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martes, 8 de marzo de 2022

EL ARCO DEL PUENTE: El retorno más esperado

Cuando revisamos la historia fotográfica de Lima, es inevitable toparse con las imágenes de este famoso arco ubicado al inicio del emblemático Puente de Piedra que une el centro de la ciudad con el distrito colonial del Rímac, uno de los monumentos que ha tenido mejor suerte al mantenerse hasta la actualidad, pese a las modificaciones y obras en su entorno. Como sabéis, la existencia del arco en las ciudades tiene el origen en la sabiduría de los etruscos, pero fueron los romanos quienes introdujeron la figura del arco, además de la arquitectura de edificios públicos, en pórticos o conmemoraciones de determinadas gestas, a los que llamaron arcos de triunfo. Estos, por lo general, se ubicaban a la entrada de plazas o foros imperiales. España, como parte del antiguo Imperio Romano, no podía ser ajena a la construcción de arcos e incorporarlos a una tradición arquitectónica de imponente belleza. Es así que, durante los tiempos felices del virreynato, las principales ciudades como Lima, debían tener sus arcos de triunfo o pórticos de ingreso y salida. Durante el amurallamiento de la ciudad, para protegerla de los piratas, corsarios y ataques de los enemigos de la Corona española en el siglo XVII, se construyeron 10 portadas: Martinete, Maravillas, Barbones, Cocharcas, Santa Catalina, Guadalupe, Juan Simón, San Jacinto, Callao y Monserrate. Estratégicamente ubicados para el ingreso y salida de la ciudad hacia los puntos cardinales. Algunos de estos arcos fueron conocidos por su belleza y por el alto tránsito que implicaban. Lamentablemente ninguna ha sobrevivido, pero dos de ellos han quedado en la memoria. En primer lugar, la Portada de Maravillas, por la que se ingresaba a la Ciudad de los Reyes desde el Este. Por otro lado, la Portada del Callao, que marcaba los confines de la ciudad e iniciaba el camino hacia el puerto. Ambas desaparecieron en el gobierno del presidente José Balta (1868 – 1872), quien decidió demolerlas junto con las murallas para dar paso a la expansión y modernización de la ciudad, así como a la construcción del Parque de la Exposición, al estilo de los enormes parques y bosques de las ciudades europeas, el cual, particularmente, tenía un arco del triunfo a su ingreso, mirando al Sur, ubicado en la hoy Avenida España. En el caso de la Portada del Callao, fue reemplazada por la actual Plaza Dos de Mayo. Sin embargo, el primer arco del triunfo o portada de Lima, fue el llamado Arco del Puente que, tal como mencionamos líneas arriba, abría camino hacia el Puente de Piedra que atravesaba el río Rímac, hacia el Norte, y conectaba la ciudad de Lima con el Rímac. La historia registra varias versiones desde su construcción en el siglo XVI, a pocos años de fundarse la ciudad. La primera acta de nacimiento del Arco del Puente data del acuerdo del Cabildo de octubre de 1560, en el que se determinó el levantamiento de «un arco de adobe blanqueado y pintado como bienvenida al próximo virrey del Perú» (Tipian, 2017). Los trabajos estuvieron a cargo del mercader Diego de Palencia y tuvieron la finalidad, además, de ser una obra perpetua, marco de conmemoraciones e ingreso a la ciudad desde el norte. La obra estuvo lista para que el 17 de abril de 1561 hiciera su ingreso oficial el Virrey Diego López de Zúñiga y Velasco, el Conde de Nieva. Fiel a su característica de ciudad comercial, se determinó que, a un lado del Arco, en la Calle de Fierro Viejo (luego denominada Calle del Palacio o actual primera cuadra del Jirón de la Unión), hubiera vendedores y mercachifles. Con motivo de la reconstrucción del Puente de Piedra se hizo necesario el levantamiento de un nuevo arco, por lo que el nuevo arco, inaugurado en 1611 y realizado por el Maestro Juan del Corral; ostentaba en la hornacina, sobre la arca una imagen en bulto de Nuestra Señora de Belén, dando frente a la calle de Palacio, y «dos torrecillas de remate» al Barrio de San Lázaro. En los muros se lucian inscripciones en latín relativas a la construcción del puente, con los nombres del Virrey, Comisarios y Maestro que intervinieron. (Tipian, 2017). La historia del Arco del Puente, sin embargo, está marcada por los embates sísmicos, usuales en la capital. Así, los terremotos se trajeron abajo sus cimientos mal proyectados, pese a sus continuas remodelaciones. Así por ejemplo, en 1738, el Virrey José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, Marqués de Villagarcía, mandó reforzar el Arco y construir una estatua ecuestre del rey Felipe V, obra encargada al escultor limeño Baltazar Gavilán. Sin embargo, el terremoto de 1746 destruyó completamente el Arco. Nuevamente, en 1752, se mandó reconstruirla; pero no sería hasta la intervención del Virrey Manuel Amat y Juniet, en 1771, conocido por las grandes obras urbanas que hizo en Lima, que la coronó con vistosas torres a ambos lados y un gran reloj iluminado con gas de doble esfera transparente, dándole, además un estilo rococó. A su vez, en la parte frontal del arco, dispuso que apareciera una frase en grandes caracteres, que decía “Dios y el Rey”. Con la independencia del Perú en 1821, fue remodelada y se colocó el escudo nacional en alto relieve, así como se cambio la frase original, por “Dios y la Ley”, acompañando la nueva época, con sus revueltas, guerras civiles y obviamente, protagonizar el lienzo de los artistas viajeros. Durante el gobierno del presidente José Balta, en 1872, se realizó una última remodelación y, tal como cita David Pino (2017) al historiador don Ismael Portal: “Durante la realización de estos trabajos, en determinado momento en que para apreciar el estado, asomó por los balcones de Palacio que caen a Desamparados, (José Balta) advirtió que, a causa de la seria limpieza que se efectuaba, había aparecido en grandes y muy borrosos caracteres un rótulo que decía: “Dios y la Ley”. -¡Cómo es eso!- exclamó sorprendido. “En este país nadie respeta la ley, por lo que ahora debe ponerse ahí (y mando que se ponga): Dios y la Patria.” La última desventura de tan imponente pórtico tuvo lugar en 1879, en pleno apogeo de la Guerra del Pacífico, cuando de madrugada fue consumida por un incendio que la consumió completamente. Los orígenes del siniestro se debieron, probablemente, a la ubicación de comerciantes en sus bases que en determinado momento fueron los responsables de tal pérdida. Pero la Municipalidad de Lima a través de PROLIMA ha proyectado su restitución en el mismo lugar que ocupó durante tres siglos y ello implica la restauración y puesta en valor del Puente de Piedra, que hoy luce en un total abandono y recuperar su configuración original. Para ello, el equipo responsable comenzó por estudiar las imágenes del fotógrafo francés Eugene Courret y elaborar un render lo más exacto posible en dimensiones y proporciones originales. El proyecto contempla, “una sala de interpretación ubicada entre los campanarios de la parte alta del arco, a la que se podrá llegar mediante un ascensor o por escaleras, un ambiente que servirá para difundir el legado histórico del propio monumento y como mirador hacia Lima y el Rímac. De esta manera, se asegura el derecho colectivo al uso y disfrute del patrimonio histórico, ya sea para la educación, la cultura o el ocio. Un derecho que se busca promover e institucionalizar para mejorar la calidad de vida de los vecinos y los visitantes del Centro Histórico de Lima” dice el documento. Si bien, la recuperación del conocido Arco Morisco - una donación del Reino de España al Perú por el centenario de la Independencia, ubicado originalmente en el cruce de las avenidas 28 de julio y Arequipa, que fue demolida por razones políticas durante la dictadura de Oscar Benavides - fue ejemplar y puede apreciarse hoy en el Parque de la Amistad, en Surco, hubo también intentos por reproducir el Arco del Puente luego de su desaparición. Una réplica se encontraba a la entrada de la Hacienda Santa Leonor, en Chorrillos, construida en madera y que posteriormente fue trasladada al sitio denominado La Curva, unos metros más allá, también en Chorrillos, conociéndose como el Arco del Reloj. Con los años, se convertiría en la versión más bizarra, hecha de metal, vidrio y asentada sobre una cascada, toda ella iluminada con neón. Con mejor suerte se reprodujo una alegoría, hecha de metal, al Arco del Triunfo del Parque de la Exposición, esta vez ubicado en el ingreso de la Avenida 28 de Julio. De ser posible el proyecto de reconstrucción de PROLIMA, el landscape de Lima recuperaría esas siluetas, vistas desde el Rímac, que han definido siglos de estilos, sucesos y la vida incesante de comercio, poder e identidad de la ciudad capital, retratada por viajeros apasionados y fotógrafos rendidos ante su peculiaridad. ¿Regresará el Arco de Puente o todo quedará en buenas intenciones?... Solo el tiempo lo dirá :)
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