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sábado, 11 de abril de 2020

FUJIMORI: El padre de la criatura

En medio del debate generado por la aprobación en el Congreso del proyecto que autoriza a los afiliados el retiro del 25% de sus fondos de las AFP, es bueno recordar cuál es su origen y las reformas que ha tenido este modelo de pensiones tan criticado desde su implementación en el Perú. Sucede que en 1992, tras el autogolpe de Kenyo Fujimori - quien traiciono al país instaurando una sangrienta dictadura - se publicó el Decreto Ley N°25897, con el cual se creó el Sistema Privado de Administración de Fondos de Pensiones(SPP), conformado por las Administradoras Privadas de Fondos de Pensiones (AFP) que se convirtieron como podéis suponer, en el gran negociado del régimen golpista. El modelo instaurado en el Perú no era nada nuevo ya que se basó en el sistema privado implantado por el genocida Augusto Pinochet en Chile a sangre y fuego en 1981. Se dijo que bajo este nuevo sistema de capitalización de fondos “las pensiones se generan en función de los aportes del afiliado y la rentabilidad acumulada en el tiempo que dure el contrato” aunque la realidad demostró que era muy distinto. Las AFP que abrieron inicialmente sus puertas con la promulgación de la norma fueron Horizonte, Integra, Profuturo, Unión Vida, Unión, El Roble, Providencia y Megafondo, las cuales se irán transformando con el pasar de los años. Como la mayoría de trabajadores se encontraban en el Sistema Nacional de Pensiones, se decidió ofrecer bonos de traslados de la ONP a las AFP haciéndoles creer en las “bondades” que suponía afiliarse a ellas. Lo cierto es que este proceso no fue voluntario y se obligo a trasladarse a ellas descapitalizando a la SNP. Con esta medida, se logró un traspaso de 1,1 millón de trabajadores al naciente y lucrativo negocio. Con el correr del tiempo, las AFP se fueron fusionando y absorbiendo entre ellas. Cinco años más tarde de su creación, solo quedaban Horizonte, Nueva Vida, Profuturo y Unión Vida. En los 2000 se crea la Superintendencia de Banca y Seguros del Perú (SBS), entidad que se encargaría de su fiscalización. Asimismo, se suma una nueva empresa al rubro de las pensiones: Prima AFP inicia operaciones en el Perú. Actualmente, a raíz de todos los cambios y crisis que ha tenido este sistema, se mantiene en el mercado de pensiones con cuatro AFP: Integra, Prima, Profuturo y Habitat. Las AFP tienen como principal característica la acumulación de los aportes en un fondo individual o cuenta de capitalización individual, muy diferente al fondo común que establece el sistema de pensiones estatal. Otra diferencia con el sistema de pensiones público es que no tiene como requisito haber trabajado 20 años para poder acceder a una pensión, ya que, por medio de las AFP, el afiliado es dueño de sus propios fondos. Y finalmente, se le dio el poder de generar rentabilidad para los fondos de sus afiliados, controlados por la SBS. Se supone que bajo este mecanismo, los pensionistas aumentarían sus fondos en el tiempo y con ello recibirán una mejor pensión. Parecía una buena opción pero el desengaño no tardo en llegar, ya que los únicos beneficiados fueron los dueños de las AFP - así como su promotor el ministro de Economía Carlos Boloña, quien paso a ser director de la AFP Horizonte convirtiéndose en juez y parte del mismo - al disponer a su antojo de capitales que no eran suyos. En efecto, Boloña Behr fue pieza clave en la Ley de Creación del Sistema Privado de Administración de Fondos de Pensiones (25897). Actuó incluso en contra de capitales peruanos, ya que promovió una ley que prohibió a los bancos nacionales participar en la constitución y administración de las AFP, beneficiando en todo momento a las empresas chilenas que tenían “experiencia” en el tema. Luego de promulgar la legislación de las AFP, en agradecimiento por haberlos favorecido generosamente por decisión de sus accionistas, Boloña pasó a presidir el directorio de AFP Horizonte. Quedó en evidencia entonces que las desmedidas ventajas que se les había otorgado a las AFP no eran nada gratuitas. Fueron los primeros jubilados de las AFP - que durante su vida laboral tuvieron ingresos mínimos - quienes descubrieron el engaño al cobrar pensiones ínfimas y menores en comparación con las que recibían sus compañeros que se mantuvieron en el SNP. Peor aún, muchos fueron informados recién que su pensión se acabaría cuando su fondo expirara. La renta vitalicia y pensión mínima son medidas que se implementarían luego. En el 2000, por ejemplo, la Asociación Departamental de Azucareros de Lambayeque denunció que las AFP daban pensiones de S/. 300, S/. 400 y S/. 500 nuevos a sus afiliados, cuando la ONP otorgaba S/. 800 a S/. 1500 mensuales. Por ello, exigieron el derecho a desafiliarse del Sistema Privado de Pensiones. Sin embargo, no fue hasta el 2007 que se aprobó la ley de libre desafiliación a las AFP. La norma, no obstante, establecía varios requisitos, lo que fue entendido por los afiliados inconforme como trabas. Incluso en mayo del 2009, el Tribunal Constitucional aprobó incorporar como causal suficiente para la libre desafiliación la información “indebida o insuficiente” que brindaron estas entidades durante el proceso de afiliación. Pero eso no es todo, ya que al salir la ley de libre desafiliación se presentaron inicialmente unas 200 mil solicitudes, pero solo una ínfima parte pudo retornar a la SNP. Era evidente que con la complicidad del gobierno, las AFP no han querido soltar a su presa que le brinda tantos beneficios económicos y han puesto toda clase de trabas y objeciones para que ello no ocurra. Es mas, desde su polémica creación en la década de los noventa, las AFP no han sufrido profundas modificaciones debido a las fuertes presiones que ejercen los lobbys en los gobiernos de turno, salvo ciertos cambios cosméticos que se han producido en los últimos años, entre los que se destaca la modificación del sistema privado de pensiones del 2016, cuando se decidió permitir a los afiliados el retiro de hasta el 95% de sus fondos al momento de su jubilación y se permitió el uso del 25% para el pago de una primera vivienda, pero las condiciones para acceder a esos beneficios son inasumibles por los aportantes, que en el fondo nada ha cambiado. En el 2017, un estudio encargado por el Ministerio de Economía y Finanzas [MEF] daba cuenta de la necesidad de reformular el esquema previsional en la economía andina, pero como podéis imaginar, todo siguió igual. Nunca en la historia peruana y quizás mundial, se ha visto un negocio más extraordinariamente seguro para una empresa privada que las AFP. Cuentan con un mercado cautivo, sin riesgo de pérdida para la empresa por su mala gestión. Ni en las peores crisis financieras mundiales las AFP han visto disminuir sus utilidades. Ellos nunca pierden ya que cobran el dinero por manejarlo a su gusto y conveniencia y si lo invierten bien o mal es igual, ya que si ocurre algún imprevisto, lo recuperan rápidamente ‘recortando’ los fondos de sus afiliados, quienes siempre serán los perdedores, sobre todo los de menores ingresos. Ellos nunca van a tener una pensión apropiada del sistema que se queda con la parte del león ¿Se puede sostener ese modelo en esas condiciones? La respuesta es No. Es por ello que basto que el Congreso haya aprobado el retiro del 25% de los fondos de las AFP por parte de sus aportantes - que son los verdaderos dueños de ese dinero - para que entre inmediatamente en acción el poderoso lobby que tienen tanto en el vizcarrismo como en los medios de comunicación, para defender sus sucios intereses pintando un cuadro apocalíptico si se toca un pelo a su sacrosanta actividad esquilmadora. Al respecto, Óscar Dancourt, expresidente del Banco Central de la Reserva del Perú (BCRP), aseguro que esta medida no perjudicaría las medidas económicas implementadas hasta ahora. “Si las AFP traen sus fondos del extranjero, devuelven su dinero a la gente y la gente lo gasta acá y termina en el sistema financiero, entonces, ese retiro fortalecerá al sistema financiero local. Eso es lo que normalmente hace cualquier entrada de capitales del exterior”. Dancourt sostuvo que el ejecutivo debería promulgar, rápidamente, la ley que ha aprobado el Congreso. “Si la gente que tiene ahorros en las AFP decide que necesitan esa plata para afrontar la cuarentena, esa es una decisión que les concierne a ellos, no a los funcionarios del gobierno ni a las AFP”, concluyó. “Todos estamos de acuerdo que el sistema privado de pensiones (las AFP) son un sistema perverso que no ha sabido darles una pensión digna a los trabajadores. Necesitan trabajar más de 43 años con un sueldo de 2000 soles para poder sacar una pensión de 930 soles. El momento es ahora, hay mucha gente que lo necesita”, manifestó a su vez el congresista de Podemos Perú José Luna Morales en una entrevista a RPP. “La propuesta busca liberar 21 mil millones del dinero de los aportantes, no de las AFP […] Hay más de 70 mil millones de cartera extranjera que las AFP podrían traer al Perú sin afectar un solo sol del dinero invertido dentro de las empresas. Es una propuesta justa porque devuelve el dinero a ciudadanos que en este momento más lo necesitan”, expresó. Por su parte, el presidente del Congreso Manuel Merino de Lama, consideró que la aprobación del retiro del 25% de los fondos de las AFP se hizo pensando en el problema económico que tienen los peruanos durante el estado de emergencia para frenar la expansión del coronavirus (COVID-19). “No es el mejor momento para haber hecho una aprobación de la naturaleza que se ha hecho, pero […] la población que ha venido haciendo su ahorro en el sistema de pensiones empieza a sentir que no tiene dinero al no poder trabajar al estar confinados en sus casas durante semanas y además porque todo se ha encarecido”, manifestó en Radio Nacional. Asimismo agrego que en caso que Vizcarra haga una observación de esta ley aprobada por el Pleno del Congreso se podría adelantar la potestad del Legislativo para acelerar su publicación y entre en vigencia lo antes posible. “Basta de demagogia señor Vizcarra y póngase por una vez en su vida del lado de los que sufren y no de los empresarios. Si no lo promulga ya mismo, sabremos de que lado está” puntualizo. Y no le falta razón :)

jueves, 9 de abril de 2020

HUEVOS DE CHOCOLATE VIZZIO: Déjame uno!

La celebración de la Pascua no es completa sin un delicioso huevo de chocolate, ¿verdad? y si es Vizzio de Costa, con mayor razón. Como en todas las celebraciones, durante esta fiesta que celebra la resurrección de Cristo se repiten gestos y costumbres adquiridas aún cuando no se conozca a ciencia cierta su significado o su historia; tal es el caso de los huevos de pascua, que se realizan, se regalan y se consumen, de todos los tamaños y colores, durante estos días… pero ¿de dónde viene esta costumbre? Si bien hay muchas fuentes que sostienen teorías diversas, una de las historias más aceptadas de la inclusión de los huevos como parte de la celebración de la pascua se remonta a la época de los antiguos celtas, quienes desde Escandinavia se dispersaron por el norte y centro de Europa llevando con ellos sus tradiciones, quienes adoraban a la diosa Eostre, relacionada con la fertilidad y se la asociaba con los huevos que dan nacimiento a una nueva vida y con los conejos que representan una prolífica reproducción. Es mas, la palabra inglesa para designar la Pascua es “Easter” haciendo alusión precisamente al nombre de la diosa. Como era de esperar y al no poder erradicar dicha fiesta pagana, la Iglesia Católica se apropio de la celebración “cristianizandola” y la relaciono con la Resurrección de Cristo. En cuanto a los huevos y el conejo, crearon una leyenda afirmando que uno de ellos quedo atrapado nada menos que en la tumba de Jesús cuando su cuerpo fue depositado tras su crucifixión, por lo que al tercer día fue testigo de su regreso de la muerte y en recuerdo de ese extraordinario acontecimiento en la historia de la cristiandad, se dedico a repartir los huevos anunciando el magno evento. Fue recién durante la Edad Media, cuando se empezaron a decorarlos y comerlos como un bocadillo en el día en que Jesús resucitaba. Posteriormente se hicieron de chocolate, los cuales se decía que eran escondidos por el Conejo de Pascua para que los niños los busquen, y por consiguiente, los encuentren y se los coman. Desde entonces fueron muy solicitados y al extenderse esta costumbre por el mundo, diversas empresas se dedicaron a fabricarlas par satisfacer la demanda en la Pascua y Costa fue uno de ellos. Se trata de una empresa chilena dedicada a la elaboración de alimentos y golosinas, siendo una de las más importantes de su rubro en su país de origen, concentrando alrededor del 45 % del mercado de galletas. En 1982, a raíz de la crisis económica desatada ese año, la empresa fue adquirida por el grupo Carozzi, que inició su expansión internacional hacia otros países de la región, con la inauguración en 1996 de una fábrica de galletas en Lima. Desde entonces su producción de golosinas - y en especial de los deliciosos huevos de Pascua Vizzio durante la Semana Santa, así como sus almendras bañadas en chocolate - no ha dejado de crecer, convirtiéndose en líderes de ventas. Ya lo sabes, ve por el tuyo antes de que se acaben. Para variar, de Costa :)

martes, 7 de abril de 2020

SEMANA SANTA EN LIMA: ¿Cómo se celebraba a principios del siglo XX?

Cuando los españoles conquistaron el Imperio de los Incas en el siglo XVI, trajeron a estas lejanas tierras la religión católica, la cual no tardo en ser asimilada por los vencidos, quienes continuaron adorando a sus dioses ancestrales en formas de vírgenes y santos. Ejemplo de ello son las diferentes manifestaciones de estas costumbres que se siguen dando en todo el territorio. Fue distinto en el caso de Lima, que desde su fundación por Francisco Pizarro en 1535, se celebraron con gran fervor las fiestas religiosas, especialmente durante la Semana Santa, que perduraron hasta el siglo XX. A diferencia de hoy en día, donde para algunos la religión se ha vuelto en algo accesorio, los limeños se preparaban desde el Miércoles de Ceniza para el inicio del periodo de arrepentimiento y ayuno: la Cuaresma, ocasión para múltiples procesiones y manifestaciones de piedad cristiana, como la procesión de la penitencia de Cuaresma que salía de Santo Domingo o la procesión de la Amargura, que incluso sirvió para denominar así a todo el actual Jr. Camaná, en cuyos paredes de su última cuadra - hacia la Recoleta - estaban pintados los pasos de la pasión. El Domingo de Ramos, en la Lima de antaño, se efectuaba una muy popular procesión, con la que se daba inicio a la Semana Santa propiamente dicha. Esta procesión salía entre las 5 y 6 de la tarde, muy pintoresca no sólo por sus bellos motivos religiosos, sino también por la gran cantidad de gente que la acompañaba: en un anda iba Jesús montado en un burro, seguido de sus apóstoles y Zaqueo trepado en una palma; en otra, la Virgen Dolorosa con el corazón traspasado por siete puñales de plata. La ropa de Zaqueo llamaba la atención, ya que cada año cambiaba de ropaje: marino, militar, diplomático, bombero, seminarista, torero, o algún personaje de actualidad. La misma curiosidad despertaba el burro finamente enjaezado; cuentan de el que venía solo desde su potrero a pararse frente a la iglesia a que la preparen para tan solemne acto. Desde la mañana acudía la gente a misa dominical también llamada de Ramos, por las muchas flores que cubrían los altares y porque se regalaban ramitas de palma y olivo bendecidas, las cuales servían para seguir la procesión. La banda de la artillería llegaba del cuartel para acompañar la procesión, que anunciaba su salida con repiques de campana y cohetes, causando un gran revuelo. El tráfico de coches y tranvías quedaba suspendido. En la Plaza Mayor se sentía el fervor religioso que desbordaba entre las miles de personas ubicadas, desde horas antes, en los portales y balcones, en la desembocadura del Callejón de Petateros y en el atrio de la Catedral. En los balcones encajonados del antiguo Palacio aparecía el Presidente, sus familiares, edecanes y Ministros, mientras que los mayordomos salían a vaciar sobre las andas grandes azafates de jazmines y azucenas. En las bocacalles de la plaza, carruajes descubiertos de familias adineradas; las sahumadoras saturaban el ambiente con humo del incienso; los niños querían ver el traje de Zaqueo y sus padres los subían a sus hombros. La vuelta alrededor de la Plaza se hacía dentro de un marco de esplendor formado por luces que se destacaban por todos lados, rutilando al compás de la música. En los balcones del anterior Palacio Arzobispal aparecía el Arzobispo rodeado de canónigos, para impartir la bendición episcopal. De regreso al templo, las dos andas escuchaban junto con la multitud que abarrotaba la iglesia, el laudamus de rigor y la concurrencia se retiraba a sus casas por lo general más allá de las diez de la noche. Así amanecía el lunes, primer día conmemorativo de pasión y muerte, cuando Cristo empezaba a padecer y en los corazones de los cristianos se acababan las alegrías dejadas por las flores y palmas del domingo. El amor y temor de Dios era tal que la mayoría de los hogares se entregaba al más místico recogimiento. En ninguno, por más pobre que fuere, faltaba la repisa con el crucifijo o la Virgen velándose, delante de la cual se rezaba el rosario día y noche. Hasta los más palomillas se sabían al dedillo los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos con sus letanías, padrenuestros y avemarías consiguientes. Toda la semana, a la hora en que el ángel del Señor anunció a María, los muchachos se sentaban por lo general alrededor de una de las abuelas con misal y rosario en ambas manos, para iniciar el rezo. En seguida del rosario, el lunes la explicación sobre el paso de la cena; el martes la oración del huerto, y el miércoles la prisión. Pero el jueves, estos ejercicios tomaban un cariz más solemne. Se celebraba la última misa de Pasión y había que confesarse y comulgar obligatoriamente. Luego, el chocolate con pan de dulce para el desayuno y de ahí hasta el almuerzo, que consistía por lo común, según cuentan los antiguos, en una buena sopa de pescado. En este día, también a partir de las doce, cambiaba por completo el aspecto de la ciudad: teatros y bares cerrados, tránsito paralizado, los trenes y tranvías no tocaban pitos ni campanas, ni se escuchaban ruidos de ninguna clase. Acabado el almuerzo, se salía a visitar las Siete Estaciones: la gente luciendo sus mejores ropas negras en señal de duelo, lo hacía hasta altas horas de la noche. Las mujeres de mantilla y sin adornos. De regreso a casa, el rosario y la explicación dolorida del paso de Jesús por la calle de Amargura camino al Calvario. También se solía llevar a lo niños a la Plaza Mayor a ver la Formación de Semana Santa que duraba todo el tiempo de los Oficios Divinos de la Catedral, en los cuales el Arzobispo oficiaba acompañado por los canónigos. Concurrían como hoy, el Presidente, los Ministros, Vocales de las Cortes, funcionarios públicos, con ligeras variantes. Era de ver al Ejército dispuesto en las cuatro alas, con sus cañones y ametralladoras relucientes, uniforme de gala con pompón y luto al brazo, rindiendo honores al Altísimo. En el desfile final, los soldados marchaban con el estandarte cubierto de negro crespón y con los rifles a la funerala, apuntando al suelo.En el Palacio Arzobispal, a las doce del jueves eran llevados 12 ciegos mendicantes a quienes el arzobispo les lavaba los pies en una palangana de plata, como lo hizo Jesús con sus discípulos. Acto seguido pasaban al comedor donde el mitrado almorzaba con ellos, igual también que Jesús con sus apóstoles en la cena postrera, un gran plato de bacalao. En Palacio de Gobierno también había almuerzo presidencial los jueves y viernes santos, luego de los oficios en la catedral. Cuando terminaba el almuerzo salía el presidente a visitar las Estaciones a pie, acompañado de ministros, edecanes y otros funcionarios. Una compañía del Regimiento Escolta, con banda de músicos, marchaba detrás de la comitiva. Según se cuenta, allá por 1906, en la época del presidente José Pardo, se sirvió uno de esos almuerzos, cuyo menú fue confeccionado por monjas de conventos famosos: cebiche de corvina, por Santa Clara; chupe a la limeña, por la Concepción; arroz con conchas atamalado; por Santa Catalina y torrejitas, el cronista no recuerda de qué, por la Encarnación. Dulces y frutas al escoger, rociado por discreta cantidad de vino. Como era de esperar, el Viernes Santo era el de mayor solemnidad. Ayuno forzoso en todos los hogares; el pescado subía de precio y carne no se veía en los mercados sino para enfermos con licencia del cura. En la tarde, Sermón de las Tres Horas y luego la famosa procesión del Santo Sepulcro, que salía de la Basílica del Rosario, en Santo Domingo, bajo la dirección de la archicofradía conocida con el nombre de la "Vela Verde". Este era otro de los momentos de mayor atracción, en especial para gentes de etiqueta, pero sin el resplandor popular del Domingo de Ramos. Recorrido siempre por las calles adyacentes a la Plaza Mayor, regresando a su templo ya de noche. La explicación evangélica abarcaba la flagelación, la cruz a cuestas, la crucifixión y la agonía y muerte de Jesús. Pobre de aquel muchacho que se atreviese a juguetear, a regañar o a hablar fuerte siquiera. El sábado olía a gloria desde que salía el sol. Todos se acostaban la víspera pensando en la gran misa de ese día que se celebraba a las diez. La iglesia de San Pedro era la más concurrida por fieles de las diversas clases sociales. Los altares presentaban sus imágenes engalanadas con múltiples y olorosas flores. Finalizada la misa, el grito de gloria se lanzaba a los cuatro vientos por el repique de campanas, cohetes, camaretazos y hasta disparos de armas de fuego, alegrados por la música de las bandas militares que duraban varias horas, mientras que en las puertas de los templos se repartía agua bendita. La ciudad nuevamente volvía al bullicio característico. El menú casero variaba, “con la reaparición de la carne luego de dos días de suspensión: se servía el sempiterno sancochado en el almuerzo (una taza de caldo sustancioso, espesado con arroz y garbanzos bien cocidos, rajitas de pan frito y aderezo de perejil, cebolla y ají verde bien picaditos y entremezclados, luego un buen pedazo de pecho o cadera, media yuca, un camote entero, col, zanahoria, pellejo de chancho y su trocito de cecina; un pan de los llamados cemita y de postre un plátano de la isla y su porción de ranfañote” cuentan los cronistas de la época. Luego, a dormir temprano para levantarse el domingo a la misa de Resurrección de las 4 de la mañana en San Francisco, que concluía con la procesión del Señor resucitado precedido de san Juan Evangelista. Buena parte de los asistentes a la procesión, que servía además como refugio a los trasnochadores, se iba por las calles de Lima en busca de un buen desayuno, apuntando las narices hacia los sitios donde más rico olor a tamales y chicharrones despedía y que quedaban en las calles Santo Toribio (2a. de Lampa), Arzobispo (2a. de Junín), Polvos Azules (Jr. Santa) y Pescadería (1a. de Camaná). Sobre todo esta última, famosa por sus cocinas criollas, siempre llenas de comensales alegres y aficionados al buen plato y a su infaltable música criolla. Así era una Semana Santa en la Lima de inicios del siglo XX. Como han cambiado las costumbres desde entonces, con mayor razón en estos últimos días por obra y gracia del Coronavirus donde nadie puede salir de su casa y tiene que celebrarlo de manera virtual ¿no os parece? :)
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