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Saturday, October 19, 2019

GOLPES DE ESTADO EN EL PERÚ: Una historia recurrente

Como todo país bananero y desde el momento mismo de su independencia de España, el Perú no ha sido ajeno a las rebeliones, revueltas, revoluciones, alzamientos, asonadas y asaltos al poder legalmente constituido por parte de aquellos iluminados que se creen “Salvadores de la Patria” instaurando regimenes dictatoriales que en su mayor parte acabo barriendo con ellos mismos. Desde Gamarra hasta Vizcarra - curioso juego de palabras - pasando por Salaverry, Leguía, Sánchez Cerro, Odría, Velasco, Morales Bermúdez y Fujimori, ambiciosos sin escrúpulos que no dudaron en recurrir a la fuerza para hacerse con el poder. La relación de estos individuos es muy larga, que ganas no me faltan de hacer una serie por capítulos para tratar extensamente sobre cada uno de ellos. Como sabéis, todo dictador se identifica más por su carácter que por el hecho de ocupar un poder político, religioso o económico. Demuestra asimismo un profundo desprecio por la opinión ajena, ignorando el derecho que asiste a los que les son adversos. Es posible que muchos se pregunten qué es un dictador, qué factores definen a un gobernante con un calificativo que lo deshonra y por qué hay pueblos que soportan dictaduras cuando otros nunca las han padecido. También es razonable indagar por qué un dictador disfruta inicialmente de apoyo popular y lo que es más alarmante todavía: por qué quien accedió al poder violentando la institucionalidad, puede conquistar de nuevo el gobierno con el apoyo electoral de una mayoría ciudadana, embrutecida por parte de los medios de comunicación afines a la dictadura - quienes se encargan de tergiversar la verdad y difundir encuestas falsas pagadas por el régimen - como se ve en estos días en el Perú. Sin duda, son preguntas complejas que probablemente no tengan respuestas precisas, pero sí es evidente que hay culturas que tienen una fuerte propensión al gobierno fuerte, el liderazgo indiscutido, a la aceptación de una autoridad que asuma responsabilidades que aparentemente la mayoría ciudadana prefiere evadir. Por supuesto que no todos los dictadores son iguales en propósitos y métodos y aunque entre ellos hay diferencias existen factores comunes que les identifican sin que importe la época, cultura, geografía, educación, ciudadana e ideología, si es que el dictador en cuestión se considera abanderado de alguna. Dictador puede ser quien asume por decisión propia o por delegación una autoridad ilimitada que no está sujeta a cuestionamiento. El poder que detenta no está en discusión ni es sujeto de debate. El dictador es figura y genio de un propósito de gobierno cualquiera que este sea. Los dictadores no admiten retos a su autoridad, pero no todos responden a los desafíos con igual brutalidad ni soportan con igual entereza las presiones de que son objeto por parte de la oposición. El dictador es intolerante, sectario, y hasta paternalista en sus abusos. El dictador gusta del elogio, de la adulación, de la sumisión a su voluntad. Vive en su mundo de fantasía y por lo regular está convencido de que con sus acciones está escribiendo los capítulos “más gloriosos" de la misma. Para el dictador, envilecer a los que le apoyan, a los que se le oponen y hasta a los indiferentes, es un mandato que garantiza su perpetuidad. El envilecimiento ciudadano es su carta de triunfo y eso lo logra con los premios y castigos que dispensa a capricho de su voluntad. Los dictadores son por ello taimados, inescrupulosos, vendedores de promesas y hacedores de castillos en el aire, pero muy en particular, desconfiados, porque para ellos la lealtad es proporcional a los privilegios que otorgan. Creen en los comentarios sin fundamentos de los aduladores de turno y en ocasiones ellos mismos los promueven. El dictador es un mentiroso compulsivo, que desconoce a la gente que gobierna, que no sabe de debilidades y grandezas, utilizando la represión y la fuerza para acallar con violencia cualquier protesta en su contra, creando grupos paramilitares con el objetivo expreso de intimidar al pueblo en cuyo nombre hipócritamente dice gobernar. Así y todo, el dictador es cobarde y pusilánime por naturaleza, siendo Fujimori un clásico ejemplo de ello. Es un miserable cuyo valor personal puede estar por debajo del promedio del de sus conciudadanos y se cree omnipotente únicamente por la guardia pretoriana que lo protege. Pero al desaparecer esta y la consiguiente caída de su régimen represivo, sabe que su vida no vale nada, huyendo precipitadamente abandonando a su familia a su suerte, antes que enfrentar a la justicia para que rinda cuenta de sus crímenes. Las motivaciones que sostienen e impulsan a los dictadores pueden ser múltiples y complejas y responden a varios patrones por lo que, a pesar de posibles semejanzas en la forma de dispensar su autoridad y ejercer la tiranía, existen diferencias entre ellos que son fácilmente apreciables por un observador aplicado. Hay dictadores sumamente carismáticos, verdaderos seductores de masas que poseen una capacidad excepcional en atribuirse los éxitos y distribuir las culpas. Pueden parecer agradables, obsequiosos y comprensivos cuando las circunstancias lo requieren. Con tales habilidades para intimar que su interlocutor puede llegar a creer que el dictador está bajo la influencia de su ingenio. Este tipo de dictador es extremadamente peligroso por que su mesianismo es contagioso, y su afán de redención afecta la roca más insignificante de su reino. Ellos pueden dividir la sociedad y llevarlas a puntos de confrontación tan agudos que la comunidad puede llegar a resentir sus valores más trascendentes y abarcadores. Bajo estos sátrapas, los pueblos sufren metamorfosis alienantes. El rebaño es objeto de la voluntad de su conductor pero se cree sujeto en la personalidad de este. El individuo se hace infinitesimal ante el ardor de quien maneja sus miedos, frustraciones, aberraciones y sueños. Estos autócratas son como los agujeros negros del cosmos, tienen tal capacidad de atracción que consumen todas las luces e individualidades que le rodean. Dichos individuos pueden estar inspirados por una especie de religiosidad. Se consideran “elegidos” e “infalibles” y cuando tienen el sostén de una ideología su capacidad de contaminación y destrucción se acrecientan. Crean una mística en su entorno y tienen la capacidad de generar sentimientos transcendentes en sus propuestas y hacer creer a sus seguidores en la constitución de un nuevo mundo y de un hombre diferente. Estos personajes por lo regular acceden al poder por medio de un proceso insurreccional, o a través de gestas populares que favorecen una especie de sacralización laica. Pero también hay dictadores de naturaleza burocrática y aunque estos pueden responder a una casta u oligarquía y disfrutar de un poder omnímodo, rara vez llegan a disfrutar de la simpatía y el apoyo popular. Estos dictadores son eficientes en controlar la maquinaria del poder y son tan crueles como requieran las circunstancias. Detentan el poder por su indiscutible capacidad para intimar y privilegiar al mismo tiempo. En ocasiones este tipo de hombre fuerte hereda el mando ya sea por designación o por vencer en luchas internas por el poder, y no pocas veces su autoridad es balanceada con la existencia de una contraparte que es quien en realidad designa a quien ostenta el liderazgo. Por supuesto que hay dictadores de opereta. Individuos despreciables y mediocres que han llegado al poder de manera fortuita y sin merecerlo. Pero una vez en el cargo, pueden ser tan crueles como el más iluminado de los líderes para intentar atornillarse al puesto, pero son fácilmente influenciables, y sus propósitos pueden ser modificados sustancial y regularmente por los “asesores” y que lo rodean. Además, a través de las instituciones del Estado instauran un férreo control sobre las actividades públicas, buscando controlar el Congreso, el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional infiltrando a su gente para coparlas si las condiciones lo demandan. Aquí perfectamente podemos situar a Vizcarra. Este tipo de dictadores gustan de “elecciones” y “referendums”, permitiendo ciertas libertades de expresión, para luego llenarse la boca demagógicamente afirmando que se vive en “democracia” (¿os parece familiar?) aunque a su vez no cesan de amenazar ese derecho y conculcarlos cuando lo estimen pertinente, utilizando para ello al Poder Judicial y su equipo de fiscales que se encuentran solícitos para actuar contra quienes supongan una “amenaza” a sus intereses. Debido a su enfermizo afán por el poder, buscan renovarlo mediante comicios - fraudulentos por supuesto - para tratar así de “legitimarse” ante el resto del mundo. No debe sorprendernos que estos dictadores tengan además una fuerte propensión a las obras faraónicas - realizadas obviamente mediante escandalosos acuerdos bajo la mesa para enriquecerse a costa del país - a través de las cuales esperan perpetuar su nombre en un vano intento por inmortalizarse, cuando debido a la gravedad de sus delitos e incalificables atropellos cometidos para eternizarse en el cargo, por “méritos” propios formaran parte de la historia universal de la ignominia :)
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