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sábado, 4 de julio de 2015

EL CAUDILLISMO EN EL PERÚ: Un mal endémico que no parece tener solución

Con las elecciones generales en el horizonte, diversos candidatos ya recorren el país ofreciendo lo que no hicieron cuando estuvieron en el gobierno, pero vemos lastimosamente que son los mismos viejos políticos de siempre que se resisten a dar un paso al costado para que nuevos rostros asuman tal responsabilidad, permitiendo así que sus partidos se consoliden fortaleciendo a su vez la democracia, convirtiéndolos por el contrario en cascarones vacíos que están al servicio del caudillo de turno, y que al morir estos, desaparecen con su creador. En el Perú existen muchos ejemplos de esa clase de “partidos” que solo representaron los intereses mesiánicos de quienes estaban al mando de ellos y que hoy están extintos o camino a serlo: el leguiismo, el pradismo, el odriismo, el belaundismo, el aprismo y el fujimorismo, entre otros. Si bien la gran mayoría de ellos ya son cosa del pasado, en el caso de los integrantes de la mafia criminal aprofujimorista, estos aun perviven, ya que en el APRA por ejemplo se dio la infeliz coincidencia del meteórico ascenso de un político corrupto y demagogo como Alan García Pérez, quien virtualmente se hizo con el control total de esa agrupación mientras su fundador Haya de la Torre agonizaba en Villa Mercedes. Fue algo fortuito y que no se volverá a repetir en el viejo y decadente partido de la estrella, hoy fuertemente asociado a García, quien no permite por cierto la aparición de algún posible rival que le haga sombra. Es por ello que cuando le llegue la hora, el APRA morirá con el. Algo semejante sucede con el fujimorismo, cuya supervivencia se basa únicamente en la existencia de Kenyo Fujimori - aquel despreciable genocida condenado a 25 años de prisión por Crímenes de Lesa Humanidad – quien cumple su condena en la Diroes. Con el reo tras las rejas, si bien formalmente el control de esa organización mafiosa ha pasado a manos de su hija Keiko (la que no trabaja) ha quedado claramente establecido que el es quien verdaderamente tiene la ultima palabra en todo, como por ejemplo, confeccionar la lista de candidatos ya sea para el Congreso, las regiones y las alcaldías, y todos son aleccionados con un solo objetivo: conseguir su liberación, exigiendo a voz en cuello que se le otorgue a su encarcelado líder un indulto “humanitario” al cual por cierto no tiene ningún derecho. Venga ya ¿alguien puede dudar que si hoy Fujimori estuviera libre, no se presentaría como candidato en el 2016? Como ello no es posible, permite que su hija sea la abanderada de la mafia para que en el caso de que gane, lo deje en libertad y se convierta automáticamente en el poder detrás del trono, relegando a Keiko a un papel meramente ceremonial, consolidando el caudillismo en esa agrupación delincuencial. A su muerte este desaparecerá, con sus seguidores luchando entre si para ver quien se queda con su “legado”. Este fenómeno no es nuevo en el Perú, ya que se dio desde los primeros años de su independencia, cuando los militares creyéndose con el derecho de inmiscuirse en los asuntos de gobierno, protagonizaban golpes de Estado para deponer a quienes no veían con buenos ojos y luego ellos mismos los sucedían en el cargo, autoproclamandose presidentes provisionales y para legitimarse en el poder, llamaban a elecciones donde por supuesto eran los únicos candidatos, contando para realizar esta farsa con el apoyo de las clases dominantes quienes eran por cierto los únicos que podían votar. Pero con el paso de los años, estos sectores adquirieron mas poder económico gracias a las exportaciones de materias primas y desearon el poder político, obligando a los militares a regresar a sus cuarteles. Para ello crearon “partidos políticos” como el Civil y el Demócrata que en realidad eran grupos de amigos con los mismos intereses. La derrota en la guerra con Chile origino el regreso de los militares al poder como Cáceres quien con su partido Constitucional pretendió convertirse en un nuevo caudillo militar. Su derrota en la guerra civil propicio el regreso a la parodia “democrática” de civiles alternándose en el cargo hasta 1919 cuando Augusto B. Laguia dio un golpe de Estado estableciendo una feroz dictadura en el cual desaparecieron aquellos partidos “históricos”. Su caída en 1930 propició el retorno de los militares quienes a partir de entonces se convirtieron en tutores de aquella falsa “democracia” derrocando a aquellos gobiernos civiles que consideraban ineptos para el cargo como los de Prado y Belaunde. Con la “restauración democrática” de 1980, se sucedieron corruptos gobiernos que no pudieron hacer frente tanto a la grave crisis económica como al terrorismo mesiánico de Sendero Luminoso, originando como contraparte el resurgimiento de sectores autoritarios quienes creyeron que el uso de la fuerza - lejos de toda atadura democrática - era la mejor manera de combatirlos, lo cual originó un autogolpe de Estado liderado por Kenyo Fujimori, quien instauro un sangrienta dictadura en 1992 donde las ejecuciones extrajudiciales, así como la desaparición forzada de miles de inocentes a cargo de grupos paramilitares y el saqueo generalizado de las Arcas Públicas fueron cosa de todos los días. Su caída en el año 2000 no trajo consigo el fortalecimiento de los partidos políticos para prevenir casos similares, sino que estos siguieron con sus mismas taras y limitaciones, donde el amiguismo y el compadrazgo es vital para escalar en ella. No existe una democracia interna ni elecciones primarias para elegir a sus candidatos como es lo habitual en otras latitudes. Todo se limita a la voluntad del caudillo a la hora de “elegir” a sus favoritos. No es de extrañar por ello que quienes se sienten postergados abandonen esas agrupaciones y funden los propios - simples rótulos sin vida partidaria - en el cual hacen exactamente lo mismo que censuran a otros. Mientras esta situación no cambie será difícil conseguir la consolidación democrática que el Perú necesita, el cual estará a merced de cualquier iluminado - el llamado outsider - que se crea predestinado para resolver sus problemas, los cuales por cierto sólo los agravará. Que coincidencia que esos mismos sectores retrógrados y cavernarios quienes apoyaron a Fujimori - demostrando que no han cambiado un ápice - son los que ahora buscan las condiciones para un nuevo golpe de Estado. Sólo que esta vez, estaría dirigida contra ellos. Están advertidos :)
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