El totalitarismo no es novedad en la historia de la humanidad. Lo define con exactitud el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588- 1679) en su obra “Leviatán”, donde describe magistralmente un Estado dentro del cual la vida individual está incorporada casi por completo. La voluntad del individuo se concentra en el soberano que gobierna al monstruo colectivo por derecho divino. Eso precisamente se repitió en la banda terrorista marxista- leninista-maoísta-mariateguista Sendero Luminoso creada por el genocida Abimael Guzmán Reynoso, que como detallamos en capítulos anteriores, en la práctica, era quien disponía de la vida de sus seguidores, en su mayoría jóvenes universitarios, campesinos e ilusos obreros que cayeron en las redes del siniestro “pensamiento Gonzalo”. Aquellos que se enrolaron en las huestes asesinas de Sendero sellaron un compromiso de sangre similar al gansteril código “Omerta” que imponía la mafia siciliana en la década de 1920 a sus integrantes, quienes antes de delatar a los miembros y “capos” de la criminal organización se vieron muchas veces obligados a asesinar a sus propios familiares o entregar sus vidas. Los terroristas de Sendero consagraban su existencia al “Partido” desde el instante que eran captados por las satánicas prédicas y promesas de Guzmán y los miembros de su cúpula, según reveló en marzo de 1992 Jairo Ramírez el primer arrepentido que fue acogido por el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE). Este sujeto proporcionó valiosa información que hizo posible la desactivación de numerosas “células” senderistas que operaban en los valles del Ene, Apurímac, Mantaro y alturas de Huancavelica y Apurímac. “Los errores se pagaban con la muerte. Yo deserté porque no cumplí con dar muerte a un juez que se dirigía a Ucayali y al cual por orden directa de Abimael Guzmán debía liquidar cuando se detuviese a almorzar en el camino. No lo hice porque al acercarme al tambo donde se encontraba comiendo me encontré con un amigo de la infancia al que no veía hacía muchos años desde que salimos de la escuela. El destino hizo que nos reencontrásemos, él era policía y estaba encargado de la seguridad del magistrado y yo un sicario de Sendero, confesó el arrepentido al coronel EP (r) Alberto Pinto Cárdenas, entonces jefe del SIE y a su equipo de analistas. “Me acerqué, lo abracé y le dije que era senderista y que tenía el encargo de asesinar al juez. Sorprendido escucho mis palabras sin abrir la boca. Le pedí que siguieran su camino, ya que no podía asesinar a mi primer amigo de la infancia. Así le salvé la vida, pero quien manejaba la moto en la que llegué al lugar donde debía cumplir el encargo del “presidente Gonzalo” me delató y fui encerrado en una choza a la espera de ser sometido a un juicio popular”, contó. Indicó que como a lo largo de su trayectoria de más de cinco años había aniquilado con éxito a más de treinta opositores a Sendero, la cúpula demoró en decidir mi suerte. Al cabo de casi un mes, una joven con la que convivía lo liberó y logró escapar. Jairo se presentó una madrugada en el cuartel de los “sinchis” en Mazamari y se autodelató como “combatiente del Ejército Guerrillero Popular”. Inicialmente fue objeto de burla por parte del personal policial de dicha unidad especializada. Nadie concebía racional que un sedicioso se entregase tan fácilmente, pero cuando ofreció información y evidencias de pertenecer a la horda genocida fue traído a Lima e internado en el SIE. Ello dio lugar a una fuerte discusión entre el coronel EP (r) Pinto Cárdenas y el ex comandante general del Ejército Nicolás Hermoza Ríos. Este último sostenía que se trataba de un peligroso elemento que ponía en riesgo las instalaciones del Pentagonito. Jairo Ramírez fue evaluado por estrategas del SIE, conducido al desaparecido Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) donde Vladimiro Montesinos y su equipo de analistas estudiaron su perfil psicológico y luego volvió al Cuartel General del Ejército. A las pocas semanas se le permitió que se reencontrase con sus padres y hermanos en un hotel de Miraflores y regresó a las instalaciones del SIE convirtiéndose en uno de los mejores informantes en la guerra antisubversiva. “Muchos temían cometer errores, sabían que sus vidas ya no les pertenecían, eran de Sendero, es decir de Abimael Guzmán, el ‘guía supremo” con quien nadie se atrevía a discutir. El ‘presidente Gonzalo’ actuaba como un soberano de la época medioeval”, señaló Jairo. Sin lugar a dudas, las palabras de Guzmán eran ley y miles siguieron sin replicar sus órdenes hasta la muerte. “La sangre nos fortalece y si es el baño que nos han hecho las fuerzas reaccionarias, la sangre está corriendo, no nos hace daño, por el contrario nos fortalece”, afirmaba el sátrapa. Posteriores revelaciones de senderistas arrepentidos pusieron al descubierto que muchas veces asesinaron a sus familiares antes que desacatar las consignas de los cabecillas. Tenían que salvarse, sus vidas ya no les pertenecían, según fuentes del SIE. Sin embargo, el “pensamiento Gonzalo”, con toda la capacidad dialéctica que puede contener, no consiguió superar los avatares de la guerra causados por la precariedad de los medios bélicos con que contaba el autodenominado “Ejército Guerrillero Popular” y sobre todo por la equivoca preparación de los vándalos que lo integraban ya que se trataban simplemente una gavilla de asesinos fanatizados y enviados como carne de cañón para enfrentar a las FF.AA. por lo que no tenían ninguna posibilidad de salir airosos , a criterio de diversos estrategas militares. Ello dio lugar a que en más de una ocasión surgieran discrepancias en torno a la actitud “filosófica” de Guzmán como conductor militar, originándose sangrientas purgas y numerosas deserciones. Senderistas arrepentidos revelaron posteriormente a analistas del SIE que la extrema crueldad con que se actuó por orden del “presidente Gonzalo” generó el rechazo de un sector de combatientes que fueron eliminados a los pocos días luego de que los jerarcas de Sendero advirtieran: “están con el Partido o contra el Partido”. Narraron que la barbarie que desataron, especialmente en agravio de miles de humildes campesinos, creó temor e inseguridad entre los propios seguidores de Abimael Guzmán. Así, cuando en una ocasión fracasó el asalto al centro penitenciario de Jaén (Cajamarca), donde se hallaban recluidos elementos de un pelotón subversivo formado por Osmán Morote Barrionuevo (a) “Nicolás” y asimismo, cuando abortó la liberación de unos terroristas internados en el Hospital Nacional de Huamanga, Abimael Guzmán puso en la mira a quienes había asignado a ejecutar dichas acciones delictivas. Como si fuera un emperador romano, no titubeó en bajarle el dedo a quienes dirigían el “Comité Regional de Cajamarca” y luego al de Ayacucho, respectivamente. Todos fueron acusados de complotar contra la dirección del “Partido” y fundamentalmente contra el “presidente Gonzalo”. Como consecuencia, se produjo una purga de cabecillas que afectó a la totalidad de la organización terrorista. Luego de dos meses se reorganizaron ambos comités bajo las directivas y planteamientos de Osmán Morote Barrionuevo y Margot Liendo, que se concretaron en la “Conferencia Nacional” de marzo de 1986. Se denominaba así a reuniones periódicas convocadas por el “Comité Central” para dar solución a problemas de relativa importancia que no podían ser solucionados por los “Comités Regionales”. Esos cónclaves a los que asistían Abimael Guzmán y su cúpula criminal se dieron en diciembre de 1979, junio de 1982, septiembre de 1983 y octubre de 1986. Llegó un momento en que solo Guzmán, emulando las normas impuestas en la etapa virreinal por los españoles, podía autorizar a sus seguidores entablar una relación de pareja. Todos, incluso los cabecillas y miembros de su cúpula estaban obligados a pedir su autorización y consentimiento. A tal extremo llegó su tiranía que obligó a los campesinos casados y convivientes a someterse a un ritual que denominó “procedimiento para la celebración de matrimonios ante el Partido”. El citado ceremonial era oficiado por el “mando” senderista de la zona vestido con un poncho en el que destacaban la hoz y el martillo bordados con hilo rojo. La unión conforme a las leyes del “Nuevo Estado” se iniciaba cuando el representante del “presidente Gonzalo” daba lectura a un manuscrito que a la letra señalaba: “los aquí presentes estamos reunidos para celebrar la ceremonia de matrimonio de (….) ante el Partido” A continuación daba lectura a reflexiones señaladas en la obra “Escritos Económicos” de Karl Marx y Friedrich Engels (1884) , cuyas teorías encubren una pasión por la justicia y hermandad que tiene sus raíces en los profetas hebreos. Habitualmente a los contrayentes se les leía: “Marx nos enseñó la relación entre un hombre y una mujer es más directa y estrictamente humana, constituye una relación social, Cuando quienes contraen esa relación son comunistas o revolucionarios esa unión debe coadyuvar a la brega que ambos realizan por la revolución”. Y añadía; “hoy que vivimos en el III Momento de la sociedad peruana contemporánea y que nuestro pueblo se levanta en armas bajo la dirección del Partido Comunista Peruano que transforma la sociedad a través de la guerra popular del campo a la ciudad los camaradas (…) han decidido contraer matrimonio para que su unión sirva al desarrollo de nuestra revolución. En nombre del nuevo Estado que representa la nueva sociedad y ante los testigos camaradas (…) los declaro marido y mujer para que se apoyen, ayuden y asistan y sirvan más a la revolución”. De esta manera, se comprometían de por vida tanto a Abimael como al “Partido”. A ese grado llego su fanatismo criminal. Ahora llegaba el tiempo de pasar a la acción. (Próximo capítulo: Ayacucho, tierra de los muertos) :(