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sábado, 15 de abril de 2017

EL VIA CRUCIS DEL FUJIMORISMO: Ni olvido ni perdón

Este breve paréntesis político que son los días de Semana Santa encuentra al fujimorismo en su propio Vía Crucis. El cierra filas de Keiko Fujimori sobre dos movidas parlamentarias cuestionables llega cuando las grietas dentro de la banda delincuencial que tiene secuestrado al Congreso se observan con mayor claridad. Mediante un vídeo, porque no ofrece entrevistas desde hace casi un año, la fracasada candidata defendió el infame proyecto de ley que pretende controlar los medios de comunicación, así como la recomendación de la Comisión de Constitución de eliminar toda mención a orientación sexual e identidad de género en la ley contra los crímenes de odio. Una interpretación posible es la de olvidarse de los discursos de la última campaña y apuntar a la polarización pura y dura. Hay quienes ya dibujan un nuevo fujimorismo a la imagen y semejanza de Donald Trump. El problema viene cuando la polarización también se manifiesta desde el interior de la organización mafiosa, cuando las ambiciones entre los dos hermanos se pone de manifiesto por el deseo expreso de Kenji de tomar el control del movimiento y ser el candidato en las próximas elecciones generales, los cuales todo indica que se realizaran antes de lo previsto, dado la incapacidad manifiesta del conocido lobbysta y Traidor a la Patria Pedro Pablo Kuczynski, cuya ineptitud para conducir el país ha quedado a la vista de todos, dado el (des)gobierno actual. Como sabéis, este antagonismo entre Keiko y Kenji es de antigua data, pero en estos últimos tiempos ha vuelto a florecer con fuerza a tal punto que el ‘engreído’ del sátrapa adopte para ‘diferenciarse’ posiciones antagónicas a de su hermana y el movimiento que aún controla. Por si fuera poco, su padre, el despreciable genocida Kenyo Fujimori - condenado en un proceso ejemplar a 25 años de prisión por Crímenes de Lesa Humanidad - disparó una salva de tuits para conmemorar el cuarto de siglo del autogolpe del 5 de abril. Este miserable ladrón y asesino, que tuvo el cinismo de declarase como el “arquitecto de la democracia moderna” (?) cuando fue quien destruyo precisamente la institucionalidad democrática en 1992, purga su condena tras las rejas y ve con rabia y resentimiento como su hija Keiko (tal como detallamos el pasado 18 de marzo) no hace prácticamente nada para liberarlo de su encierro, cuando muy bien puede hacerlo chantajeando a Kuczynski con vacarlo ya que tiene los votos para hacerlo en el Congreso. Es por ello que esta convencido que quiere que muera tras las rejas no solo para evitar que le arrebate el control del movimiento, sino que nombre a Kenji como su ‘heredero’. Los delirios del genocida de tratar de ‘justificar’ el autogolpe dados a conocer en su cuenta de Twitter, motivó a que las redes sociales se inundaran con una defensa del autogolpe como la que no se veía desde años, con siniestros y esperpénticos personajes como la impresentable Martha Chávez al frente de esos parásitos que defienden lo indefendible y lo que es peor, por un taper ya que la gran mayoría de fujitrolls ni habían nacido en esa aciaga época. Como sabéis, Keiko - la que no trabaja, pero se da la gran vida junto al mantenido de su marido, con dinero de dudoso origen proporcionado entre otros, por el conocido narcotraficante Joaquín Rámirez, ‘financista’ de su movimiento - se pasó años defendiendo la sangrienta dictadura fujimorista, sintiéndose ‘orgullosa’ de los crímenes de su padre. Hoy por razones políticas y de la manera más hipócrita, trata de alejarse de su posición primigenia tratando de hacernos creer que realmente ha ‘cambiado’ pero todos sabemos que ello no es cierto. Nunca lo hizo y nunca lo hará (el vídeo que presentamos al final de la nota es revelador) Entretanto, la última encuesta de Datum presenta un resultado a primera vista ambivalente para Keiko. Un 39% aprueba su desempeño, mientras que el 52% la desaprueba. Pero en realidad los números - siempre en la línea de la misma encuestadora - responden a su promedio del último año, con un bajón el mes pasado (61% de desaprobación, 33% de aprobación) que afectó a toda la clase política, como un efecto rebote del caso Odebrecht. Habría que fijarse en otra encuesta para entender el efecto que puede tener el enfrentamiento abierto con su hermano por el control de la organización mafiosa en estos últimos días. Por su parte, GfK preparó el mes pasado un estudio nacional sobre el fujimorismo en la actualidad. Según su gerente general, Hernán Chaparro, una de las principales motivaciones del estudio fue averiguar sobre la naturaleza del liderazgo dentro del fujimorismo. Ese primer resultado es relevante. Si en enero del 2016, en plena campaña electoral, un 48% consideraba que el encarcelado Kenyo Fujimori era el principal líder de la corriente que lleva su apellido y a su hija, la candidata, le asignaba ese lugar un 42%; hoy los roles se han más que invertido. Keiko es vista como la cabecilla de la banda delincuencial por un 57%, mientras que el padre queda relegado a un 35%. Cuando Kenji es incluido en la ecuación, es el genocida quien se reduce todavía más: Keiko 60%, Alberto 24%, Kenji 9%. No por nada Kenji siempre fue visto en la primera fila del ‘albertismo’, la corriente radical que se presenta como fiel seguidor del ‘legado’ de su padre, a diferencia de Keiko y sus ‘keikistas’ considerados arribistas de última hora y oportunistas de la peor especie. El efecto de los tuits del exdictador, por ende, sería ostensiblemente menor. La “agenda única” de la liberación del padre que le encaraban sus críticos a Keiko Fujimori ya no existe. De hecho, el enfrentamiento familiar tiene de telón de fondo la negativa de la excandidata a insistir en la posibilidad, precisamente tal como lo detallamos líneas arriba porque una vez libre el padre, Keiko tendría mucho que perder. Prefiere que muera en la cárcel y convertirlo en un ‘mártir’ para sacar réditos políticos. Pero el segundo factor especialmente importante en la encuesta es el de la identificación con Fuerza Popular. Un 23% simpatiza con la organización mafiosa, frente al 10% de hace tres años. En un país donde el 49% dice no simpatizar con ningún grupo; Keiko Fujimori debería felicitarse, pero no es así. Chaparro observa que “si alguien se ha ido construyendo como un referente partidario en medio de la orfandad política del país, son ellos, debido a la ignorancia de la gente, que por taper de por medio, son capaces de todo, inclusive apoyando a quienes son un peligro para la democracia” indicó. Un tercer eje es el de los ‘antis’. Una interpretación de las últimas elecciones - como en el 2011 - es que esta la ganó la resistencia al fujimorismo. De allí salieron los 40 mil votos que inclinaron la balanza a favor de Kuczynski y lo hicieron saltar del 21% de los sufragios válidos en primera vuelta, a Palacio de Gobierno. Hoy, apenas un 10% se describe como fujimorista duro y un 20% se considera “simpatizante”. Si es que los ‘antis’ le cerraron el paso nuevamente a Keiko en el 2016, ¿qué efecto puede tener que la hija del genocida salga alineada con algunas de las características más resistidas del fujimorismo? El mal recuerdo de los medios comprados - con el infame proyecto de ley para controlar a la prensa - y el detestable autoritarismo del lumpen de su entorno, demuestra a las claras que es más de lo mismo. A eso se le añade la relativa novedad del ultra conservadurismo. Ni con el cardenal Juan Luis Cipriani de su lado, el genocida abrazó con mucho entusiasmo posiciones demasiado tradicionales. Las formas de su divorcio y la política de esterilizaciones forzadas no parecerían corresponderse con los estrictos valores de muchos de los más ardorosos trolls fujimoristas que hoy se mueven en redes. ¿Está el fujimorismo capturado por el conservadurismo más intransigente? ¿O esa es la polarización que marcará al Perú electoral de los próximos años? Son preguntas que irán encontrando sus respuestas. Pero la impresión de estos días es la de un fujimorismo que pasa por sus estaciones de la cruz. En desorden y con serios problemas de identidad. Muchos analistas afirman que las peleas entre ambos hermanos no son más que una puesta en escena ya que en el fondo son los dos lados de una misma moneda. Quizás tengan razón, pero no deja de ser cierto que la desmesurada ambición mostrada por ambos al final será su perdición, tanto de ellos como de su movimiento, ya que no están dispuestos a ceder en sus posiciones a favor del otro, por lo que una fractura del fujimorismo en un futuro cercano no puede ser descartada. Esperemos que así sea por el bien del Perú :)
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