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martes, 15 de febrero de 2022

TRÁFICO DE ANIMALES EN EL CENTRO DE LIMA: Un negocio altamente lucrativo

El Jirón Ayacucho, ubicado en el Centro de Lima, es desde hace muchos años un centro de tráfico de animales. A pesar de las diversas iniciativas para detener su venta ilegal, especialmente por las condiciones insalubres y deplorables en las que los mantienen esas indefensas criaturas, esta actividad aún se realiza a vista y paciencia de las autoridades que no hacen nada por acabar con ese vil negocio. A ese lugar concurren personas que llevan a los animales que van a ofrecer en mochilas y canastas, mientras otros llevan a los cachorros en los brazos afirmando que son de “raza”, pero cuando se le revisa exhaustivamente, uno se da cuenta del engaño. Es más, siempre hay alguien pendiente de los que van a comprarlos. A ello debemos agregar Las condiciones insalubres donde tienen a los animales, en vetustos edificios colindantes al lugar de venta, donde se pueden encontrar en jaulas sucias y estrechas, a los animales que ofrecen en venta, enfermos y mal alimentados. Irónicamente, en algunas de las puertas se señala que “está prohibida la venta de animales” para despistar a las autoridades. Pero, cuando algún sereno o policía transita ocasionalmente por la zona, su labor de “fiscalización” se realiza la mayoría del tiempo cuando ocurre una discusión o pelea en el lugar, y no porque haya un plan de vigilancia establecido entre ellos. Es más, durante las contadas intervenciones del municipio, los vendedores se han organizado para enfrentarse a los serenos y policías, arrojándoles botellas y cajas con el fin de evitar que se lleven a los perros, gatos, conejos y aves que tienen en jaulas y vitrinas. Hay dos tipos de comercialización, la que se hace de animales domésticos en la vía pública y la de los animales exóticos. En el segundo caso, estos son traídos del interior del país y luego ocultados en almacenes clandestinos, de donde los sacan para su venta. Para venderlos, los traficantes muestran al cliente la foto o video de la especie y una vez pactada la venta se hace la entrega de manera clandestina. Cabe precisar que este ilegal comercio no sólo afecta a los animales que son hacinados y vendidos cual objetos. Por ejemplo, por cada mono vendido, otros nueve han muerto en el tránsito desde su hábitat natural hasta los lugares de comercialización. Y, como generalmente son recién nacidos sacrifican a las madres. La principal motivación del delito de tráfico de animales silvestres es atender la demanda de animales vivos para mascotas, a pesar de que comprarlos para este fin puede ser sancionado con multas de hasta S/ 21′000,000 (500 UIT) e incluso con pena de cárcel. Otro caso recurrente en el país es la comercialización de colmillos de jaguar, que pueden llegar a venderse a US$ 200. El comercio de estos colmillos se está dando, lamentablemente, entre Perú y Bolivia. Obedece a un uso aparentemente “medicinal” que se le da en los países asiáticos. Comprar partes del cuerpo de un animal es hacerse cómplice de la matanza de animales silvestres. Puede parecer ocioso realizar un proceso penal por un colmillo incautado, pero ese colmillo estuvo pegado al cráneo de un animal y eran cuatro. Entonces, para sacárselo lo han tenido que matar y cuando entran a la selva no cazan uno o dos jaguares, sino decenas. Se debe realizar un proceso de sensibilización en la población, que empieza desde la escuela y está orientado a la toma de consciencia sobre los efectos de esta actividad ilegal en la fauna silvestre. Mientras haya demanda, este delito va a existir. En el Perú existe la Ley 30407, Ley de Protección y Bienestar Animal, la cual sanciona actos de crueldad, abandono y muerte de animales domésticos y silvestres. La norma indica lo siguiente: “Toda persona tiene el deber de procurar la protección y el bienestar de los animales, cualquiera sea su especie, evitando causarles daño, sufrimiento innecesario, maltrato de tipo físico que altere su normal comportamiento, lesión o muerte”, se lee en la disposición. Por otro lado, detalla que el propietario, encargado o responsable de un animal de compañía debe atender con carácter obligatorio las necesidades fundamentales de los animales. Aunque claro, esto es letra muerta. Si realmente se quiere terminar con la venta ilegal de animales hace falta reflexionar y ser conscientes de que el problema no solo se centra en los vendedores, sino también en los demás actores que intervienen - compradores y autoridades-. La respuesta está en dejar de percibir a los animales como simples “objetos” de comercio, para pasar a creer, por el contrario, que estos son seres vivientes y con derechos. Si todos los actores partieran de esta concepción, otra sería la realidad :(
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