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sábado, 28 de enero de 2023

PERÚ: ¿Punto de inflexión?

Luego de varias semanas de caos y violencia en el país andino, perpetrados por las hordas asesinas de Sendero Luminoso, al parecer el gobierno de la presidenta constitucional Dina Boluarte ha decidido tomar la iniciativa - tardíamente pero al fin, ya que lo hubiera hecho desde el primer momento - ordenando la intervención de las FF.AA. para despejar junto con la Policía Nacional las carreteras que se encuentran bloqueadas por los terroristas, que ha ocasionado el aislamiento de varias zonas del país, advirtiéndoles que harán uso de sus armas para imponer la autoridad. Una medida acertada pero insuficiente, ya que también se debería haber decretado el Estado de Sitio y el Toque de Queda para restaurar la paz y el orden con toda la fuerza de la Ley. Venga ya, es increíble que a pesar de todo lo ocurrido, hay quienes se cieguen ante la realidad y tienen temor de decir las cosas por su nombre, como es llamar terrorismo al terrorismo. En efecto, el ataque concertado contra varios aeropuertos con la finalidad de destruir sus instalaciones y paralizarlos, contra 13 comisarías y 14 sedes judiciales, varias de las cuales fueron incendiadas son, sin duda, actos terroristas. Así como el bárbaro asesinato de un policía en Puno quien fue quemado vivo por esos miserables, las múltiples lesiones que han sufrido unos 600 efectivos de las fuerzas del orden atacados con granadas de guerra, explosivos y objetos contundentes, en un contexto de violencia extendida en varios puntos del país con una consigna central: convocar a una ilegal y espuria asamblea constituyente con la finalidad de instaurar una dictadura comunista, la del socialismo del siglo XXI, en el Perú. Es absurdo por ello denominar todo lo anterior, así como los bloqueos de carreteras, asaltos y destrucción de operaciones mineras, centros comerciales o fundos de agroexportación, como “protestas sociales”. No hay una sola demanda “social” o económica que se plantee y que pueda ser negociada. Que para algunos en su necedad “no todos los participantes en esos hechos de violencia son parte de organizaciones terroristas o delincuenciales”, pudiera parecer obvio. Pero diferenciarlos cuando una turba ataca a la policía o destruye una instalación, es prácticamente imposible. Por ello son cómplices del terror y recibir el mismo trato por ser utilizados como ‘carne de cañón’ por quienes los financian. Lo que también es evidente es que el objetivo político -instaurar una ‘república popular de nueva democracia’-, y los blancos que atacan, así como el siniestro propósito de provocar muertos y heridos para retroalimentar la violencia, son establecidos por los que dirigen las asonadas, los herederos de Sendero Luminoso y el MRTA, junto con los emisarios y agentes cubanos, bolivianos y venezolanos. Como recordareis, cuando en 1983 Sendero Luminoso arrasó la comunidad de Lucanamarca, asesinando, violando y robando, lo hizo movilizando a una masa de comuneros vecinos. Los senderistas eran un grupo pequeño que fijaba el objetivo y movilizaba al resto con amenazas de muerte a quienes no se unían a ellos. Algo similar ocurre ahora. Los métodos y las formas de lucha han variado. Los terroristas fueron derrotados por las FFAA y la PNP cuando intentaron enfrentarse a ellos construyendo un “ejército popular”. Ahora utilizan las elecciones y las algaradas violentas para hacerse del poder y que no pueden alcanzar con los votos. En los años 80 fue importante usar el término terrorista para calificar a los terroristas. No se logró de inmediato ni con facilidad. Todos los grupos izquierdistas y los caviares de aquel entonces - así como muchos políticos e intelectuales conservadores - los denominaban estúpidamente “luchadores sociales, algo equivocados, pero con motivos justos” (?). Al mismo tiempo, no ahorraban epítetos para denostar a las FFAA y PNP por aparentemente violar los derechos humanos de los terroristas que ponían bombas y masacraban a civiles, militares y policías. Lamentablemente la historia se repite hoy. Parece que no se ha aprendido nada de la terrible experiencia que vivió el Perú. No solo los herederos de senderistas y emerretistas que estuvieron en el gobierno de ese maldito delincuente terrorista, ladrón y golpista llamado Pedro Castillo (alias Abimael 2.0) hoy recluido en Barbadillo y los que siguen en el Congreso, sino todos los caviares -con enorme influencia en los medios de comunicación y el sistema judicial-, se niegan a llamar terrorismo al terrorismo, y fingen ponerse al medio, negándose a criticar a los criminales que atacan, asesinan y destruyen, pero vociferando contra las fuerzas del orden que, maniatadas por el gobierno, los repelen como pueden, prácticamente indefensos. Ello debido a que en un acto suicida se prohibió que usasen sus armas de reglamento para defenderse de los terroristas, permitiendo que estos los ataquen con saña y alevosía sabiendo que no serán detenidos. Algo absurdo e inconcebible. Eso, naturalmente, desmoraliza a las fuerzas del orden y estimula a los senderistas a proseguir con el bloqueo de carreteras, asalto a los aeropuertos y ataques a la policía. Encima como en los años 80, hay quienes tienen el desparpajo de colocar en el mismo plano a los delincuentes terroristas y las fuerzas del orden. Ese maniqueo discurso orquestado por los caviares, obviamente, ayuda a sus ‘socios’ senderistas, pero confunde a los ciudadanos y quita respaldo a las fuerzas del orden. Por último, también esos sectores insisten de una forma desalmada en que la violencia desatada por el terrorismo “no puede ser derrotada por la fuerza legítima de la PNP y las FFAA sino por acciones sociales que resuelvan los problemas de pobreza y desigualdad” mientras a su vez permiten que los terroristas sigan destruyendo al país. Una completa necedad. Sendero y el MRTA fueron derrotados por las FFAA y la PNP en los años 90 con la fuerza de las armas. Afrontar los problemas de pobreza y desigualdad es indispensable, pero precisamente para lograrlo hay que impedir que sus herederos sigan haciendo los que les dé la gana con total impunidad. Se trata también de una batalla política e ideológica, claramente. Y parte importante de eso es calificar al terrorismo de terrorismo y poner en claro que su objetivo es instaurar una sangrienta dictadura comunista que hundiría al Perú en la miseria, la pobreza y el atraso, como hoy viven Cuba, Venezuela y Nicaragua. Además de ello, hay que respaldar firme e incondicionalmente a las fuerzas del orden para que exterminen a esa lacra comunista junto a sus azuzadores, financistas y caviares, quienes son los enemigos jurados del Perú y cuyas acciones no tienen perdón alguno. A por ellos (Por cierto, hay quienes se arañan hipócritamente porque la señora Boluarte dijo “Puno no es el Perú” y tiene toda la razón. Esos indios aymaras hace mucho que se sienten bolivianos y están plenamente identificados con ese narcopedófilo de Evo Morales apoyándolo en su demencial intento de querer dividir al Perú. Si tanto lo admiran, váyanse a su país con él).
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