Cuando quedan menos de dos meses para las elecciones presidenciales en el Ecuador, donde el candidato a la reelección Daniel Noboa ha decidido permitir la construcción de una base militar estadounidense en las islas Galápagos, con el fin de obtener apoyo en la recta final electoral, en medio de una grave situación interna en materia de seguridad y energía, que le han restado apoyo entre los electores. Por lo visto, Noboa ha hecho lo impensable en un año de (des)gobierno: proscribir a un candidato político por considerarlo una piedra en el zapato para su reelección; destituir a su propia vicepresidenta; entorpecer las investigaciones para averiguar quién mató al excandidato presidencial Fernando Villavicencio, cuya muerte le resultó muy conveniente; invadir una embajada violando cualquier tratado internacional; detener a un asilado y ponerlo en una cárcel de máxima seguridad esperando que muera; dejar a todo un país sin luz; y terminar de convertir a Ecuador en un narco-Estado. Como sabéis, durante el último lustro, Ecuador ha sufrido embates calamitosos de las bandas criminales que se han apoderado de amplios territorios, además de una persistente inestabilidad política que ha debilitado a los últimos presidentes de turno, a lo que sumamos la inédita crisis energética que produjo largos apagones. Todo esto ha descubierto la peor cara del Ecuador, que ha sorprendido al mundo que siempre le había catalogado como un país muy pacífico y alejado de la violencia de sus vecinos Colombia y Perú, cuando ha resultado peor que ellos. La criminalidad ha permeado de tal forma a la esfera política que en las pasadas presidenciales, un atentado mortal en contra de Fernando Villavicencio, uno de los candidatos favoritos, evidenció no solo el poder de las bandas sino el grado de impunidad con las que operan, ya que los perpetradores del hecho se escaparon o fueron asesinados estando en custodia policial. Acontecimientos como este, el asesinato de alcaldes y políticos y escándalos por la incursión del narcotráfico en la estructura del Estado, han logrado debilitar las bases institucionales del país. Noboa, quien hace año y medio fue elegido con una ventaja de 3 % sobre su contendora, Luisa González - quien en el 2025 repite como candidata de la Revolución Ciudadana -, está cruzando este campo minado y trata de llegar como favorito al evento comicial del 9 de febrero e impedir así la vuelta del correísmo. Por ello, ha solicitado el apoyo financiero y político internacional a Washington, quien no solo le ha pedido de vuelta "declaraciones amistosas" o alineaciones ideológicas, sino el ingreso militar permanente de sus tropas a la islas Galápagos, patrimonio natural de la humanidad y donde Charles Darwin elaboró sus investigaciones sobre la evolución humana, para instalar nada menos que una base militar. Hay que entender el contexto de esta exigencia de EE.UU. Lo primero es el protagonismo que está teniendo todo el océano Pacífico con el auge del comercio en China y las últimas iniciativas de EE.UU. para provocarle un conflicto proxy, vía Taiwán. También hay que relacionar que a pocos kilómetros al sur de Ecuador, el ‘emperador’ chino XI Jinping inauguró en noviembre en Perú el megapuerto de Chancay, construido por empresas privadas chinas y que Washington ha señalado sin prueba alguna de que aprovechando sus aguas profundas, China pretende convertirlo en una base de submarinos “que amenace la seguridad de los EE.UU.” - según palabras del Comando Sur - por lo que sería un objetivo “legitimo” para ser atacado en caso de que estalle una guerra entre ambos países, (por ejemplo, si la situación continua agravándose en Taiwán), involucrado gravemente al Perú en un conflicto en el que no tiene parte alguna. Lo cierto es que EE.UU. ha venido perdiendo dominio en la zona, desde que en el 2009 tuvo que abandonar la base de Manta, Ecuador, debido a la aprobación de una nueva Constitución que expresamente prohibía bases militares extranjeras en su territorio. Así que en cierta forma ha ordenado a Noboa que “le devuelva” la estabilidad geomilitar que poseía. Manta representaba la proyección militar del Plan Colombia hacia el sur de América. Pero, a estas alturas, Washington no ha querido que le devuelvan su antigua base, sino que ha preferido pedir nuevamente el archipiélago de las islas Galápagos, que ya ocupó durante la Segunda Guerra Mundial. Las islas Galápagos se ubican en plena línea del Ecuador pero a casi 1.000 kilómetros mar adentro hacia el océano Pacífico, lo que le permite una proyección militar que se relaciona no solo con los teatros de operaciones de Suramérica sino con los de la región Asia-Pacífico. Cabe recordar que del otro lado del Pacífico, Washington ha implementado una estrategia, durante la primera gestión del presidente Donald Trump, en la que generó una alianza entre Australia, Reino Unido y EE.UU., denominada Aukus, que anunció el desarrollo de submarinos con propulsión nuclear que sirvieran de control militar en las líneas de abastecimiento de China. La base en Galápagos supone una triangulación con el resto de bases del Pacífico que permite el intento de dominio militar sobre todo el océano. Volviendo propiamente a Ecuador, las islas Galápagos, que fueron declarados Patrimonio Natural de la Humanidad en 1978 por la Unesco, tienen una representación cultural y simbólica muy importante, por lo que de haberlo otorgado de facto a los EE.UU. y sin la aprobación del Congreso ha generado revuelo en diversos sectores de ese país. Así como su seguridad personal está a cargo de militares estadounidenses y agentes del Mossad israelí, Noboa demostrando una abyecta claudicación, ha entregado las Islas Galápagos en forma de cheque en blanco a Washington. Un servilismo colonial en su máxima expresión que describe de cuerpo entero al corrupto régimen ecuatoriano de entreguista, inútil e indolente. Visto así las cosas, las islas Galápagos han tomado una nueva preponderancia y se disponen a abrir una nueva página en la turbulenta historia de intervenciones y ocupaciones de EE.UU. en la región, que siempre se sabe cómo empiezan, pero no cómo terminan. Razón de más para el Perú para renovar con carácter de urgencia sus tanques y aviones para defender sus fronteras de amenazas provenientes de Washington que ilusamente aún cree que América Latina es “su patio trasero” cuando hace mucho dejo de serlo.