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Saturday, February 22, 2020

BRASIL: Religión y poder

Toca comentar esta semana acerca de un deleznable personaje cuya locura raya en el paroxismo. Si, adivinó. Nos estamos refiriendo a Jair Bolsonaro, aquel rabioso demente que aspira a convertirse en una repugnante especie de Trump tropical y permitir que el Brasil se convierta en una cabecera de playa del intervencionismo estadounidense en la región, no ocultando además su deseo de invadir Venezuela “para restaurar la democracia” (?) tal como vocifero recientemente, sino también que ello sirva de “advertencia” a otros países - en obvia referencia a la Argentina - “para que no sigan su ejemplo”. Es mas, asegura que esta dispuesto en acudir militarmente en “ayuda” de Sebastián Piñera para evitar el triunfo de la revolución en Chile. Por lo visto, cual vulgar imitación de aquel enfermo mental que se encuentra en la Casa Blanca, Bolsonaro pretende de esta manera inmiscuirse en los asuntos de otros países que no le competen. Pero además, considera a Francia como una potencial amenaza militar debido a sus continuas disputas alrededor del Amazonas, lo cual podría suceder con una gran movilización de las fuerzas francesas en Guayana en el 2035 (con el que comparte 730 kilómetros de frontera) según un informe del Ministerio de Defensa de Brasil que filtró a la prensa a inicios de semana, por lo que para “neutralizarlos” piensa atacar primero antes de ese año. Venga ya ¿pero este qué se cree? ¿De que va? Sabemos que esta loco - y muy peligroso, tal como lo detallamos a inicios de este año - el cual en su insania no duda en recurrir a la religión para “justificar” sus demenciales acciones, pero esto ya es demasiado ¿Busca que América Latina se vea envuelta en sangrientas guerras tal como sucede en otros lugares del mundo? Como sabéis, Brasil actualmente está sólidamente alineado con los EE.UU., pero además se está convirtiendo en la espada de Washington: se permite juzgar a los gobiernos de la región, violentando las elementales normas diplomáticas y tejiendo alianzas con los mismos países alineados con el Imperio. Para nadie es un secreto que el Gobierno brasileño ha adoptado una actitud anormal y agresiva en la región, incluso para los más conservadores. Desde que asumió el gobierno, Bolsonaro puso a Caracas como su mayor enemigo en el hemisferio y su canciller envió instrucciones a sus diplomáticos para promover una reunión de las Naciones Unidas buscando que apruebe una resolución para atacar militarmente a Venezuela, aún en contra de la opinión de sus diplomáticos. Muchos analistas consideran como una profunda hipocresía que se refiera al Presidente venezolano Nicolás Maduro como un "dictador", mientras a su vez cierra los ojos para decir, con orgullo, que tiene afinidad con un príncipe saudita acusado de las peores atrocidades, en referencia a sus excelentes relaciones con Mohamed Bin Salman - quien coincidentemente, también padece de severas alteraciones mentales - culpable del genocidio que ocurre en Yemen, que para vergüenza suya, no puede vencerlos en su larga e infructuosa guerra de agresión que ya lleva cinco años, ante la indiferencia del mundo que encubre sus monstruosos crímenes con un manto de silencio. Quizá esa “amistad” de Bolsonaro con Bin Salman se explica porque el gobierno de Riad anunció inversiones por 10.000 millones de dólares en Brasil. Convertido en un solidó “defensor” de los intereses estadounidenses en la región, Bolsonaro se vale a su vez del fundamentalismo religioso para buscar eternizarse en el poder, del cual - según propia confesión - “solo muerto lo van a sacar”. Cabe destacar que Brasil, a pesar de estar definido en su constitución como un país laico, es muy religioso, y ya lo era antes de la llegada de Bolsonaro. Los católicos aun son mayoría, pero están perdiendo cada año adeptos en favor de las iglesias evangélicas - en especial la neopentescostal - sobre todo, de los jóvenes. El catolicismo no ha sabido reinventarse y adaptarse a nuevos tiempos y los evangélicos han sabido aprovechar el espacio que han dejado tanto la iglesia católica como el Estado. Lo que ha ocurrido con la llegada de este gobierno ultraconservador es que los grupos neopentecostales han pasado a ser parte del gobierno con unos objetivos muy claros a desarrollar. Tienen una agenda moral que quieren implantar, como el combate al aborto, la ideología de género, al casamiento homosexual y purgar la educación pública del veneno marxista instaurado por sus antecesores. Hasta allí todo bien, pero no se contentan con ello y quieren mas, como es el control absoluto de las mentes de los brasileños mediante agresivas campañas de evangelización en colegios, universidades, centros de trabajo y hasta en las cárceles, buscando la conversión forzosa de todos, amenazando con represalias a quienes se nieguen a aceptarlo. En Brasil, la religión es tan importante porque han sabido llenar un espacio que el Estado ha renunciado a ocupar. Las áreas sociales del Estado prácticamente no existen y allí es donde se introduce la religión. Es precisamente en las comunidades más pobres es donde más se desarrollan estas religiones neopentecostales al ser fácilmente manipulables. Para muchas personas en situaciones difíciles y que ven que el Estado las ignora y maltrata, la única “ayuda” que pueden recibir va a venir de estas iglesias. Ya sea para encontrar trabajo, hacer reparaciones en casa, apoyo económico e incluso cuidar de un hijo mientras trabajan. Y ese interesado “apoyo” que reciben - permitiendo que los evangélicos ‘les laven el cerebro’ con sus predicas incendiarias - hace que la persona se sienta con algo de protección y seguridad que necesitan, identificándose con ellos. Bolsonaro a pesar de que afirma que “sigue siendo católico” fue obligado a bautizarse en el río Jordán por los neopentecostales como una prueba de su fidelidad, erigiéndose así en “el defensor de sus valores morales y educativos” aprovechándose de la religión para llegar al poder. Sabe de la capacidad de introducción de estas iglesias evangélicas en la sociedad, sobre todo de las clases más humildes. Y también sabe de la fidelidad de esas personas. Por lo tanto ‘contentando’ a sus líderes, se aseguro en su campaña una cantidad enorme de votos que jamás hubiese conseguido presentando un programa económico liberal o de seguridad pública como el que ha presentado nada más que al asumir el cargo. Con la llegada de Bolsonaro, los neopentecostales han asumido un poder sin precedentes en el país porque le ayudaron a llegar a la presidencia y ahora se sienten ‘legitimados’ para influenciar profundamente en sus decisiones y para marcar las pautas conservadoras que les interesa. Y para ello no dudan en vetar nombramientos de ministros que no comparten su visión de la vida. La derecha se acerco a ellos viendo un potencial y los neopentecostales se acercaron a la derecha por las normas morales. Una amistad por interés. Varios ministros importantes, además de Bolsonaro, son devotos de esas iglesias, las cuales han crecido mucho en los últimos años superando a los católicos. Hoy en día hay 120 diputados relacionados con ese grupo de la Biblia, casi el 25% del Congreso, hasta la llegada de Bolsonaro, fueron acumulando poder por su movilización social y porque llegan a lugares desfavorecidos donde el Estado no existe. El sesgo religioso del gobierno da fuerza a los grupos de presión evangélicos, que están particularmente interesados en la educación y acabar con el polémico adoctrinamiento impuesto en el sector por los gobiernos izquierdistas de Lula y Rouseff, eliminando cualquier vestigio de ello y colocar a la religión en el centro de la enseñanza para que también sirva de base en otras asignaturas como matemáticas, historia y geografía. Bajo el lema “Escuela sin partido” se busca asimismo el revisionismo en la historia, sobre todo de los crímenes de la dictadura y del golpe de estado militar de 1964, justificándolo plenamente y enalteciendo a los golpistas que salvaron al país de caer en las garras del marxismo. Este método de enseñanza se trata de una invención del gobierno, que busca proteger a los estudiantes de la ideología comunista que se les impartía, sirviéndose de la religión como vehículo fundamental. Es a todas luces, una doctrina cristiana fundamentalista que, por otro lado, no es muy diferente de la que defienden en otros países, como por ejemplo Donald Trump, quien de boca para afuera no se cansa de invocar a Dios, mientras a su vez comete los peores crímenes interviniendo militarmente en otros países en nombre de la “libertad”. Hay que recordar que los neopentecostales basan su prédica en la teología de la prosperidad, que interpreta que la prosperidad y la riqueza suponen una bendición de Dios y que la pobreza es un castigo, por lo que uno debe esforzarse y obtener muchas ganancias… para donarlo a la iglesia. Esta teología ideada durante los años 50 del siglo XX en los EE.UU. resulta perfectamente aplicable a las políticas económicas ultraliberales y se planteó como contraposición a la infame y desacreditada teología de la liberación. La religión en el Brasil de Bolsonaro se ha vuelto tan importante porque se vale de ella para doblegar a sus adversarios. No es de sorprender por ese motivo que desde su ascenso al poder, los neopentecostales sean cada día más influyentes y den muestras de una creciente intolerancia hacia otras religiones, en especial a la católica, a la que acusan - en concordancia con el gobierno - de estar contaminada de ecologismo y marxismo. ¿Se avecina un tiempo de persecución? Como podéis notar, la política y la religión nunca estuvieron tan unidas como hoy lo están bajo Bolsonaro, cuyo discurso paranoico terminara por arrastrar a su país al abismo :(
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