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sábado, 11 de enero de 2025

VENEZUELA: Estado de paranoia

Como era de esperar, se consumó el fraude montado en las pasadas elecciones y Nicolás Maduro se ha proclamado este viernes presidente de Venezuela, jurando el cargo ante el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, que le ha impuesto la banda presidencial. El chavista lo hace sin haber mostrado las actas que demuestren su victoria, pese a que casi toda la comunidad internacional se lo ha exigido. “Trataron de convertir la juramentación (...) en una guerra mundial, que si invaden, que si entran, que si salen… Digan lo que quieran decir, hagan lo que quieran hacer, pero esta toma de posesión constitucional venezolana no la pudieron impedir y es una gran victoria venezolana”, ha dicho en su discurso, que ha durado algo menos de dos horas. Edmundo González Urrutia, el candidato opositor que, de acuerdo a la verificación de las actas por organismos internacionales, resultó ganador de las elecciones presidenciales de julio, participando el jueves en República Dominicana en varios de actos para denunciar el fraude de Maduro, decidió a última hora no regresar al país el viernes tal como lo había proclamado, temeroso a ser detenido. “Lo hará cuando las condiciones estén dadas” dijo a modo de excusa María Corina Machado, protagonista de un extraño incidente donde se dio que había sido “detenida”, lo cual fue desmentido por el régimen chavista que la acuso de pretender crear un operativo de bandera falsa. Tras la proclamación, EE.UU. ha elevado a 25 millones de dólares, el máximo disponible, la recompensa por información para detener a Maduro. La Unión Europea, por su parte, le ha condenado por “carecer de legitimidad democrática” y ha redoblado sus sanciones. Fue Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea y al mismo tiempo su principal operador político, quien le impuso la banda presidencial a las 10:53, hora de Caracas. “Juro por mi vida”, ha dicho Maduro. La ceremonia ha tenido lugar en el Salón Elíptico de la Asamblea, un lugar inusual para una juramentación presidencial, ante la presencia de representantes diplomáticos de más de 100 países. Maduro lo ha hecho sin mostrar las actas electorales que demuestren su victoria en las urnas. Ha asegurado juramentarse por “lealtad absoluta” al legado de Hugo Chávez. Durante la juramentación, anuncio que este mismo viernes firmo el decreto para convocar a una comisión para reformar la Constitución, un plan que había anunciado hace unas semanas. “Esta belleza tiene 25 años, pero se puede perfeccionar, ampliar y embellecer y que eso se proyecte en el país”. El líder chavista adelantó que durante este año se redactará el proyecto para entregarlo a la Asamblea Nacional, controlada por el oficialismo, por lo que no habrá ningún problema en que termine siendo aprobada. No ha dado detalle de cuáles aspectos se prevé cambiar. No cabe duda que Maduro, de 62 años, es el rostro del autoritarismo y la desvergüenza en Venezuela, un país destrozado y sumido en una grave crisis económica, donde los derechos humanos no valen nada. Pero, ¿cuál es la historia de este hombre iracundo que insulta a diestra y siniestra, que hace fábulas de la realidad venezolana y que se mantiene en pie de guerra, de una manera descarada y por momentos hilarantes. Nicolás Maduro nació el 23 de noviembre en Caracas en 1962. Antes de entrar a la política, trabajó como conductor de autobús en el sistema de transporte público de la ciudad, donde se convirtió en líder sindical. Estudió en un colegio de monjas. Era parte de una familia de clase media. Su padre era un economista de izquierdas, fundador del Movimiento Electoral del Pueblo y militante de la Liga Socialista, y su madre era ama de casa. Tiene tres hermanas mayores graduadas en la universidad. Pronto, Maduro se ganó una reputación como defensor de los trabajadores. En la década de 1990, se unió al movimiento político liderado por Hugo Chávez. Conoció a este luego del golpe de Estado de 1992, cuando hizo campaña por la liberación del entonces teniente coronel tras el intento de golpe de Estado para derrocar al presidente de la época, Carlos Andrés Pérez. Se dice que incluso lo llegó a visitar en la cárcel. En 1999, sin ninguna formación política, fue elegido diputado a la Asamblea Nacional Constituyente, institución que se encargó de redactar una nueva Constitución, la cual fue aprobada en diciembre de aquel año y que derogó la Carta Magna de 1961. Entre el 2005 y el 2006 ejerció como presidente de la Asamblea Nacional. Chávez lo designó como ministro de Relaciones Exteriores en el 2006 y, posteriormente, como vicepresidente en el 2012. Fue entonces, cuando comenzó a disfrutar de lo que era el poder. Y le gustó. Fue precisamente ese año, cuando la salud de Chávez comenzó a resquebrajarse, que Maduro -histriónico como resultó ser- apareció para jurar fidelidad a su 'padre político' "hasta más allá de esta vida". Visiblemente afectado y con lágrimas en sus ojos, Maduro aseguró en un acto oficial que "Chávez tiene a un pueblo, nos tiene a nosotros y nos tendrá por siempre en esta batalla de victoria en victoria". Eran los días en que Chávez acabó por reconocer la reaparición de células malignas en su cuerpo y designó a Maduro como su sucesor en caso de que él no pueda continuar con sus labores. Solo sería cuestión de tiempo. Al morir Chávez el 5 de marzo del 2013, Maduro asumió el rol de presidente interino hasta que el Consejo Nacional Electoral (CNE) convocó a elecciones para el 14 de abril. “No soy Chávez, pero soy su hijo”, sentenció hilarante Maduro en un acto de presentación de su campaña, el 11 de marzo del 2013. A partir de ese momento, no dudaría en mencionar a Chávez a cada instante. Fue en ese tiempo que dijo haber presenciado la cercanía del desaparecido dictador: se le apareció representado “en un pajarito”. Con una participación electoral cercana al 80% - la segunda más alta de los últimos 30 años -, Maduro logró el 50,61% de votos contra el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) Henrique Capriles, que sumó el 49,12%. El chavismo habría ganado fraudulentamente. Tenía el poder absoluto. Capriles dijo ante sus seguidores que no reconocería el resultado “hasta tanto no se cuente cada voto”, y hubo protestas en Caracas y otras ciudades del país que dejaron al menos siete muertos y decenas de heridos. En el 2018, Maduro se presentó nuevamente a elecciones por un segundo mandato consecutivo, y ganó frente al candidato de la oposición, Henri Falcón, en unos comicios en los que la participación electoral cayó al 46%. El 19 de abril, Maduro juró ante la Asamblea Nacional para ejercer su mandato hasta el 2019. Aunque el periodo formal de Maduro estaba destinado a ser de seis años (2019-2025), las constantes acusaciones de ilegitimidad, junto con el “reconocimiento” de Juan Gerardo Guaidó por parte de la comunidad internacional, le dieron un carácter precario y disputado desde el inicio. La oposición y muchos países de la comunidad internacional desconocieron el triunfo. Así, el 10 de enero del 2019, comenzó otros seis años en el poder, mandato que completo este viernes, iniciando otro periodo que durará hasta el 2031 En cuanto a su círculo de poder, lo conforman su esposa, Cilia Flores, es abogada y formó parte del equipo de defensa de Chávez. Es considerada una figura importante en la política venezolana: llegó a ser fiscal general y presidenta de la Asamblea Nacional. Maduro tiene además un hijo biológico, Nicolás Maduro Guerra, nacido el 21 de junio de 1990 de su matrimonio con Adriana Guerra Angulo. Tras casarse con Cilia Flores, Maduro tiene tres hijastros: Walter, Yoswal y Yosser Gavidia Flores, hijos de Flores con su exesposo, Walter Ramón Gavidia Rodríguez, quienes junto a Diosdado Cabello, Vladimir Padrino y los hermanos Jorge Rodríguez y Delcy Rodríguez son considerados como las voces más autorizadas del régimen, los cuales son para Estados Unidos parte de "una vasta red de corrupción" por lo que tienen órdenes de captura internacional. Maduro, empoderado como dictador, no solo ha destruido económicamente a Venezuela. El régimen se ha encargado de violar sistemáticamente de los derechos humanos de sus críticos y de asfixiar a la prensa de su país para evitar cuestionamientos. Abrazando el silencio de los medios informativos, el otrora sindicalista se ha encargado de insultar y despotricar contra todo aquel que se le cuestione. Entre el 2004 y el 2021, más de 200 medios de comunicación desaparecieron del panorama nacional. La investidura de este viernes abre ahora una nueva etapa llena de incógnitas en la que el aparato gubernamental solo ha ofrecido la certeza de que está dispuesto a endurecer la represión para silenciar a una oposición desconcertada por este nuevo fracaso, e intentar perpetuarse en el poder. Mientras las FF.AA. venezolanas - cuyos altos mandos están muy comprometidos con los esquemas de corrupción generalizada - sigan siendo el gran sostén del régimen, nada va a cambiar... Pobre Venezuela.
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