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martes, 3 de agosto de 2021

HUANCAVELICA: El ídolo de piedra

Enclavada en un profundo valle ubicado en la Cordillera de los Andes, se encuentra la ciudad de Huancavelica, uno de los destinos menos visitados en el Perú. Su añeja arquitectura, la belleza de sus paisajes y la hospitalidad de su gente, hacen de este oculto rincón una de las alternativas más interesantes para un viaje de fin de semana. Llegar a Huancavelica no es algo complicado. Si bien no posee aeropuerto, basta recorrer la carretera Panamericana Sur hasta Pisco, para luego tomar el camino que asciende hacia el este y atraviesa los poblados de Independencia, Humay y Huancano. Siempre sobre asfalto, el conductor percibirá un notorio cambio en el paisaje: las montañas se van cubriendo de un verde intenso que contrasta con el azul del cielo. Hemos llegado a Huaytará, un pintoresco poblado que tiene en su iglesia el principal atractivo para los visitantes. Este templo no sólo es hermoso por su arquitectura y colorido, ya que esconde además un gran valor arqueológico. Sus cimientos de roca pulida fueron las paredes de un antiguo palacio inca, en donde habitaba el gobernador que regentaba el valle. Desde Huaytará el camino continúa ascendiendo hacia las montañas, hasta llegar a la localidad de Rumichaca. Este es el punto donde se dividen las rutas hacia Ayacucho y Huancavelica Tomamos entonces el camino hacia la izquierda y emprendemos el ascenso hacia las hermosas lagunas de Choclococha, Azulcocha y Pacococha, un conjunto de enormes lagos color esmeralda ubicados a los pies del nevado Chonta, en las alturas de Pisco. Desde este lugar la carretera inicia el suave descenso, no sin antes recorrer las vastas pampas de Lachoq, hogar de extensos rebaños de alpacas y llamas, base de la actividad ganadera de la región. Luego de algunas horas llegamos finalmente a Huancavelica, la cual se encuentra enclavada en un fértil valle a 3,650 metros sobre el nivel del mar, con las torres de sus templos dominando los principales barrios de la ciudad. Según los cronistas españoles, su nombre se deriva de las voces quechuas huanca y huillka, que juntas significan “ídolo de piedra”. Huancavelica fue, durante siglos, la tierra de los arrieros. Por sus estrechos caminos entre las montañas transitaron las enormes caravanas de llamas dedicadas al transporte de productos diversos entre Quito y Cuzco. La ciudad fue fundada por Francisco de Angulo en Agosto de 1571, bajo el nombre de La Villa Rica de Oropesa, en honor al virrey Toledo, conde de Oropesa, con el objeto de impulsar la explotación de las grandes minas de azogue (mercurio) de Santa Bárbara, en la que trabajaba gran parte de la población nativa. Su estratégica ubicación geográfica la convirtió en lugar clave para el comercio interandino. Este factor, aunado a la inmensa riqueza proveniente de las minas de mercurio, propició la formación de grandes fortunas locales durante la colonia. Testimonio de este pasado de opulencia son las grandes casonas que engalanan las calles céntricas de la ciudad. Pero la bonanza tuvo un paso fugaz por estas tierras. En el siglo XVII, como consecuencia del agotamiento de los yacimientos mineros, Huancavelica inició su paulatina decadencia como centro urbano. Más tarde, durante el siglo XIX, la ciudad fue escenario de importantes levantamientos contra el dominio español. Ya en el siglo XX, Huancavelica enfrentó junto a los departamentos del llamado trapecio andino (Apurímac y Ayacucho) una aguda crisis social, agravada por la sucesión de desastres naturales (intensas sequías e inundaciones) a lo que debemos agregar la violencia terrorista que azoto la región en la década de los ochenta, propiciando la masiva migración de sus pobladores hacia otras ciudades del Perú. En la actualidad, y gracias a la paz recuperada, lucha por recuperar la bonanza de otros tiempos. Como no podía ser de otra manera, la arquitectura jugó un papel de gran importancia en el desarrollo de la ciudad de Huancavelica. Prueba de ello son sus hermosos templos y casonas, en especial su catedral, caracterizada por dos hermosas torres blancas y su portada en piedra roja. En el interior se conserva una bella colección de lienzos atribuidos a pintores indígenas, así como un púlpito de cedro profusamente tallado y recubierto en pan de oro. Muy cerca se encuentra la iglesia de San Sebastián, construida allá por el año 1662. En este templo se venera a la imagen de El Niño de Lachoq, quien, según cuenta una leyenda, alertó a las tropas peruanas de la inminente llegada del enemigo chileno durante la Guerra del Pacífico (1779–1883), pero que poco o nada pudo hacer para evitar finalmente la derrota. Los alrededores de la ciudad son también pródigos en bellezas paisajísticas y naturales. Entre los lugares más concurridos están, sin duda, las aguas termales de San Cristóbal, ubicadas a pocos minutos de la ciudad. Finalmente, en Huancavelica la geología parece haberse tomado algunas licencias. Los bosques de piedras, singulares formaciones rocosas producto de la erosión combinada del viento y el agua, son aquí tan abundantes como sorprendentes. Sus singulares paisajes son ideales para pasar el día, hacer caminatas y tomar fotografías. Existe uno en la ruta a Huancayo (a 20 kilómetros al norte de Huancavelica) y otro cerca a Toccyac (29 kilómetros al este de la ciudad). Por cierto, también existe un servicio de trenes que lo conecta con Huancayo, ubicado en el centro del país. Viajar en ella es toda una aventura. Venga ya, si decides darte una escapada y conocer algo más de esta ciudad... Huancavelica te espera :)
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