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martes, 16 de julio de 2019

HUELLAS DEL PASADO: Los mantos funerarios de Paracas

Desde su descubrimiento por los arqueólogos hace casi un siglo, los magníficos tejidos bordados de Paracas no han cesado de maravillar al mundo entero. Fueron hechos en el sur del Perú aproximadamente a comienzos de nuestra era, permaneciendo enterrados en la arena por alrededor de dos milenios. Hoy sabemos que en la sociedad de Paracas los tejidos jugaban un rol especial, muy diferente al que desempeñan en nuestra vida moderna. Durante unos 300 años sucesivas generaciones de agricultores y pescadores los utilizaron como símbolos de identidad y distinción, como uno de los más importantes vehículos de comunicación con las divinidades y como infaltables objetos de sacrificio en las tumbas de sus ancestros o antepasados. De ahí que, más allá de su incomparable belleza, estos textiles, las otras ofrendas que integraban el ajuar mortuorio y los propios fardos funerarios que los contienen constituyan una fuente esencial de información sobre las ideas y las creencias religiosas de esa antigua sociedad de la costa sur peruana. Los mantos integraban el atuendo de gala de los jefes, sacerdotes y miembros más connotados de la sociedad. Como ofrendas mortuorias, en cambio, formaban parte de las múltiples capas de tejidos que daban forma a los fardos, pudiendo haber hasta 30 mantos en un mismo fardo. En las combinaciones de los motivos y en la disposición de los bloques de colores de los mantos bordados, la complejidad de las figuras y la diversidad cromática obedecen a una estricta lógica combinatoria, donde nada se deja a la libre elección de las bordadoras. En un solo manto, una misma figura puede repetirse hasta más de 100 veces, pero, en realidad, cada una es diferente. Al parecer, estas figuras representaban ancestros míticos que ayudaban a los difuntos a convertirse en uno de ellos, para así ejercer desde la otra vida la misión de proteger a sus comunidades de origen. Algunos de ellos, fueron ataviados con bordas de oro, plata, cabellos humanos, lentejuelas, pelo de animales y plumas. Los Paracas residieron en los valles costeros del sur del Perú. Al principio, lo hicieron en modestos campamentos y más adelante en grandes poblados, viviendo del cultivo de la tierra y la explotación del mar. Las tumbas muestran que solo los jefes, altos dignatarios y miembros de la élite de la sociedad eran sepultados en fardos y con ricas ofrendas. Combinando el algodón local con la lana de camélido de la sierra, se confeccionaron los afamados textiles funerarios de Paracas, cuya belleza y refinamiento no han sido igualados por ninguna otra sociedad precolombina. La historia de Paracas se divide en las fases Cavernas y Necrópolis, pero es con esta última, desarrollada entre 100 a. C. y 200 d. C., cuando los textiles bordados lograron la perfección. La policromía de estos textiles y su rica iconografía dejaron una profunda huella en todo el sur del Perú, tal como se aprecia en la vecina y algo más tardía cultura Nazca, que para muchos especialistas, fue la continuación de Paracas. En cambio, las escudillas y las botellas monocromas con asa-puente de esta misma época provenían de Topará, un valle de más al norte que dio nombre a este estilo cerámico. No cabe duda que la belleza de sus mantos son una muestra de su perfección alcanzada y que los ha hecho mundialmente celebres :)
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