UN PAÍS EN DESCOMPOSICIÓN: La saga maldita de los Fujimori
¿Puede una sola familia paralizar la dinámica política de toda una nación, ocupar el centro de las instituciones y establecer un gobierno paralelo doblegando al verdadero Ejecutivo, que se debate entre el caos y la improvisación más absoluta? Si la familia se llama Fujimori y ese país es el Perú, la respuesta lastimosamente es sí. Desde que perdió abrumadoramente las elecciones presidenciales en junio del año pasado, pero ganando la mayoría absoluta en el Congreso, Keiko Fujimori, hija de un ex dictador condenado en un proceso ejemplar a 25 años de prisión por Crímenes de Lesa Humanidad, ha hecho todo lo posible para obstaculizar al debilitado gobierno de Pedro Pablo Kuczynski (aquel infame lobbysta y Traidor a la Patria que sigue al pie de la letra las ‘instrucciones’ del Departamento de Estado norteamericano permitiendo el incremento del numero de tropas estadounidenses en suelo peruano, así como la apertura de nuevas bases militares en la Amazonia con fines inconfesables, un hecho que la prensa basura de este país bananero ha cubierto con un vergonzoso manto de silencio), privándolo de todo apoyo y revelando la extrema fragilidad de un gabinete de oportunistas que se ‘subieron’ al coche a último minuto, pero sin ninguna habilidad política. El patológico resentimiento de Keiko Fujimori por haberse visto privada de una presidencia que ya lo sentía en el bolsillo luego de dos costosísimas campañas financiadas por el narcotráfico, se ha traducido en 15 meses de feroz boicot a la actividad del Ejecutivo y en un uso prepotente y matonesco de su mayoría absoluta en el Congreso unicameral de 130 diputados. Calificados unánimemente por la opinión publica como una banda de cavernícolas irreflexivos, monos con metralletas, fujiasnos y parásitos sin oficio ni beneficio, ya que la gran mayoría de ellos ni ha terminado la primaria, los 71 congresistas naranja - el color de su partido, llamado eufemísticamente ‘Fuerza Popular’ (?) - se han dedicado en todo este tiempo no a legislar como es su obligación, buscando soluciones a los graves problemas económicos y de inseguridad que existe en el Perú, sino a interpelar y censurar ministros que son tan impresentables como ellos y que solo buscaban su beneficio personal. Su única actividad ‘parlamentaria’ ha consistido en promover leyes retrógradas, como la que reserva generosas exenciones fiscales a las grandes empresas, provocando un clima de inestabilidad e ingobernabilidad que no ayuda a la necesaria recuperación económica, y aprobando peligrosas normas a pesar que antes habían anunciado su negativa a hacerlo,como el uso de la marihuana ‘con fines medicinales’ cuando lo cierto es que de hecho están legalizando el consumo de drogas en el Perú y convirtiendo de hecho al país en un ‘paraíso’ para los carteles del narcotráfico, quienes hicieron un intenso lobby para su aprobación. Este cambio de posición se explica porque el conocido capo del narcotráfico - Joaquín Ramírez - es ‘financista’ de Keiko Fujimori, a quien apoyo decididamente en sus campañas presidenciales, y había llegado el momento de pagar por los ‘favores’ recibidos. De otro lado, los avances lentos pero devastadores del caso Odebrecht que involucran en sonados casos de corrupción prácticamente a toda la clase política peruana, en especial a Keiko Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García y al mismo Kuczynski, han agravado el sentimiento de decepción por un gobierno tan débil y genuflexo frente a las vengativas pataletas de la hija del genocida, quien hasta el día de hoy, esta convencida de que le ‘robaron’ el triunfo en los ballottages realizados, tanto frente a Ollanta Humala en el 2011, como ante Pedro Pablo Kuczynski en el 2016. De allí su rabia y agresividad que se manifiesta en sus aberrantes declaraciones, como el comportamiento de su bancada en el Congreso. A ello debemos agregar las nada disimuladas intenciones de su hermano menor Kenji, de tomar el control del movimiento como ‘autentico’ representante del fujimorismo, quien al frente de los ‘albertistas’ (los fujimoristas ‘originarios’) califica de traidores a su padre, oportunistas y tránsfugas a los seguidores de su hermana (los llamados keikistas), desatando una guerra fraticida al interior de la organización mafiosa. Como sabéis, la ascensión del clan Fujimori - a pesar de que el genocida se encuentra en la cárcel por sus crímenes cometidos, pero a la espera de una posible excarcelación – se inicio a finales de los años 80, cuando un oscuro y mediocre rector de la Universidad Agraria La Molina llamado Kenyo Fujimori, irrumpió en la política y ganó sorpresivamente la presidencia al candidato conservador Mario Vargas Llosa, gracias a la ‘guerra sucia’ orquestada en su contra por el gobierno aprista. La ilusión de que un outsider de la política pudiera sacar al país de la gravísima crisis provocada por la primera presidencia de Alan García duró muy poco tiempo. El 5 de abril de 1992 a menos de dos años de asumir la presidencia y con un repentino autogolpe, Fujimori traicionó a la democracia e instauró una sangrienta dictadura que parece inspirada en un shogunato japonés, el cual duro hasta final del año 2000, gracias a una reelección fraudulenta. Es casi una década de suspensión de las libertades fundamentales, el cierre del Congreso, la imposición de una nueva Constitución a su medida, la instauración de un Legislativo unicameral compuesto por incondicionales de la dictadura, la intervención del Poder Judicial, una represión brutal de todas la oposición, la creación de escuadrones de la muerte so pretexto de su ‘lucha contra el terrorismo’ que causó miles de muertos, una corrupción galopante a todo nivel (son famosos los videos de Vladimiro Montesinos, el Rasputín del régimen, que filmaba las coimas a políticos y empresarios comprando sus conciencias), su colusión con el narcotráfico (es conocido el caso del avión presidencial con 176 kilos de cocaína), el saqueo de las Arcas Públicas (se calcula en 6 mil millones de dólares el monto de lo robado, producto de las ilegales privatizaciones de las empresas estatales), millares de esterilizaciones forzadas en las regiones andinas a mujeres de humilde condición y un largo etcétera de monstruosidades cometidas, cuyo recuerdo a los peruanos aun llenan de horror. Sus fechorías, ya inocultables, rebalsan la cloaca en que se han convertido las principales instituciones del Perú. Su caída, no exenta de connotaciones novelescas, empezó el 19 noviembre de 2000, tras ser conocido un revelador ‘vladivideo’ que dejo al descubierto la podredumbre moral de su régimen criminal. Cobarde como nadie, huyo del país refugiándose en el Japón renunciando vía fax, creyendo ilusamente que sus delitos no iban a ser castigados. Y vaya que se equivocó. Capturado en el 2005, en ocasión de un sorpresivo viaje a Chile, fue inmediatamente detenido y extraditado al Perú en el 2007, donde fue condenado luego de un proceso impecable, a 25 años de prisión por los delitos de asesinato con alevosía, secuestro agravado, lesiones graves, más otros siete años y medio de cárcel por peculado doloso, apropiación de fondos públicos y falsedad ideológica en agravio del Estado. Aunque nunca haya manifestado el mínimo arrepentimiento por sus crímenes cometidos ni haya desembolsado un solo centavo de los 16 millones de dólares que debe por reparación civil, el ex dictador sigue mendigando un indulto humanitario, el cual le ha sido reiteradamente negado, a pesar de que en una oportunidad se apoyó en un discutible cáncer en la lengua, que nunca lo tuvo. Sin embargo, Kuczynski, haciendo caso omiso de que fueron los arraigados sentimientos antifujimoristas los que lo llevaron a la presidencia, parece orientado a concederlo tal como lo da a conocer cada vez que viaja al extranjero, para que a su retorno al país trate de desdecirse afirmando que fue ‘malinterpretado’. Desesperado sin duda alguna por las nuevas revelaciones que lo involucran con el Caso Odebrecht, Kuczynski ha vuelto a las andadas y este viernes su ministro de Justicia, ha declarado que el gobierno está ‘considerando’ tramitar un indulto para el genocida. Paradójicamente, un Fujimori indultado es lo que menos le conviene a su hija Keiko, quien vería inevitablemente mermado su actual liderazgo, ya amenazado por su hermano Kenji, imagen del hijo fiel, que pide explícitamente la liberación del padre y critica todas las iniciativas legislativas de su propia bancada al punto de arriesgar la expulsión del partido. Por lo pronto, acaba de ser suspendido por 120 días debido a su labor confrontacional con su hermana. Sea como fuere, los Fujimori no paran de ocupar las primeras planas, ya sea que se trate de las ocurrencias de Kenji, las lamentaciones carcelarias del genocida - reproducida generosamente por la prensa basura - o las amenazas de Keiko, quien, salpicada por las revelaciones de Marcelo Odebrecht relativas al financiamiento oculto de sus campañas electorales, está embistiendo a la cúspide del Poder Judicial con un desesperado contraataque que sacude hasta los cimientos de la institucionalidad democrática. Si se suman a las arremetidas en contra del Tribunal Constitucional y del Fiscal de la Nación, el amedrentamiento a la prensa, amenazada de denuncias penales y los ataques reiterados al propio Kuczynski, cobra vigencia la inquietante afirmación del politólogo Nelson Manrique: El principal desafío que afronta la democracia peruana hoy es la ofensiva del fujimorismo, que busca destruir la débil institucionalidad existente para asegurar la impunidad de Keiko Fujimori :(