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martes, 14 de julio de 2015

L'INCA ET LE CONQUISTADOR: París rememora el encuentro entre Pizarro y Atahualpa

Ubicado en la Isla de Francia, el parisino museo del Quay Branly presenta una exposición articulada en torno a las protagonistas de una tragedia ocurrida en 1533, como fue la invasión y caída del Imperio Inca. Se trata de un proyecto museístico de carácter pedagógico, que pone de relieve el estado social, económico, político, cultural y artístico de los incas y los españoles, a mediados del siglo XVI. La muestra, que puede visitarse hasta el próximo 20 de septiembre, entrelaza las biografías del Inca Atahualpa y el conquistador Francisco Pizarro, del que últimas investigaciones han aportado nuevas visiones, a través de 120 obras precolombinas e hispánicas como libros de la época, orfebrería, tapices, pinturas, cerámicas y armas. Como sabéis, a la llegada de Pizarro a las costas del Perú, da la casualidad de que el Imperio Inca se encontraba en un estado de guerra civil, lo cual redujo sustancialmente sus posibilidades de hacer frente con éxito a esta invasión. Los españoles, por el contrario llegaron en busca de riquezas, ya que sabían que allí abundaba el oro y la plata. Con la palabra “Imperio”, los comisarios de la exposición utilizan la misma palabra para nombrar construcciones históricas de muy distinta naturaleza. Sin problemas de método, la exposición compara las peripecias humanas de los dos protagonistas de aquel “choque” de civilizaciones. Pizarro es un personaje ambicioso y sin escrúpulos que con menos de doscientos hombres y medio centenar de caballos, consiguió conquistar a un Imperio de poco menos de doce millones de habitantes, que se encontraba dividido como producto de una larga guerra civil. Sin duda, la reconstrucción comparada de las armas, herramientas, utensilios de uso doméstico y religioso que permiten comprender el grado de civilización que encarnaban Atahualpa y Pizarro y también imaginar un combate francamente desigual. La mera comparación no oculta lo esencial: el hundimiento del Imperio Inca estuvo acelerado de manera vertiginosa por la llegada circunstancial de los españoles en plena guerra fraticida. Muchos historiadores concuerdan que si hubiese ocurrido en tiempos de Pachacutec o Huayna Cápac, otro hubiese sido el resultado de aquel “encuentro”. La fecha clave que decidió el destino del Imperio Inca fue el 16 de noviembre de 1532, día en el que Pizarro capturo a traición a Atahualpa a quien había invitado a reunirse con el en Cajamarca (una ciudad ubicada al norte del Perú) cuando este último se dirigía a coronarse al Cuzco. Lo demás es historia conocida, Para mejor ilustrar sus propósitos de esta exposición, se ha dividido en cuatro secciones. De entrada, en la primera sección, se presenta comparativamente el estado de los dos campos (imperio inca/imperio español), con breves pinceladas consagradas a sus respectivos líderes, Atahualpa y Pizarro. En lo más alto de su esplendor, la cultura inca produce unas obras muy diferentes a la cultura barroca europea que Pizarro encarnaba, a su manera, descubriendo, conquistando y colonizando un nuevo continente. En una segunda sección, la muestra pretende reconstruir el diálogo fallido con el “otro”. Se trata de una variación pedagógica de una versión “multicultural” del diálogo entre culturas y civilizaciones. Para Atahualpa, el “otro”,Pizarro (de tez blanca y barba y cubierto de armadura) se asemejaba a una de las formas que adoptaría al dios Viracocha, de ojos verdes y barba blanca, quien según antiguas profecías, debía llegar por el océano para estabilizar el imperio. Para Pizarro en cambio, el “otro” (Atahualpa) era un rey “bárbaro” de un reino que el invasor estaba decidido a conquistar a sangre y fuego si era necesario - como efectivamente ocurrió - demostrando una crueldad sin limites para con los vencidos. La diferencia esencial entre el Inca y el invasor, era que Pizarro tenía armas y caballos – que los Incas no poseían – para conseguir su objetivo: Ser el nuevo “señor” de un extenso territorio mayor incluso que la metrópoli, pero poco le duro la dicha, ya que tuvo al igual que Atahualpa. un trágico final. En una tercera sección de la muestra, propone una exposición comparada de objetos, utensilios y obras que intentan comprender acontecimientos íntimos en el marco del diálogo fallido entre incas y conquistadores. Así, la Biblia de un soldado español se confronta con los quipus de los incas. En su cuarta y última sección, se propone rastrear los orígenes de una nueva sociedad, fruto del “diálogo de civilizaciones”. Un paralelismo final sencillamente fallido. Atahualpa y la aristocracia inca no podían imaginar siquiera contraer matrimonio con mujeres europeas, como sí lo hicieron Pizarro y sus hombres con las princesas incas con las que se casaban por la iglesia, transmitiendo a sus hijos la religión, la lengua y la cultura europea. El trágico resultado de la conquista fue la destrucción de una brillante civilización debido a las desmedidas ambiciones de quienes sin embargo, no pudieron disfrutar de lo obtenido, ya que perdieron la vida en las sangrientas guerras civiles que se sucedieron a continuación. Pero eso ya es otra historia :)
   
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