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sábado, 3 de octubre de 2020

PERÚ: Una farsa peligrosa

Venga ya, uno se pregunta que clase de maldición ha caído sobre el país andino para que tenga a impresentables elementos - tránsfugas, condenados, procesados, fugitivos y demás fauna de lo mas inimaginable - que buscan presentarse como candidatos en las próximas elecciones generales programadas para abril del próximo año, siempre y cuando el golpista Martin Vizcarra no decida postular como el “Salvador de la Patria” a pesar de estar legalmente impedido de hacerlo, con el objetivo de evitar terminar en la cárcel por sus graves y múltiples delitos cometidos (aquellos que la prensa prostituida y servil al régimen de facto tratan inútilmente de ocultar) y en ese caso, dichos comicios serian un paripe donde el fraude estaría presente desde el primer momento, porque ya se sabría de antemano quien seria el “ganador” de aquella farsa. Eso no significa que si aquel usurpador finalmente decida no presentarse, que dichas elecciones sean limpias ya que estarían digitadas por el dictador desde Palacio para que su “candidato” sea el que se imponga y lo proteja de los múltiples juicios que le esperan. A un año del golpe ¿que garantías de transparencia e imparcialidad puede haber en dichos comicios? Prácticamente ninguna. De otro lado ¿que calidad ética y moral pueden mostrar los postulantes que intentaran presentarse? Expresadas estas dudas esenciales, se trata de un asunto medular: lo que se decida esta vez en las urnas no es una simple alternancia del poder en un país con democracia disfuncional, donde todo no es como se ve. Parece que el Perú no ha aprendido la lección y ha retrocedido al pasado. Como recordareis, durante la dictadura fujimorista, existía un Parlamento mediatizado y controlado por el régimen donde tenían cabida algunas voces opositoras para dar una apariencia de “democracia”. Hoy se da lo mismo, con un Congreso atacado inmisericordemente tanto por Vizcarra - un día si y al otro también - como por los medios oficialistas con sus vomitivas campañas mediáticas intentando desprestigiarlo y volverlo sumiso a los deseos del sátrapa. Sin embargo, para su mala suerte y como producto de su (des)gobierno, el Perú llega al bicentenario de su independencia completamente destrozado, sin una sólida institucionalidad republicana, con un sistema político y social pegado apenas por el temor colectivo a una pandemia de término incierto y a una economía que tardará mucho en recuperarse. Las encuestas manipuladas y la prensa vendida no reflejan la realidad de una nación donde menos del 30% entiende medianamente el orden constitucional y trata de cumplir las leyes. Tres cuartas partes de los peruanos viven en la informalidad económica, no están bancarizados, no están integrados a los circuitos políticos, ideológicos y de valores sociales de una república agónica. Ello conlleva a que el voto principal será nuevamente de jóvenes que dejaron de ser millennials y se están convirtiendo en “ninis” (que ni estudian, ni trabajan). Como podéis imaginar a causa del Coronavirus, la campaña electoral que se avecina será brevísima y se realizara esencialmente en las redes sociales que, en sus plataformas de no divertimento, solo llegan a poco más de un 25% de los peruanos. En esta precariedad el discurso político tiene que reinventarse. Vizcarra se ha encargado de deslegitimarlo todo y en el colmo de la hipocresía, culpa a los peruanos por la pandemia para ocultar su absoluto fracaso; de modo que el primer reto será acabar con su discurso de odio que busca profundizar las diferencias. Para lograrlo hay que afrontar con entereza el conflicto ideológico y político para frenar a las peores amenazas disociativas del siglo XXI, el marxismo cultural, el globalismo y todos sus derivados como la ideología de género y el pensamiento único que buscan eliminar desde el concepto esencial de la familia peruana, hasta someter la soberanía a manos de la justicia supranacional (caso del infame Acuerdo de Escazú). Solo cuando esto esté claro se podrán formular las propuestas para reconstruir la economía y devolver orden y sentido de futuro a un país que el repulsivo populismo vizcarrista y las ONG del multimillonario judío George Soros casi han demolido del todo ¿Entenderán aquellos buenos para nada - que ni saben donde están parados pero “gracias” a las encuestas digitadas desde Palacio para hacerlos parecer como “favoritos” - de qué se tratan estas elecciones? Al respecto, The New York Times analizo profusamente esta semana los próximos comicios a celebrarse en el Perú advirtiendo desde ahora que se prepara un fraude, el cual debido a su interés he decidido publicarlo, traducido y entrecomillado claro esta ¿vale?: “En los últimos días, los peruanos asisten a una especie de juego de las sillas, en el que los políticos que fueron miembros de un partido político se afilian como militantes en otro distinto (los llamados vientres de alquiler que aparecen de la nada y se ofrecen al mejor postor en tiempo de elecciones): ya sea por rencillas no resueltas, porque la marca se desprestigió o porque no lograron reunir las 705.00 firmas necesarias inscribir un nuevo grupo partidario con el cual presentarse - que al fin y al cabo son solo siglas de agrupaciones fantasmales sin contenido, ideario, ni programa - quienes se muestran dudosos de lograr su objetivo de ser candidatos, ya que antes tendrán que pasar por las primarias, un requisito de la nueva ley electoral. Como sabéis, el último miércoles, se venció el plazo para que los potenciales candidatos a presidente o congresista se registren en las agrupaciones por las que competirán. No será una carrera fácil para ellos. Un 62% de los electores no simpatiza con ningún partido, según una encuesta realizada la segunda semana de septiembre por Ipsos Perú. Además, quienes no han decidido su voto o no votarán suman un 32%. Mientras tanto, el listado de aspirantes a la presidencia es colorido. Lidera las preferencias con un 23%, el alcalde de una barriada populosa de Lima que se ha mostrado muestra incapaz de resolver los problemas de limpieza y seguridad del paupérrimo lugar por el que fue elegido burgomaestre. Tiene 38 años, y es asiduo de la prensa rosa por sus amoríos con mujeres de la farándula. En el 2018, durante la campaña por las elecciones municipales, se casó con una actriz de televisión, de quien se separó a los ocho meses en medio de un gran escándalo. Hace un par de semanas, se registró como ‘militante’ en una organización fundada por un líder evangélico y excandidato presidencial; En segundo lugar de los sondeos, con 9% de intención de voto, figura un oscuro congresista, quien tiene una sentencia en primera instancia por difamación y un juicio oral en curso por el asesinato del periodista Hugo Bustíos en 1988. El sujeto en cuestión era jefe de inteligencia en una base militar durante el conflicto armado interno. Como si estos cuestionamientos no fueran suficientes, el grupo político al que pertenece desde el año pasado lo dirige un empresario investigado por lavado de activos y delitos contra el Estado. Cabe resaltar que la Organización Nacional de Procesos Electorales (ONPE), entidad responsable de la logística y la supervisión de los comicios de abril, ha programado las elecciones primarias de los partidos para fines de noviembre y la primera semana de diciembre, informo el jefe de la institución, Piero Corvetto. ‘Hasta la fecha hay 24 partidos inscritos y se han registrado 1.550.000 afiliados. De acuerdo a sus estatutos, ellos eligen directamente a sus candidatos o, indirectamente, a sus delegados: el domingo 29 de noviembre será la elección en las que participarán los afiliados, y, el domingo 6 de diciembre, los delegados electos por los afiliados elegirán a sus candidatos’, explico. Por cierto, como parte de los movimientos de última hora de los aspirantes a la presidencia o al Congreso, se han inscrito en el Partido Aprista un empresario minero simpatizante del fujimorismo desde la década de los noventa y la hija del primer matrimonio de un ex presidente que se suicidó en abril del año pasado para evitar ser detenido por las investigaciones fiscales del caso Odebrecht. Además, otro potencial candidato es aquel que en el 2016 fue parte del equipo de campaña de la lideresa del fujimorismo y que además fue asesor y representante de su padre durante la dictadura, quien se ha inscrito por una agrupación que en comicios pasados tuvo como candidatos a hermanos de un ex presidente nacionalista. A su turno, una expostulante a la presidencia por la izquierda en el 2016, al no lograr inscribir su partido propio, se ha afiliado a otro para presentarse por segunda vez en las elecciones. A ellos debemos agregar a un aspirante con lazos judíos que no tiene trabajo conocido y a un recientemente censurado primer ministro. No cabe duda que la mayoría de candidatos que buscan posicionarse para los comicios que se vienen, están empleando vínculos cortoplacistas, que se basan en temas específicos - como la inseguridad ciudadana, la incesante migración venezolana, o la restauración de la pena de muerte - o confían en su aparente carisma para tapar sus evidentes limitaciones. Son candidaturas improvisadas que apelan a la suerte y sobreexposición en los medios para ver si logran de esta manera acceder a un cargo público. Esto se debe a que el sistema de representación en el Perú es tan precario que genera poca predictibilidad en el electorado, que no tiene ni idea de qué partido defiende qué, ya que sus candidatos son mas de lo mismo, quienes buscan enriquecerse con suculentos negociados a costa del Estado. Es por ello que no llama la atención que una muestra de la improvisación a todo nivel existente en el Perú es el elevado número de ‘partidos’ que tienen inscripción electoral y es algo que no tiene lógica. En este país, cualquiera puede crear su propia agrupación prácticamente de la nada, ello debido a que el organismo electoral demuestra una incapacidad total para controlar los manejos turbios - como la falsificación de firmas al momento de su inscripción tal como ya ha sucedido en el pasado - de quienes ambicionan el poder, tratando de lograr su objetivo con el voto de desinformados ciudadanos. Una consecuencia de ese precario sistema político que se vive en el Perú fue que por primera vez en su historia, el candidato ganador de una elección no logró una mayoría propia en el Parlamento que le permitiera gobernar sin sobresaltos, como ocurrió con el conservador Pedro Pablo Kuczynski, quien fue obligado a renunciar en marzo del 2018 antes de ser destituido por un Congreso de mayoría fujimorista. Peor aun, su reemplazante Martín Vizcarra, no posee siquiera partido propio en el actual Congreso que sustituyo inconstitucionalmente al anterior y que defienda su labor. Ello ha generado la inestabilidad que se esta viviendo en el país. Solo algunos políticos oportunistas se han mostrado cercanos al régimen, pero a medida que se acerque la fecha de los comicios no querrán ser identificados con el oficialismo y se alejaran de el. Si bien por calculo político - y amenazas de todo calibre a los lideres de las agrupaciones que tienen bancadas en el Congreso - Vizcarra se salvo últimamente de ser destituido, eso no significa que vuelva a tener la misma suerte mas adelante. Es por ello que para evitar terminar en prisión, hará lo que sea para intentar ‘blindarse’ de la acción de la justicia y buscará que quien lo suceda - si es que finalmente no se presenta - sea un escudero de su entera confianza. Aunque viéndolo como se comporta con aquellos que lo rodean y a quienes no duda en traicionarlos a la menor oportunidad, no seria de extrañar que busque convertirse en el ‘elegido’ mediante el fraude” puntualiza la nota. Ante la innegable descomposición del vizcarrismo - acentuada este viernes con la captura de su entorno de confianza - no llama la atención que fuera del país diversos medios estén dejando al descubierto sus intenciones buscando con ello la impunidad de sus delitos, asegurando que las próximas elecciones serán una farsa peligrosa. Advertidos están los peruanos :(
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