Van más de dos meses del inicio de las protestas sociales que sacuden a Chile que se originaron por un intento gubernamental de elevar la tarifa del Metro de Santiago. El inesperado brote de descontento se generalizó muy pronto al resto del país y adquirió un rumbo preciso: poner fin al infame modelo económico neoliberal que impera en la nación austral desde la instauración de la sangrienta dictadura militar de Augusto Pinochet que derribó al presidente Salvador Allende (1973) y continuado por los gobiernos ‘democráticos’ que lo sucedieron tras el fin del régimen militar. Asimismo, el movimiento hizo patente la nula representatividad de las actuales instituciones y demandó la redacción de una nueva Constitución que reemplace al documento de 1980, redactado con el propósito de impedir cambios sustanciales en esa orientación económica y en la conformación del Estado. El gobierno que encabeza el ultraderechista Sebastián Piñera - quien no oculta sus simpatías por el pinochetismo - no ha mostrado sensibilidad alguna antes las protestas, y por el contrario ordeno una salvaje represión que ha dejado decenas de muertos en las calles, miles de heridos y un número indeterminado de ‘desaparecidos’ torturados cruelmente por los esbirros fascistas tanto en las comisarías de la policía (carabineros) como los cuarteles del ejercito con una bestialidad propia de la dictadura que ensangrentó Chile, según han denunciado diversas organizaciones defensoras de los Derechos Humanos. Pero a pesar de ello, las protestas no han arreciado ni por un momento. Como sabéis, el oficialismo intento neutralizar la exigencia de un nuevo texto constitucional. Pero es claro que a pesar de encontrarse aislados, debilitados y completamente deslegitimados, no tiene la menor intención de emprender un cambio significativo en el modelo imperante, que bajo una falsa ‘prosperidad’, ha incrementado la desigualdad y la pérdida de derechos básicos - sobre todo, educativos, laborales y de salud - del 99% de chilenos, quienes al no tener nada que perder han salido a las calles para mostrar su rabia e indignación contra un modelo inhumano impuesto a sangre y fuego que solo beneficia a ese grupo de privilegiados que tienen en sus manos las riquezas del país y que por ningún motivo lo piensan dejar. Consecuencia de ello, es la brutal represión del régimen asesino en contra de las manifestaciones masivas que, a dos meses de iniciadas, no dan muestra de declinar: las llamadas ‘fuerzas del orden’ - criminales convictos y confesos - han disparado indiscriminadamente con balines de goma sobre manifestantes y viandantes, han rociado con gases lacrimógenos avenidas, parques y hasta escuelas y edificios habitacionales, han matado a decenas de personas, lesionado a miles, perpetrado cientos de violaciones y otras agresiones sexuales en contra de mujeres y de hombres, y han incurrido en otras modalidades de tortura. Precisamente la información sobre las decenas de jóvenes que han perdido un ojo o ambos por disparos de carabineros realizados a corta distancia ha dado la vuelta al mundo y los abusos sexuales de la policía dieron origen a un motivo de protesta que muy pronto se volvió vuelto universal: Un violador en tu camino. Pero la barbarie se supera a sí misma: el pasado fin de semana la opinión pública se estremeció con el video de un manifestante que fue prensado entre dos vehículos antimotines, lo que le provocó graves lesiones internas. Cada una de las victimas de esta salvaje represión tiene su propia historia y es por ello que en esta ocasión conversamos con varios de los protagonistas ¿vale?: “Corrí y sentí que se me cerraba un ojo. A los pocos segundos la sangre en la cara me confirmó que era parte de las miles de personas con heridas oculares en las protestas, un récord que supera el de algunas zonas en conflicto en el mundo” nos dijo para comenzar Carlos Vivanco. Con 18 años y convencido de que un país con menor desigualdad social es posible, engrosa el listado de heridos con perdigones lanzados por las fuerzas policiales en las multitudinarias manifestaciones que exigen el fin del neoliberalismo. La cifra de lesionados oculares en la crisis está por encima del número de casos en Francia durante la crisis de los 'chalecos amarillos', las protestas en Hong Kong y el conflicto israelí-palestino, según denuncias del Colegio Médico de Chile. "Con los perdigones me quisieron meter dolor, pena, arrepentimiento, miedo, pero siento que me hizo el efecto contrario: tengo más rabia que miedo; más odio que pena y es en contra de esas personas que están ahí afuera, disparando indiscriminadamente, mutilando a la gente", dice Carlos con aplomo, en su casa de la comuna de La Pintana, un barrio periférico de Santiago. Este estudiante secundario perdió la visión total en su ojo cuando fue a una protesta en su barrio y mientras corría para evitar a la policía recibió ocho perdigones en su cuerpo, incluido el que le causó la grave lesión ocular en el ojo izquierdo. El derecho se salvó por poco: otro perdigón quedó incrustado en el lagrimal. Unos centímetros más y Carlos hubiera corrido la misma suerte de Gustavo Gatica, un estudiante de 21 años que quedó al borde de la ceguera total tras ser herido con perdigones en sus dos ojos. "Estaba claro de lo que son capaces (de hacer), pero no pensé que tenían el permiso para disparar así, a lo carnicero", asegura este chaval, herido durante la primera semana de protestas. A pesar de su juventud, Carlos ya es todo un veterano de las revueltas estudiantiles que lideran la convulsión social, una militancia que aprendió junto a su hermano mayor, quien en el 2006 participó en la llamada "Revolución de los Pingüinos" contra el primer gobierno de la ‘socialista’ Michelle Bachelet. A kilómetros de La Pintana, en las cercanía de la Plaza Italia - epicentro de las manifestaciones y renombrada por los manifestantes como "Plaza Dignidad" -, César Callozo fue herido al igual que Carlos, cuando tocaba su tambor junto a otros músicos. "Había un ambiente muy lindo; de repente sentí el golpe en el ojo y me caí al suelo. Luego el dolor se fue y se me durmió la cara; me puse de pie y grité que no me iban a ganar", recuerda al borde del llanto este constructor y músico de 35 años, mientras espera junto a otros heridos su control médico en el hospital Salvador de Santiago. En la misma sala, Nelson Iturriaga, de 43 años, también espera que los médicos le ayuden a recuperar algo de visión en su ojo herido. Quisieron apagar el incendio con bencina (combustible) y la gente sigue en las calles", pidiendo "dignidad", dice este constructor. Peor lo ha pasado Eliacer Flores de 30 años, quien se dirigía luego de comer a la Plaza Italia, donde se encontró con un enfrentamiento entre manifestantes y la policía. Eliacer se unió al bando de los civiles, mientras se protegía con una plancha de metal: “Pero me asomé a mirar y me llegó el perdigón en el ojo derecho”, relata. “Sentí el mayor dolor físico que he sentido en mi vida, un frío intenso en todo el cuerpo, un pitido en los oídos y ganas de desmayarme. Horrible. Pero la adrenalina y el miedo a que los carabineros me agarraran y me mataran en plena calle, me hizo correr y pedir ayuda”, señala Flores. Lo han sometido a dos operaciones, pero perdió por completo la visión de un ojo. “Probablemente deberé usar una prótesis. Intente volver al trabajo, pero mi estado físico lo impidió y los médicos me extendieron una nueva baja. En estos dos meses ha pasado por distintos estados anímicos: Ira, miedo, tristeza, rabia. Este país necesita una reestructuración completa del sistema, partiendo de la política corrupta, la salud, la educación y las pensiones que permitan un futuro digno para nuestros viejos. En honor a los muertos, los heridos y los violentados debemos seguir luchando. Lo que hemos perdido y lo que hemos dado no puede quedar en nada” expreso. Otro caso trágico es el de Maite Castillo de 23 años, quien no participaba en ninguna protesta ya que solo pasaba en moto junto a su novio por la Gran Avenida - una importante vía de su comuna - donde se producía el saqueo de un supermercado. “Nos estacionamos al frente, en una gasolinera y nos quedamos mirando. Me bajé de la moto, me saqué el casco y observé que venían dos carabineros disparando al aire. Como portaban escopetas, los insulté. Hicimos contacto visual, se me quedó mirando, cargó su arma y me disparó de frente”. El perdigón le dio de lleno en la órbita del ojo derecho: “Perdí la visión, no veo absolutamente nada por ese ojo”, señala. Desde entonces, la han operado dos veces a causa de una hemorragia que no sanaba. Mientras, pasa los días en su casa guardando reposo: “Esta será una Navidad distinta. Triste por lo que me ocurrió, sin duda, pero la gente en este país por primera vez no está centrada en el consumo, sino en otros asuntos fundamentales, con mayor empatía hacia el resto. El precio que he tenido que pagar es muy alto, pero al menos Chile ha despertado”. Mauricio López, jefe de turno de la Unidad de Trauma Ocular del Hospital Salvador, que recibe a la mayoría de las victimas de perdigones, lamentó la situación: "Tenemos el triste récord mundial del número de casos de ceguera. Mucho más que en otras zonas de conflicto. Es una epidemia", advirtió el oftalmólogo. Como era de esperar, el gobierno de Piñera defendió el accionar de los Carabineros ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, aunque se comprometió a "acotar" el uso de perdigones, pero todo sigue igual y el número de quienes han sufrido graves lesiones a la vista - porque esos criminales disparan a la cara - se han multiplicado. "El movimiento me costó un ojo, pero estoy feliz, porque la lucha por un Chile más justo continua", nos dice Carlos, mostrando con orgullo el tatuaje que sobre sus dedos que reza la palabra "Libertad" la cual por cierto, pronto llegará. Un nuevo Chile donde Piñera y sus secuaces deberán pagar con su vida todo el terrible sufrimiento causado a su propio pueblo con el único objetivo de mantener a toda costa sus insultantes privilegios. No escaparan a lo que les espera... a por ellos :)