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martes, 21 de abril de 2020

EL MIRADOR INGUNZA: Testimonio vivo de una época

Ubicado en la esquina de las calles Hualgayoc y Marañón cerca a la emblemática Plaza de Toros de Acho, el Mirador Ingunza es una joya olvidada en el distrito del Rímac, levantada en parte de lo que fuera la casona de Francisco Ingunza y Basualdo, nacido a principios del siglo XIX (1908). Se trata de uno de los tres miradores sobrevivientes de una ciudad colonial que contaba con una treintena de estos. Otro se encuentra en el llamado mercado “Baratillo”, también en el Rímac y en pésimo estado, y el tercero es el del Palacio de Osambela, ubicado a pocas cuadras de la Plaza Mayor de Lima y el mejor conservado. Inspirado en los minaretes árabes, el Mirador Ingunza ha resistido los estragos de los terremotos a lo largo de los años y sigue de pie, pese al deterioro, el abandono y la indiferencia de las autoridades que no han hecho nada por rescatarlo del deplorable estado en que se encuentra. Atrás quedaron aquellos días de esplendor en que sus antiguos propietarios solían subir por sus escaleras hasta lo alto de la torre para recrearse con la vista de una Lima republicana, observar el mar o disfrutar de una de sus pasiones: la lidia de toros. Sobre su origen se tejen muchas historias pero la más acertada es la que cuentan los propios descendientes de Francisco Ingunza. “El origen del Mirador Ingunza se remonta al incumplimiento de un acuerdo hecho entre el doctor Ingunza con los propietarios de la Plaza de Toros de Acho, a los cuales cedió parte de su casona para realizar las ampliaciones de la entrada a la sección sombra, a cambio de un palco a perpetuidad. La violación del pacto, lo llevo a tomar la decisión de edificar en sus predios una torre de cuatro pisos, próxima al ruedo, desde donde podía presenciar cómodamente las corridas, en compañía de su familia”. Es una tradición creer que en el Rímac todos los monumentos coloniales que en ella se levantan - como la Alameda de los Descalzos, el Paseo de Aguas y la Quinta Presa por ejemplo - se vinculan con la escabrosa historia del Virrey Amat y su amante apodada La Perricholi, ya que incluso se dice que el Mirador Ingunza fue diseñado para que ambos puedan disfrutar de los espectáculos taurinos sin que nadie los moleste, pero estas leyendas urbanas son fácilmente refutables por la diferencia de épocas. Mientras la pareja vivió hacia finales del 1700, el mirador de cuatro pisos se empezó a construir en recién en 1858. En 1860 se colocó en la parte superior una estatua de un indio caribe. Al año siguiente se le adicionó otra construcción octogonal que tuvo por finalidad reforzar el mirador. Esta torre (de 18.5 metros de altura) se proyectó en una amplia casona que tenía caballerizas, jardines adornados con estatuas de mármol y fuentes de agua, de lo cual hoy nada queda. Luego de la muerte de Francisco de Ingunza, la propiedad pasó a manos de su hijo, del mismo nombre, quien en 1899 procedió a venderlo. Desde entonces la casa ha ido pasando por varios manos, comenzando de esa manera su decadencia. La casona y los jardines hace mucho que desaparecieron y solo ha logrado sobrevivir - mal que bien - el mirador, que se resiste a caer, aunque se ha convertido en un peligro público por su actual situación. A pesar de que fue declarado Monumento Histórico en 1972, nada se ha hecho para recuperarla. Si bien han existido proyectos para restaurar los alrededores de la Plaza de Acho, al final solo lo han hecho con el coso taurino, dejando sus alrededores, incluido el Mirador Ingunza, abandonado a su suerte. Que lastima que hasta ahora no haya sido reconstruida, para lo cual deberían derribar primero esas ruinosas construcciones que la rodean y unirla a la Plaza de Toros para que sea un todo. El hecho que a uno no le guste las corridas que se realizan en el lugar, no significa que no deba ser conservado ¿no os parece? :)
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