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sábado, 26 de febrero de 2022

PERÚ: La próxima víctima

Con el Congreso en la mira desde el primer momento en que accedió ilegalmente al poder - con el claro e indisimulado objetivo de cerrarlo a la menor oportunidad que se le presente - el régimen filosenderista de Pedro Castillo apunta también a la prensa independiente, aquella que ha dejado al descubierto toda la inmundicia de esa cloaca llamada Perú Libre, organismo de fachada de Sendero Luminoso. Como recordareis, ya en la campaña electoral se le veía a ese vil sujeto fuera de sí, azuzando en su limitado lenguaje a la indiada para que ataque los medios de comunicación, que cometieron el “delito” no solo de denunciar sus profundos lazos con el terrorismo, sino que también de cómo fue financiado por el narcotráfico. Pero ahora en Palacio y buscando la manera de atenazarse cual sanguijuela a la poltrona como el parásito comunista que es, ha arreciado sus ataques a la prensa de una forma por lo demás grotesca. Como sabéis, en los últimos días tanto ese oscuro individuo como el viejo senil de Aníbal Torres - que funge de “primer ministro” - han puesto en evidencia, otra vez, que detestan a los medios de comunicación y que, cuando puedan, los silenciarán. Algo lógico porque los comunistas, no puede tolerar a la prensa libre que investigue y denuncie sus actos de corrupción y autoritarismo, maltratándonos continuamente como sucedió hace unos días atrás cuando Castillo ordenó que una barrera de policías impidiera que los periodistas se le acercaran, para evitar que le hagan preguntas que, obviamente, no puede responder. Antes, el tipo ese se había negado a contestar los indispensables requerimientos de los hombres de prensa sobre las flagrantes contradicciones entre sus declaraciones públicas y las preguntas que por escrito le formuló la fiscalía - cuyas respuestas probablemente fueron redactadas por sus abogados - sobre su relación con la lobbysta Karelim López, la que organizó una fiesta de cumpleaños en Palacio “sin que Castillo se enterara”. Y como es su costumbre desde la campaña electoral, volvió a insultar a la prensa. Nada nuevo tratándose de ese tipejo. Por su parte, Torres realizó una patética conferencia de prensa pretendiendo ordenar a los periodistas “que pregunten solamente sobre los temas que él quiere”. Venga ya, ¿este infeliz cree que se encuentra en Cuba o Corea del Norte donde no existe libertad de expresión? En estos casos, como ha sugerido el periodista Beto Ortiz, hubiese sido no solamente legítimo sino necesario que los periodistas presentes debían haber abandonado el lugar como protesta por la evidente restricción al desempeño de su función, y como una manera de llamar la atención de la ciudadanía sobre la amenaza a libertad de prensa que esta banda criminal pretende ejercer cuanto antes. Otra muestra de la intolerancia del régimen comunista ha sido el despido del periodista Enrique Chávez del canal del Estado, donde tenía un programa de entrevistas. Chávez no era ni opositor ni crítico del oficialismo, pero trataba de mantener cierto equilibrio... Y ello se paga caro. Es importante insistir que la enfermiza animadversión a la prensa se explica por la naturaleza comunista del cuadrúpedo ese y sus secuaces, poseídos de ideas estatistas y autoritarias. No debe sorprendernos el comportamiento de esa banda, este es el comunismo realmente existente en América Latina hoy, conducido por corruptos e incapaces que pretenden perpetuarse en el poder para saquear el país sin los límites que impone la democracia. Eso es exactamente lo que el venezolano Hugo Chávez -probablemente inspirado por sus maestros cubanos- denominó el socialismo del siglo XXI, es decir, el comunismo aquí y ahora, el comunismo realmente existente, en América Latina. Pero los que sostienen esa percepción comparan lo sucedido en Venezuela y lo que ocurre ahora en el Perú, con la imagen de la URSS y China de las décadas de 1960 a 1980, enormes Estados burocráticos totalitarios que difundían en todo el mundo versiones rígidas y formalizadas del marxismo leninismo, así como relatos ampliamente falsificados de sus propias realidades. Esos sistemas fracasaron y dieron lugar a Estados y sociedades diferentes entre sí, pero igualmente autoritarios. Son irrepetibles e imposibles de replicar, menos aún en América Latina. El comunismo ha mutado y asume nuevas formas, adaptándose a los lugares donde prospera. Pero los propósitos de los que defienden e impulsan esas viejas ideas en nuevos envases son los mismos: con el pretexto de “luchar contra la desigualdad y prometiendo fundar el paraíso en la tierra”, asaltan el poder para controlarlo completamente, estableciendo una sangrienta dictadura y fundar una nueva clase de ricos, que no hacen su fortuna creando empresas e innovando, sino usando el poder del Estado para beneficiarse groseramente robando a manos llenas todo lo que pueden. ¿Y quiénes son los favorecidos? Ellos mismos obviamente. Un ejemplo es la boliburguesía venezolana, que se ha establecido saqueando los recursos del Estado venezolano, sobre todo los del petróleo, haciendo negocios con sus vinculaciones con la camarilla que controla el Estado, y con toda suerte de actividades ilegales como el narcotráfico, protegido por el régimen chavista; Lo mismo sucede en Nicaragua, aunque a una escala menor por el tamaño y los escasos recursos de ese país, aunque la ambición de Daniel Ortega y su mujer son infinitas; Cuba cayó en las garras del comunismo en 1959. Era otra época y Fidel Castro y sus secuaces trataron de imitar a sus amos soviéticos, aunque el resultado fue distinto en muchos sentidos por ser un país pequeño y con una historia y sociedad diferentes. Las consecuencias las vemos hoy: un pueblo empobrecido hasta la miseria absoluta dominado por una casta comunista que se mantiene en el poder ejerciendo la represión más brutal y succionando recursos de otros países, como Venezuela. Otro cambio sustancial, que increíblemente algunos no alcanzan a percibir todavía, es que los comunistas ya no pueden asaltar el poder violentamente en esta parte del mundo. Todos los grupos comunistas que lo intentaron fueron derrotados por las fuerzas del orden en América Latina en las últimas décadas. Ellos aprendieron la lección y siguen el ejemplo de Hugo Chávez, que usó la vía electoral, ganó una elección, controló políticamente a las Fuerzas Armadas, convocó una asamblea constituyente e instauró una dictadura que ya lleva más de dos décadas en el poder. Ortega hizo algo similar en Nicaragua luego que en 1990 (llevaban once años en el poder) los sandinistas cometieron el error garrafal - advertido claramente por Fidel Castro -, de realizar elecciones competitivas que perdieron. Luego ganó con maniobras arteras una elección y acabó rápidamente con la democracia y no volvió a realizar elecciones libres sino amañadas. Y sigue ahí, imponiéndose por el terror y la represión brutal. Y aquí una nueva característica del socialismo del siglo XXI, el comunismo realmente existente en América Latina intenta disfrazarse siempre con ropajes democráticos. La democracia se impuso de manera tan contundente luego del derrumbe y disolución de la URSS en 1991, que incluso los comunistas fingen ser “demócratas”. Por eso Nicolás Maduro y Daniel Ortega realizan elecciones periódicamente, eligen parlamentos y autoridades. Todo una farsa, por supuesto. No es de extrañar por ello, que el socialismo del siglo XXI es el comunismo realmente existente hoy en América Latina, llegan al gobierno mediante elecciones y, si se le permite, instaura una dictadura, incompetente y corrupta como las de Venezuela y Nicaragua, pero que es muy difícil de desalojar cuando se ha asentado, algo que en el Perú, Castillo pretende imitar por lo cual busca deshacerse de todos aquellos - como el Congreso y la prensa independiente - que son un claro obstáculo para sus planes golpistas. El comunismo, donde logra imponerse, destruye las sociedades y los países, sumiéndolos en la miseria más espantosa y se asociándose con poderosas organizaciones criminales internacionales como los cárteles del narcotráfico. Todavía el Perú está a tiempo de evitar seguir ese espantoso destino. Pero mientras más demora el Congreso en desalojar a ese okupa de Palacio, al cual accedió fraudulentamente, más cerca estará Castillo y su banda delincuencial de perpetuarse en el poder :(
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