TV EN VIVO

martes, 3 de noviembre de 2020

TUPAC AMARU/ MEMORIA, SIMBOLOS Y MISTERIOS: Las claves de una rebelión en el Lugar de la Memoria

Una pregunta que se han planteado diversos historiadores contemporáneos es la siguiente: ¿cuándo empezaron realmente las guerras de Independencia en esta parte de América del Sur? No existe un consenso, pero sí hay un hecho incontrastable sucedido a fines del siglo XVIII que es visto como un hito en ese período de larga duración que significó el fin del dominio español: la gran rebelión de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, el cual por cierto, no solo acabo en un baño de sangre, sino también con la posibilidad que sean los indígenas quienes lideren la corriente emancipadora, dejando desde ese momento la iniciativa a los criollos - es decir a los descendientes de los españoles nacidos en esas tierras - quienes al final salieron vencedores, mientras los nativos continuaron relegados e ignorados hasta el día de hoy. En cuanto a Tupac Amarú II, su gesta revolucionaria se inició un 4 de noviembre de 1780, en las alturas cuzqueñas. Ese día, el cacique asistió a un almuerzo en la casa del párroco de Yanaoca, Carlos Rodriguez. Ahí se encontraba el poderoso corregidor Antonio de Arriaga. Ambos se conocían de tiempo, pero esa tarde sería distinta. Túpac Amaru le tendió una celada. Cuando Arriaga regresaba a su casa, en Tinta, interceptándolo en el camino y lo tomó prisionero. Durante seis días, Arriaga estuvo encerrado en el sótano de la casa de Túpac Amaru en Tungasuca, donde fue obligado a firmar cartas y documentos para obtener dinero, y con las llaves del propio corregidor, Túpac Amaru viajó hasta su residencia en Tinta para apoderarse de casi un centenar de fusiles, escopetas, pólvora y balas, y unos 22.000 pesos del cobro de tributos. El 10 de noviembre, el líder rebelde convocó a los vecinos, en una loma cercana a Tungasuca, donde Arriaga, la máxima autoridad española en la región y reclutador de los nativos para las minas de Potosí, fue juzgado y luego ajusticiado por uno de sus esclavos, el negro Antonio Oblitas, “en nombre de Dios y del rey, por dañino y tirano”. Desde ese momento estallo la revolución y se abolieron una serie de impuestos como la alcabala, la mita y el repartimiento, se restauraba el uso del idioma quechua y se ponían fin a los odiados obrajes, aquellos centros de trabajo y reclusión adonde iban a morir miles de indígenas en las condiciones mas terribles. Muchos de los presentes asumieron que la rebelión tenía un origen divino, mientras que otros pensaban en la restauración del Imperio, ya que Túpac Amaru II, se proclamó descendiente del último Inca de Vilcabamba, Tupac Amaru I (quien ejecutado en el Cuzco por el Virrey Toledo en 1572). Por más de cinco meses, los rebeldes pondrían en jaque a la poderosa corona española. Movilizaron a miles de personas, tomaron pueblos, incendiaron obrajes y haciendas, pero fracasaron en su intento de tomar el Cuzco, lo cual a la postre seria su fin. Esta historia la cuenta, con precisión narrativa, el investigador y peruanista estadounidense Charles Walker en La rebelión de Túpac Amaru, un libro publicado en el 2015 por el Instituto de Estudios Peruanos, el cual no termina con la ejecución de Túpac Amaru y sus familiares el 18 de mayo de 1781 en la Plaza Mayor del Cuzco; sino que describe también la etapa de terror posterior, cuando la rebelión se extendió por el altiplano, liderada por Diego Túpac Amaru, sobrino de José Gabriel. En ese periodo que va hasta julio de 1783, la lucha se fue haciendo cada vez más cruenta y salvaje de parte de los rebeldes, por lo que la reacción española fue enérgica, aplastando la revuelta de manera fulminante. ¿Fue la rebelión de Túpac Amaru en realidad, el primer foco independentista en la América del sur o solo fue un levantamiento contra los impuestos y los abusos de las reformas borbónicas, pero no contra la autoridad del rey? “Yo creo que al final es parte de todo un ciclo de levantamientos, y que la independencia, de alguna manera, sí comienza con Túpac Amaru, aunque él nunca pensó en un Perú como el que se forjó entre 1821 y 1824”, dice Walker. “El tenia intenciones de restaurar el Imperio Inca y coronarse en el Cuzco - lo que le hubiese valido que millones de indios en el virreynato se levantaran en armas - pero al no conseguir tomar la ciudad y su posterior captura y ejecución, acabo con sus sueños de crear otro modelo de gobierno, más allá del centralismo que surgió con los criollos, de la predominancia de Lima sobre las provincias del país, y de la postergación del quechua y su cultura. Pero, más allá del propósito mismo de Túpac Amaru, existe hoy la idea de que este movimiento significó el inicio del fin del régimen colonial” aseveró. “Su plataforma fue muy heterogénea y compleja, pero sus acciones no. Se quemaban haciendas, se saqueaban obrajes, se mataban autoridades españolas, se restauraba el quechua, todos esos fueron pasos muy radicales. Algunos dicen que el levantamiento se debió a una frustración personal de Túpac Amaru (por su derrota en el juicio que había emprendido en los tribunales españoles para ser reconocido como legítimo descendiente de Túpac Amaru I), pero eso es absurdo, nadie defiende sus intereses sublevándose y, menos aún, sabiendo que con esa actitud puede perder la vida”, añade el investigador. Precisamente, uno de los grandes enigmas históricos sobre la rebelión fue la decisión de Túpac Amaru de no atacar el Cuzco antes de la Navidad de 1780, cuando se encontraba virtualmente desguarnecida, ya que las tropas españolas que la custodiaban habían sido completamente derrotadas en Sangarará. Es mas, su mujer - Micaela Bastidas- quien era mas radical que el, le exigía continuamente a tomar a antigua capital de los Incas ya que prácticamente no encontraría resistencia, pero Túpac Amaru decidió avanzar hacia el sur, en dirección a Puno, aparentemente con el objetivo de reclutar mas hombres a su ejercito antes de intentarlo, pero perdió una magnifica oportunidad que hubiese cambiado quien sabe, el destino de América. Por ello, cuando a inicios de 1781, los batallones de soldados provenientes de Lima y la movilización de las tropas indígenas de caciques leales a la corona - quienes nunca se plegaron a los llamados de Túpac Amaru, como Mateo Pumacahua que era su encarnizado enemigo - terminaron inclinando la balanza a favor de los españoles, intentó tomar la ciudad pero ya era difícil. El fracaso fue total y comenzó la huida pero a su vez la persecución. La hora de ajustar cuentas había llegado. Cabe destacar que lo sucedido entre fines de 1780 y mediados de 1781 no pasó desapercibido ni en Lima ni más allá del virreynato peruano. Como afirma la historiadora Scarlett O’Phelan en el libro Independencia en los Andes (Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2014), “los ecos de esta insurrección general se sintieron en numerosos espacios de la América española, y el cacique rebelde, a quien se le acuso de haber intentado restaurar el Imperio de los Incas, se enarboló como un símbolo contra el mal gobierno - los abusos y la corrupción - de los funcionarios de la monarquía borbónica. Además, el levantamiento liderado por Túpac Amaru, que se extendió por casi un año en más de la mitad del territorio del virreynato, incluido el Alto Perú, fue sin duda la demostración de que se podía enfrentar a la corona española con relativo éxito. Cuarenta años luego de sucedidos estos hechos, ese imperio español que aplastó a Túpac Amaru e intentó borrar su nombre de la memoria, con desesperación y dureza, llegó a su fin. El nunca lo supo, pero su gesta no sucedió en vano”. Justamente, tomando como eje la rebelión de 1780, El Lugar de la Memoria reinicia sus actividades paralizadas debido a la pandemia, con la exposición titulada Túpac Amaru: Memoria, símbolos y misterios. Se trata de una exhibición - asesorada por el investigador Charles Walter - y planteada en tres grandes temáticas: primero, mostrar la forma en que se han representado a estos personajes a lo largo del tiempo; después exhibir obras alusivas de 14 artistas contemporáneos de distintas partes del país, entre quienes destacan Nereida Apaza, Fernando Bryce, Delfina Nina, Alfredo Márquez, Elliot Túpac y Susana Torres; y, finalmente, montar un espacio poético con nueve poemas dedicados al cacique cuzqueño, como los conocidos “Canto coral a Túpac Amaru”, de Alejandro Romualdo, y “A nuestro padre creador”, de José María Arguedas. “La primera parte presenta reproducciones de óleos, afiches, cuadros históricos, desde la primera imagen atribuida a Tadeo Escalante, pintada sobre cuero a inicios del siglo XIX, hasta las realizadas a raíz del concurso que organizó el gobierno militar en 1970, con el que se buscaba crear una imagen arquetípica del héroe. No hubo ganadores, solo cuatro menciones honrosas a Milner Cajahuaringa, Ángel Chávez, Augusto Díaz Mori y Fernando Saldías. Luego, están las reproducciones de las imágenes oficiales, entre comillas, porque nacieron patrocinadas por Palacio de Gobierno, y que presidieron cada una en su tiempo el Salón Túpac Amaru (antiguo Salón Pizarro). Está la pintada por Néstor Quiroz, en 1972; la de Mario Salazar Eyzaguirre de 1974; y, por último, la de Armando Villegas, de 2002”, refiere Enrique León, coordinador curatorial de la exposición. La exposición es coorganizada por el Proyecto Especial Bicentenario y la Universidad de California, Davis (Estados Unidos) y cuenta con el apoyo de la Dirección Descentralizada de Cultura del Cuzco, la cual podrá ser visitada a partir del 12 de noviembre hasta el 18 de mayo del 2021 :)
Creative Commons License
Esta obra está bajo una Licencia de Creative Commons.