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sábado, 2 de septiembre de 2023

PERÚ: Soluciones extremas

Como consecuencia del avance de la delincuencia en el país andino que está llegando a niveles insospechados y ante la incapacidad de la policía para neutralizar su avance - así como la falta de decisión política del Gobierno por enfrentarla - cada vez va ganando la idea de importar métodos exitosos aplicados en otros países como El Salvador, cabe preguntarse si es posible replicarlo en el Perú. Venga ya, si hay algo que ha unido a los peruanos, sean de la condición económica o posición política que fueran, es el odio hacia los venezolanos, que cual plaga bíblica han ‘invadido’ el país desde la época del conocido lobbysta y Traidor a la Patria, Pedro Pablo Kuczynski, quien por “indicaciones” de Washington les abrió las fronteras de par en par a los millones que huían del régimen chavista, y de los cuales los peruanos ahora no saben cómo librarse de esa molesta presencia. Primero aparecieron en las esquinas de los semáforos vendiendo “arepas”; luego comenzaron a quitar el trabajo a los nacionales al cobrar menos por una misma labor, ya sea aparcando coches, atendiendo en los grifos o como cajeros de supermercados por ejemplo; Pero como si eso no fuera suficiente, comenzaron a llegar grupos delincuenciales en grandes cantidades provenientes de las cárceles chavistas que desataron el terror en Lima y otras ciudades por la violencia extrema y el sadismo de sus acciones - como el descuartizamiento de sus víctimas, repartiendo sus cuerpos por toda la ciudad - que superaba y en mucho a los realizados por sus ‘equivalentes’ nacionales, quienes se vieron pronto desplazados y asesinados si se les interponían en su camino. Pronto se hicieron con el control de todos los ilícitos negocios habidos y por haber, ante la impotencia de una policía que nada puede hacer, a lo que debemos agregar la pasividad - o complicidad - de jueces y fiscales que los liberan instantáneamente no importa la gravedad de sus delitos. ¿De qué sirve entonces que las Fuerzas del Orden realicen operativos para cazarlos, si al día siguiente esos indeseables ya están libres y listos para seguir delinquiendo? Es más, a aquellos que han logrado expulsar del país por ser ilegales, al poco tiempo vuelven a cruzar la frontera y a continuar con lo mismo. Esta situación no puede continuar indefinidamente y se requieren medidas extremas para combatirlos, así protesten esos parásitos caviares quienes han salido últimamente en su defensa invocando “sus derechos” (?). Venga ya, esos delincuentes se han colocado al margen de la ley por decisión propia y por lo tanto no tienen derecho alguno a invocarlos. Es necesario por ese motivo aplicar mano dura a esos miserables y si para ello se decide por el llamado Plan Bukele, adaptado a las necesidades del país obviamente, bienvenido sea. Al respecto, el conocido analista Fernando Rospigliosi nos da su opinión sobre este punto, el cual reproduzco entrecomillado claro está ¿vale?: “Desde hace algún tiempo vengo explicando que para resolver los problemas del país se requieren soluciones radicales, dado que es imposible hacerlo en el marco de la actual democracia fallida, copada en muchos casos por la corrupción y la incompetencia, y sin posibilidades de cambio a través de reformas de sus mecanismos que, en todo caso, serían diseñadas y ejecutadas por los propios individuos y grupos que están destruyendo el Perú. Un ejemplo de cómo se pueden aplicar soluciones radicales a un asunto muy importante –tal vez el más importante- es lo que ha hecho el presidente Nayib Bukele en El Salvador, un país que estaba sometido al terror de las maras, pandillas muy violentas, organizadas y con decenas de miles de integrantes, que dominaban la vida de la inmensa mayoría de la población y la sometían a todo tipo de extorsiones, violaciones y crímenes. Bukele ha logrado en tiempo record, en pocos años, someter a esas pandillas, encarcelando o abatiendo a sus cabecillas y miembros, y liberando al pueblo salvadoreño de ese atroz sufrimiento. Ha reducido al mínimo la tasa de homicidios - El Salvador tenía la más alta del mundo - y la de todos los delitos, restableciendo el orden y la convivencia pacífica. Para lograrlo, ha tenido que forzar las instituciones y las normas. No había otra manera. Hay que imaginar un país donde, al igual que el Perú, las instituciones están penetradas por la corrupción, la ineficiencia y la lenidad. Es absolutamente imposible, en ese contexto, derrotar la delincuencia, manteniendo los mismos malandrines e incompetentes que, al frente de las instituciones, han permitido –y a veces alentado- el desborde criminal. Por hacer eso, por tener éxito derrotando a las maras y devolver la tranquilidad al pueblo, Bukele se ha convertido en la bestia negra de comunistas y caviares del mundo entero. Le reprochan haber violado los “derechos” de los delincuentes. Quieren que, como ocurre en el Perú, fiscales y jueces liberen a los delincuentes apenas los ha capturado la policía, como acaba de suceder con 18 malhechores del ‘Tren de Aragua’ capturados en San Juan de Lurigancho. O a los cómplices del “maldito Cris”, capturados en flagrancia y puestos en libertad por una fiscal. Cuando suceden estas barbaridades, ninguna ONG defensora de los derechos de los delincuentes dice nada, ni la CIDH, ni los caviares, ni sus medios de comunicación. Pero cuando Bukele recurre a medidas excepcionales y encarcela masivamente a los forajidos y los encierra en cárceles que los bandidos no controlan, todo el coro caviar empieza a chillar en defensa de los rufianes. Arguyen los caviares que la política de Bukele tiene el riesgo de desembocar en autoritarismo. Obviamente, toda estrategia exitosa tiene riesgos. Quien no arriesga no puede resolver ningún problema. Hay muchas modalidades de soluciones radicales. La de Bukele es una de ellas. El Perú necesita una solución radical” puntualiza la nota. A ello debería agregar que una buena idea sería - como lo he repetido en reiteradas ocasiones - reabrir el penal de la isla El Frontón, convirtiéndolo en una supercarcel donde enviar a los más peligrosos delincuentes y cabecillas de organizaciones criminales, quienes por su lejanía de la costa estarían impedidos de comunicarse por celular con sus secuaces desde la cárcel para seguir cometiendo sus delitos, como ocurre hasta ahora. Lamentablemente el Gobierno no lo ve así, y desechando el Plan Bukele, dio a conocer sorpresivamente un disparatado e improvisado proyecto bautizado pomposamente como Plan Boluarte, que es más de lo mismo que ha hecho la policía hasta ahora, o sea nada ¿A que están esperando para actuar? ¿A que todo se salga de control? (Por cierto, es repudiable desde todo punto de vista que la caviarada de CIDH pretenda obligar al Estado peruano a indemnizar al terrorista aprista Víctor Polay Campos, cabecilla del MRTA, otro grupo criminal que junto con Sendero Luminoso, ocasionaron un baño de sangre en el Perú. Ello no solo debe ser rechazado por la sociedad en su conjunto, sino que su vergonzoso accionar demuestra que es imperativo que rl país abandone ese tribunal defensor de asesinos. Cuanto antes mejor ¿No os parece?)

martes, 29 de agosto de 2023

SANTA ROSA DE LIMA: Psicosis en su máxima expresión

¿Estaba Santa Rosa de Lima mal de la cabeza? Efectivamente, pero eran otros tiempos, otra mentalidad, otra concepción de lo que era ser mujer y ser católica; pero en medio de la grandilocuente narración de quienes testificaron para que sea canonizada, más que la edificante trayectoria de una santa, resulta inevitable no vislumbrar un pavoroso cuadro clínico de quien habría sido víctima de abuso sexual. Es por ese motivo que a 406 años de su muerte, debemos develar el misterio ¿vale? La única que no quería que Isabel Flores de Oliva sea una santa, era su madre: María de Oliva. Del testimonio que ofreció como parte del proceso de canonización de su hija, se sabe que ella en realidad solo anhelaba para su pequeña una vida normal, una vida en la que saliera con sus amigas y amigos, se divirtiera, conociera la ciudad, se enamorara y se casara. No soportaba ver el camino del automartirio que había escogido. Para ella no era normal que desde muy niña, su hija atentara contra sí misma desde todos los frentes. (No comía, apenas dormía, se echaba ají en los ojos para no salir a la calle, se encerraba en una ermita, envuelta de cilicios con puntas de hierro y una corona de plata punzocortante que le acuchillaba la carne). Por más que esa era la forma ideal de alabar a Dios, de acuerdo a la época, y era alentada por sus estrictos confesores, sentía que algo malo le estaba ocurriendo. A los ojos de la psiquiatría actual, la mamá de Santa Rosa de Lima tenía razón: su hija necesitaba ayuda. Sin dejar de reconocer la importancia de valorar los hechos de acuerdo a su contexto histórico, y tomando como referencia solo esa parte de su biografía que hasta ahora se conoce, en el 2011 el psiquiatra peruano Mariano Querol (ateo para más señas), reitero un antiguo diagnóstico: “Para mí fue una persona que padeció trastornos mentales muy difíciles de clasificar y catalogar. Presentó graves disturbios de personalidad, disturbios emocionales, de conducta, de autoflagelación, impulsos masoquistas enormes, incluso iluminaciones, posición divina”. Para Querol, se trataba de un cuadro típico de esquizofrenia. No quiso ahondar más en su evaluación médica porque “es difícil decirle a una santita que es una loquita”. A su turno, el Dr. Guillermo Ladd, del Instituto Nacional de Salud Mental “Honorio Delgado” (y no creyente) trazó en el 2014 un cuadro mucho más completo (y arriesgado) de lo que en verdad pudo haber ocurrido en los confines de la mente de la futura santa. Para él, Isabel Flores de Oliva sí presentaba varios problemas mentales, pero no precisamente esquizofrenia como sostiene Querol. “La esquizofrenia ocasiona un mayor deterioro mental de la persona, un empobrecimiento de su capacidad de lenguaje y expresión. Santa Rosa de Lima si tenía momentos en los que participaba de reuniones sociales, se vinculaba con otros, aunque todo muy restringido a su ámbito religioso. Además logró plasmar en forma escrita, y con un lenguaje articulado, algunas de las visiones que inundaban su cabeza a partir de sus experiencias místicas”, precisa Ladd, convencido que Isabel Flores de Oliva estaba psicótica. Sufría de fuertes alucinaciones, visiones irreales, sobrenaturales, como aquella en la que vio y escuchó al niño Jesús, que cuelga del brazo de la Virgen del Rosario, pedirle que sea su esposa. “Eso fue una alucinación. Y las alucinaciones, así como las creencias falsas, son parte de la psicosis”, apunta. Una psicosis de tendencia bipolar, precisa, que la llevaba de un extremo a otro: de la alegría a la tristeza, de la euforia a la depresión más intensa. “Solo en esos momentos, de gran animosidad, podía relacionarse con el resto. Pero este era el estado que le duraba menos. Más predominaba en ella el otro extremo, el de la pena, la desolación. La mayor parte del tiempo ella estaba en ese estado, se aislaba socialmente”, sostiene. En esos momentos de suma fragilidad, era cuando más se autoflagelaba. Tanto esta visión psicótica de su entorno, la dificultad para relacionarse con los demás, especialmente con el sexo masculino, y su minuciosidad e intensidad para autoagredirse, son las piezas que según Ladd, se unen y revelan una enfermedad más compleja: un trastorno de la personalidad limítrofe. Ladd afirma que lo único que le falta para que el diagnóstico esté completo, es la identificación del elemento causante de tanto estropicio. Y es aquí donde el psiquiatra hace su conjetura más arriesgada, basada exclusivamente en la evidencia médica. Él dice: “para que una persona tenga un desorden de personalidad limítrofe como el que al parecer sufrió Santa Rosa de Lima, necesariamente tuvo que haber tenido en su historia una forma de abuso psicológico, sexual o físico. Tiene que haber existido una causa concreta en ese sentido”. La historia de Isabel Flores de Oliva presenta muchos espacios vacíos. Es posible entonces que en medio de tantas laceraciones que ella misma se infligió, exista una laceración mayor que ella nunca deseó. Por el rechazo que sentía hacia los hombres (que su mamá advirtió), Ladd intuye que lo más probable es que haya sido víctima de una violación. Si Santa Rosa de Lima viviera hoy y asistiera a consulta a un psiquiatra, lo primero que él haría sería sacarla de todo su ámbito monacal, alejarla para siempre de ahí, internarla, y tratar de consensuar con ella (u obligarla), para que vuelva a comer (sufría también de anorexia nervosa). Añade que de ser necesario ordenaría que le coloquen una sonda gástrica con tal de que se alimente. Controlaría la psicosis y ese impulso a agredirse a través de medicamentos que eleven la presencia de la serotonina en su sistema nervioso. Luego la haría trabajar, trabajar de verdad, para que pueda adaptarse a sí misma y al resto del mundo. “La recuperación no sería al 100%, pero sí lo suficiente para que los pacientes puedan tener una segunda oportunidad. Hubiésemos evitado que haya una santa, pero hubiésemos salvado una vida”, sentencia Ladd, con el convencimiento de quien ha visto mucho. Hace 406 años, a María de Oliva le hubiese gustado escuchar esas mismas palabras. Lo único que ella pudo hacer por su atormentada hija fue intentar arrebatarle cada uno de los instrumentos de autotortura que constantemente le descubría. Pero nunca pudo con el más letal, ese que se escondía en su enardecida cabeza.
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