eso no cabe duda alguna :)
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