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martes, 27 de mayo de 2025

VALLUNARAJU: El nevado de los sueños

Una de las características más llamativas de Huaraz, la ciudad peruana ubicada en el corazón de Cordillera Blanca, es que muchos de los hermosos nevados de esta cordillera pueden contemplarse desde sus calles. Entre ellos se destacan por su cercanía el Ocshapalca, el Ranrapalca y el Vallunaraju, todos ubicados en la quebrada de Llaca. Desde Huaraz, esta se interna hacia el este, hasta alcanzar el circo formado por las citadas cumbres. Vallunaraju, que en lengua quechua significa "El Nevado de los Sueños", se ha convertido últimamente en unas de las montañas más concurridas del circuito montañístico de Cordillera Blanca, debido a su acceso expedito, corta aproximación y fácil ruta normal. Este nevado, cuya forma asemeja a una silla de montar, y que fue ascendido por primera vez por A. Szepessy y M. Szepessy en 1949, constituye un excelente mirador del espectacular cordón del cual forma parte y una buena alternativa de aclimatación. Lamentablemente, debido tanto al cambio climático que afecta gravemente a los nevados de la cordillera Blanca (Áncash) como a la indiferencia de las autoridades y la población que prefieren ignorar este drama ecológico, es una montaña que agoniza en su propio lecho, un gigante de nieve ignorado por aquellos que solo buscan dosis de aventura a la vuelta de la esquina; pero jamás por los aventureros que las miran con ansias de explorarlas y coronarlas . El Vallunaraju no está lejos de la ciudad, su silueta blanca todavía se distingue al este de Huaraz. “Antes de subir al Valluna hay que aclimatarse”, es la advertencia que escuchan los retadores de esa cumbre, cuando llegan a la urbe enclavada en el Callejón de Huaylas. Pero nadie desanima a 3.100 m.s.n.m. Por el contrario, aprovechan su estancia por Huaraz como excusa para estirar las piernas. Escalar la montaña es el objetivo de los excursionistas: ascender al corazón de la cordillera Blanca y conquistar esa pequeña Antártida que pierde sus dominios a causa de los efectos del cambio climático. Según el último Inventario Nacional de Glaciares y Lagunas, realizado por el Instituto Nacional de Investigación de Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inaigem) en los últimos 54 años (entre 1962 y el 2016), el mundo de hielo de Perú (la cobertura de los glaciares) se redujo en un 57 por ciento. Se trata de un destino irreversible. Al igual que en las películas de aventura, los primeros pasos son fáciles. Viajar en camioneta a los dominios del Parque Nacional de Huascarán (PNH) -viendo los bosques de quenuales y alisos de la quebrada Llaca- hasta llegar al refugio de la Asociación de Guías de Montaña del Perú, son las primeras escenas de esta aventura cinematográfica que tiene como paradero un santuario para los andinistas de todo el mundo que visitan Áncash para escalar alguno de sus 660 glaciares. Solo pocos son conquistables, entre ellos el nevado de Vallunaraju. Al llegar, hay quienes hacen una folklórica ceremonia de invocación a los “Apus” - demonios de las montañas - y un polémico “tributo a la tierra” con hojas de coca, la planta maldita de los Andes. Así creen que iran protegidos en los rumbos montañosos. ¡Fin del absurdo ritual! Es momento de darse un último respiro y ajustarse bien las botas para retar a la altura. La trocha se amplía en el horizonte. El ichu (Una curiosa planta de hojas es forma de espinas) apenas roza las rodillas de los andariegos que avanzan firmes por los empinados suelos altoandinos que, poco a poco, van convirtiéndose en accidentadas morrenas, montículos enormes de rocas. La travesía - más ruda que nunca - empieza a dejar exhausto a los escaladores. Pero ese agotamiento pronto desvanece ante la belleza geográfica que se despliega ante sus ojos. Contemplación y conciencia a 5.686 m.s.n.m. Un paisaje inspirador tras otear el horizonte. Tres nevados se “visten de novia”: Ranrapalca, Ocshapalca y el imponente Vallunaraju. A sus pies yace la laguna Llaca, cuyas aguas verdes son alimentadas por los nevados. Al llegar a su cima, la conquista al Vallunaraju es un sueño hecho realidad. Un sueño que sin embargo, ha empezado a sufrir los estragos del calentamiento global; un sueño complicado por los síntomas del ‘soroche’ – mareos producidos por la falta de oxigeno - aunque esas dolencias no son nada frente a la frustración de no poder salvar al gigante níveo que exclama ayuda. La noche - aún más fría y amenazante- empieza a caer. Hora de partir, de regresar a la base. Hasta pronto Vallunaraju, la montaña que agoniza, la montaña cuya belleza solo permanecerá en los recuerdos y en las fotografías de aquellos que lograron coronar el nevado de ensueño con color a paraíso.
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