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martes, 27 de octubre de 2020

LAS CATACUMBAS DE LIMA: Para estar mas cerca del cielo

Ubicada bajo la monumental iglesia de San Francisco - en el centro histórico de la ciudad - se encuentra uno de los cementerios más antiguos y reconocidos de la capital del Perú, conocido como las Catacumbas de Lima, el cual consiste en una red de túneles, cuartos subterráneos o criptas que cubren una gran extensión. La fama del lugar se debe a su infraestructura y su valor histórico, ya que esta serie de bóvedas subterráneas sirvieron como antiguo cementerio en los tiempos felices del Virreynato a miembros de asociaciones de fieles católicos. Funcionó como tal hasta 1810 y se calcula que en aquella época debió albergar hasta 25 mil personas. En las criptas destacan dos pozos de casi diez metros de profundidad, llenos de huesos y cráneos humanos. La finalidad de estos pozos era proteger la antigua edificación de movimientos telúricos de gran magnitud. Se cree que también existieron pasadizos secretos que la comunicaban con la Catedral y el Tribunal de la Santa Inquisición. Como sabéis, San Francisco es una de las joyas más representativas de la arquitectura virreinal del Perú. Los ambientes que forman parte de este conjunto son las Iglesias de San Francisco, la Soledad y el Milagro, que con sus claustros, patios y anexos constituyen lo que se conoce como el Convento de San Francisco, el cual, como podéis imaginaros, reúne tesoros artísticos de gran valor artístico, los mismos que han sido conservados y admirados a lo largo de cuatrocientos años. El esplendor de su patio, biblioteca y salas decoradas con azulejos, tallados en madera y oleos en pan de oro, contrasta enormemente con el oscuro y misterioso ambiente que se encuentra debajo de esta portentosa edificación religiosa. En ella reposan los restos de Fray Juan Gómez, español que llegó a Lima en 1587, quien fue enfermero de San Francisco Solano durante su larga enfermedad. También está enterrado Fray Ramón y Tagle y Bracho, uno de los hijos de los Marqueses de Torre Tagle, quien falleció el 2 de agosto de 1780 a la edad de 70 años. Asimismo, Fray Andrés Corso, quien fue unos de los fundadores del Convento de los Descalzos en el Rímac, quien falleció el 10 de junio de 1620.A pesar de que fueron clausuradas para la visita del público en 1821- tras la proclamación de la Independencia del Perú - en 1950 fueron reabiertas y diariamente reciben a cientos de visitantes nacionales e internacionales, los mismos que van en búsqueda de su historia y los misterios que esconden sus profundidades. Sin duda alguna, un punto obligatorio para los turistas interesados en la historia religiosa colonial. Por cierto, ¿qué llevó a las personas a enterrar a sus muertos dentro de las iglesias? Es bueno precisar que la Iglesia de San Francisco no era la única que lo hacía. Todas las iglesias por aquellos años tenían sus pequeños cementerios cercanos, criptas sepulcrales o bóvedas fúnebres. Desde la Iglesia de Santa Ana hasta la Catedral de Lima. Se trataba de una costumbre traída de España, donde la Iglesia acostumbraba tener a sus muertos dentro o cerca de sus basílicas. “Las iglesias eran los lugares de culto. Desde las primeras, que fueron templos romanos entregados a los cristianos, siempre se emplearon como cementerios porque la iglesia es el lugar de la celebración de la eucaristía. El altar representa a Cristo, es como la tumba de Cristo”, explico el sacerdote jesuita Edwin Vásquez. “Es así que los cuerpos de los cristianos se enterraban ahí con el fin de que estén lo más cerca posible al cuerpo de Cristo”, aseveró. Como sabéis, el rey Alfonso el Sabio, monarca de Castilla y León entre 1252 y 1284, explicó en sus famosas 7 Partidas el origen de esta costumbre. Enumera cuatro puntos: el primero indica que así como los cristianos consideran que su creencia debe estar más cerca de Dios, lo mismo debe ocurrir con su sepultura; el segundo señala que, cuando ellos se acercan a las iglesias para ver los restos de sus parientes, se acuerdan de rogar a Dios por ellos; el tercero, porque les rezan a los santos en cuyo nombre son fundadas las iglesias; el cuarto precisa que el mal no va a poder llegar a ellos, a los muertos en las iglesias, que son lugares consagrados. El mismo rey preciso que no cualquier fallecido podía ser ingresado a las criptas de una iglesia. Estos espacios fueron separados para reyes, reinas, obispos, comendadores y otros cargos más; sin embargo, con el pasar de los años, esta norma se fue flexibilizando en España y otras partes del mundo. Diversos historiadores concluyen que tras la conquista de América, casi la mayoría de cristianos podía optar por ser enterrado en una iglesia. Tal fue el caso del conquistador español Francisco Pizarro. Sus restos fueron sepultados en la Catedral de Lima y hasta el día de hoy permanecen allí. Pero todo acabaría en 1808. Aquel año se inauguraría en Lima el primer cementerio civil en América: el Cementerio General, conocido más tarde como Presbítero Matías Maestro. Los cambios se habían comenzado a dar en los primeros años del siglo, cuando en España Carlos IV ordenó la prohibición de enterrar a los fallecidos en las iglesias. El principal problema había sido la falta de salubridad. Cada vez llegaban más informes de que estos recintos eran un caldo de cultivo de diversas enfermedades y epidemias. Además, la acumulación de los cadáveres en espacios reducidos fue un peligro para los fieles. “Para evitar la propagación de epidemias y malos olores se esparcía cal sobre los cuerpos que se depositaban apenas con una mortaja y separados únicamente con tierra”, detalla una publicación del Museo y Convento San Francisco. “Con la llegada de la Ilustración, las ideas respecto a la salud comienzan a cambiar. Empieza una desacralización de la ciudad y la medicina comienza a tomar más fuerza, se invierte más en salud pública y en higiene. Se empiezan a caer muchas teorías clásicas, como la de los miasmas o humores”, indica Estefanía Queirolo, historiadora de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A su turno, en un artículo titulado “Historia de los cementerios de Lima y Callao”, el historiador Santiago Tacunan explica que tras la culminación del Cementerio General, el cual fue construido en los extramuros (hoy Barrios Altos), el entonces virrey José Fernando de Abascal ordenó el cierre definitivo de los cementerios, bóvedas, en las iglesias. A pesar de la fuerte resistencia que encontró, el virrey se mantuvo firme. Para la inauguración se exhumaron los restos del arzobispo de Lima, Juan Domingo Gonzáles de la Reguera, quien había sido enterrado en 1805 en la Catedral de Lima, y fueron enterrados en el nuevo cementerio. Esta medida “obedeció a que la población se mostraba reticente a enterrar a sus muertos en un espacio alejado de los altares de las iglesias y fuera de la ciudad”, sostiene Tacunan. Aunque los entierros en las iglesias continuaron de forma clandestina hasta mediados del siglo XIX, el camino ya estaba trazado. Los fallecidos eran llevados a los cementerios de la ciudad en una costumbre que perdura hasta hoy. La “hermana muerte”, como la llamaba San Francisco de Asís, por fin tenía un lugar donde descansar :)
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