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martes, 27 de noviembre de 2018

SAN PEDRO DE LIMA: Imagen y devoción del Antiguo Colegio Máximo de San Pablo

La colección Arte y Tesoros del Perú del Fondo Editorial del Banco de Crédito del Perú (BCP) ha presentado esta semana su tomo XLV titulado: ‘San Pedro de Lima, Iglesia del Antiguo Colegio Máximo de San Pablo’. Un atractivo volumen de 131 páginas que retratan el arte de la basílica y convento de San Pedro, ubicado en el centro histórico de la capital. Una obra fundamental que reúne a importantes especialistas no solo para investigar su patrimonio artístico y arquitectónico, sino para dar cuenta de su importancia como centro de la misión jesuita. Así, el sacerdote John W. O’Malley, doctor en Historia por la Universidad de Harvard, investiga en el compromiso de esta orden con la escolaridad formal de los jóvenes laicos, a quienes instruían en los clásicos literarios de la antigüedad pagana (libros que las viejas órdenes vedaban a sus miembros). "Los jesuitas tenían que ser tan ilustrados en Cicerón como en la Biblia", escribe. Por su parte, el historiador y catedrático jesuita Juan Dejo Bendezú aborda las misiones de la Compañía de Jesús entre los siglos XVI y XVIII. Para él, no se puede entender la dinámica de la labor jesuita sin pensar en el rol trascendental de los "ejercicios espirituales", la práctica espiritual que caracteriza a la orden fundada por San Ignacio. "La dimensión expansiva de la fe como objetivo fundamental del instituto ignaciano, nos ayuda a entender la dinámica de los colegios y de sus misiones en todas partes del mundo", señala. Un ministerio educativo que en el Perú, como desarrolla Pedro Guibovich, se volcó en instituciones jesuitas tan importantes como el Colegio Máximo de San Pablo, los colegios para religiosos, el noviciado de San Antonio Abad; los colegios para seglares y para caciques, así como la imprenta de Antonio Ricardo y la desaparecida biblioteca de San Pablo. Como sabéis, a pocos días de llegar a Lima, luego de sopesar opciones, la Compañía de Jesús se estableció en una gran manzana, donde fundaron la iglesia de San Pablo (llamada San Pedro tras la expulsión de los jesuitas en 1767), constituyéndose rápidamente en el centro neurálgico de la expansión misionera jesuita en los siguientes 200 años. El historiador de arte Gauvion Bailey estudia la arquitectura de la iglesia de San Pedro, señalada como la más temprana e importante de las fundaciones jesuitas en Hispanoamérica. Bailey investiga en las tres reconstrucciones sucesivas, desde el primero, un pequeño edificio de ladrillo, piedra y techo de madera, construida el mismo año de la llegada de la orden a Lima; el segundo, erigido por el superior Jerónimo Ruiz de Portillo entre 1569 y 1574, convertido en el centro de la vida religiosa limeña; y el tercero, el que hoy conocemos, concluido en 1638 tras 14 años de trabajo, gracias a la iniciativa del procurador napolitano Niccolo Mastrilli. Espaciosa y de amplia cabida, resultaba más luminosa que su modelo romano, el Gesù, la iglesia madre de los jesuitas (1580). "La consagración del templo fue uno de los acontecimientos más pomposos y memorables en la historia de la joven colonia. Incluyó procesiones ostentosas, estandartes, efigies sagradas y altares temporales levantados en las calles, abundantes fuegos artificiales y mucha música", recuerda el historiador. Si bien la iglesia actual es, en esencia, la misma edificación del siglo XVII, San Pedro ha debido pasar por diversas vicisitudes, como fueron los terremotos de 1687 y 1746, la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, la venta de la propiedad a los padres del oratorio de San Felipe Neri tres años después, así como la transformación de su fachada colonial - realizadas a fines del siglo XIX y mediados del XX - para remozarla siguiendo el estilo neoclásico. "San Pedro de Lima" da cuenta del triunfo del arte barroco peruano: pleno de monumentalidad, riqueza y fantasía. Pero el libro no trata solo de destacar la calidad artística de las obras que, sobre lienzo, tabla o metal, se distribuyen por todo el templo, colgadas en los muros o encastradas, a manera de medallones, dentro de retablos, relieves y sobrepuertas. Como señalan los historiadores Luís Eduardo Wuffarden, Rafael Ramos y Ramón Mújica, las alegorías propias del arte virreinal de los jesuitas grafican, como ninguna otra orden religiosa, un programa estético-ideológico emprendido por la Compañía de Jesús en estas tierras. Escenas que producían en los fieles efectos psicológicos: la mezcla del asombro y la maravilla. Prueba de ello es, por ejemplo, la escultura del Niño Jesús de Huanca (conocido como el Niño Jesús Inca) o el lienzo de la Circuncisión de Jesús, donde pueden verse los retratos de los cófrades (donantes) indígenas, que testimonian cómo, en tiempos de rebeliones indígenas a mediados de siglo XVII, los caciques indígenas, discípulos de los jesuitas, se presentaban como ‘leales vasallos’ del rey de España. Tras su expulsión del país en 1767 por orden del rey Carlos III, los interventores procedieron a buscar con picos y palas en ese solar el fabuloso tesoro que, según se decía, escondían los jesuitas. Sin embargo, nunca pudieron hallarlo. Convertida en una leyenda urbana, este mito ha perdurado por generaciones, sin percatarse que su riqueza - traducidas en sus obras de arte que la engalanan - están a la vista de todos :)
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