Esta semana nuestra atención se traslada hasta el Brasil, aquel país que se da aires de grandeza y que mira por encima del hombro a sus vecinos latinoamericanos. Sin embargo, bajo esa fachada de falsa “prosperidad” que nos presenta se esconde una espantosa miseria que se vive en sus ciudades y que estallo con gran violencia estos días durante la realización de la Copa Confederaciones
(una prueba de ensayo para lo que se le viene mas adelante como son la Copa Mundial de Fútbol y las Olimpiadas) y que fue el detonante de las protestas masivas en todo el país. Si bien para muchos ha causado gran sorpresa el grado de violencia alcanzada con miles de manifestantes en sus calles saqueando bancos y comercios y destruyendo edificios gubernamentales protestando por la elevación del precio del transporte público, ya se sabia lo que se venia, pero este solo fue la punta del iceberg. Como sabéis, todo comenzó con un alza de 0,10 centavos de dólar en los transportes colectivos de Sao Paulo, la mayor ciudad industrial, pero que acabó dando lugar a otras protestas similares en 80 ciudades. La calle recordó que quería una mejor educación y un mayor acceso a los servicios de salud, en un país que es víctima de la corrupción política y donde el gobierno se encuentra gastando irresponsablemente US$ 14.000 millones en mejorar estadios, aeropuertos, seguridad y telecomunicaciones con miras al Mundial del próximo año, como si no tuviera otras necesidades que atender. Mucho se había oído hablar de Brasil como el ejemplo del éxito en Latinoamérica, con una creciente economía y un sistema político estable cuya influencia global y regional sólo podía crecer y que podría demostrarlo al celebrar los próximos Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol, sin embargo la realidad es muy distinta. Ahora Brasil cada vez parece más a Chile, cuyo éxito económico y fiscal de la última década cada vez está más ensombrecido por el movimiento de protestas que ocurren en aquel país desde el 2011..Si acaso, lo que el movimiento chileno nos ha enseñado es que el crecimiento no es una panacea para los problemas de un país, sino todo lo contrario, ya que dicho crecimiento solo favorece a unos pocos – los privilegiados de siempre - mientras que las grandes mayorías no ven dicha bonanza en sus bolsillos con sueldos miserables que no les alcanzan para vivir con dignidad.. Es por ello que tanto en Brasil, como en Chile, la presión se ha traducido en una mayor demanda de servicios: infraestructuras, salud, educación y programas sociales. Mientras que el Gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff desoye las justas demandas e invierte 14.000 millones de dólares en las infraestructuras del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos - grandes negociados que favorecen a grupos de poder - aumenta la impaciencia de los ciudadanos por la reticencia de las autoridades a emplear ese dinero en ayudar a una población necesitada desesperadamente de mejores escuelas, mejores hospitales y un eficaz sistema de ayudas sociales, lo que ha generado una ola de protestas sin precedentes en aquel país, que ha dicho basta a tantos abusos y que ha demostrado ser tan tercermundista como sus vecinos a los que desprecia. Donde las dan las toman.
Mientras tanto, las protestas no cesan y ya se anuncian la radicalización de ellas. Si esto ocurre en la realización de un torneo menor ¿se imaginan lo que se va a liar en la Copa Mundial y las Olimpiadas? Es por ello que ya han surgido voces pidiendo el traslado de aquellos eventos a otros países para evitar tragedias que lamentar. Por lo pronto se dice que la Argentina estaría dispuesta a realizar el Mundial de fútbol del 2014 mientras que Madrid albergaría las Olimpiadas del 2016. La seguridad es lo primero y seria lo mas adecuado dada las circunstancias ¿no os parece? :)