Cuando se pensaba ilusamente que el país andino no podía caer más bajo de lo que se encuentra “gracias” al régimen filosenderista de Pedro Castillo, sucedió, y de la peor manera. En efecto, el nuevo gabinete dado a conocer sorpresivamente el pasado lunes y que era presidido por un tránsfuga de lo más despreciable - llamado Héctor Valer- con múltiples acusaciones de violencia familiar y envuelto en sonados casos de corrupción al igual que quienes lo acompañan, origino tal escándalo que obligo al okupa de Palacio a anunciar el viernes “una recomposición del gabinete” ¿otro más? Aunque no anuncio quien lo reemplazaría, de seguro es más de lo mismo. Por lo visto ahora en el Perú, para ser ministro o funcionario del Estado ya no es necesario tener los meritos suficientes para ello, sino un amplio prontuario policial. No podía esperarse otra cosa de esa banda delincuencial que ha capturado el Estado. La nueva crisis se desencadenó -otra vez- por las disputas de las voraces facciones izquierdistas que integran el régimen y que originó el abandono de Verónika Mendoza y su banda, que ahora se dicen de “oposición” y que han vuelto a salir a las calles para protestar sino les devuelven la mamadera que les han quitado, buscando muertos para utilizarlos políticamente como hicieron anteriormente contra Merino, para luego hacerse con el poder cuando nadie los ha elegido, como sucedió con ese admirador de terroristas de Francisco Sagasti que ocupo ilegalmente el cargo y preparo el fraude electoral para que “ganara” Castillo. Ahora que han echado a sus ministros, se sienten “traicionados” ya que con la plata no se juega y ahora juran que van por quien los dejo sin nada de un día para otro. De seguro que si el sucesor de Valer no es de sus filas - para seguir medrando del Estado - continuarán promoviendo la violencia en las calles que para ello sí que son expertos. No es de extrañar por eso que en apenas seis meses de (des)gobierno, Castillo ha tenido en el mismo periodo de tiempo más gabinetes que sus antecesores, todos de corta duración, demostrando su total incapacidad y la improvisación en el que se desenvuelve. Mientras “aprende” a gobernar tal como confeso en aquella vergonzosa entrevista a la CNN donde hizo el ridículo a nivel mundial - está destruyendo al Perú con sus disparatadas acciones. No obstante, no hay que perder de vista que en medio del caos que ellos han instaurado desde el primer instante que se hicieron fraudulentamente con el poder, los comunistas siguen avanzando en ciertos objetivos fundamentales. Por ejemplo, están demoliendo sistemáticamente a la Policía Nacional (PNP) - una institución que odian a muerte porque sus integrantes capturaron a su idolatrado líder Abimael Guzmán y su cúpula senderista - por lo que ahora la están infiltrando con elementos terroristas para tenerla bajo su control y utilizarla en sus proyectos represivos y encubridores. Algunos ingenuos suponen que para controlar las FFAA y la PNP los comunistas pretendían someterlas ideológicamente. Eso es una tontería. Ellos saben que no pueden conquistar a las fuerzas del orden con ideas. Su arma es la corrupción. No están inventando nada, sino siguiendo la línea de su admirado Hugo Chávez que logró controlar a las FFAA de su país corrompiéndolas hasta la médula, convirtiendo a los mandos en el Cartel de los Soles, una organización de narcotraficantes. En la Policía consiguieron establecer un proceso de ascensos corrupto - como denuncio el ex sub comandante general Javier Bueno - avalado por el entonces ministro Avelino Guillén, dirigido desde Palacio por Castillo y Bruno Pacheco, y ejecutado por el entonces jefe de la PNP Javier Gallardo. Ahora ya no están Pacheco, Gallardo ni Guillén -lo cual no tiene importancia porque son fusibles y desechables-, pero los ascendidos siguen ahí. Y la señal que se ha dado a la institución es que los corruptos siempre ganan. En las FFAA trataron de hacer lo mismo, pero la resistencia de los comandantes generales evitó que consumaran su vil intento. Los echaron de mala manera. La señal es clara, si alguien los desafía la próxima vez, lo botarán. Y no pasará nada. Han colocado al frente del Mindef a un almirante retirado que precisamente avaló públicamente la maniobra golpìsta de Castillo de pasar al retiro a los jefes que se opusieron al despropósito. El mensaje es clarísimo: eso lo van a volver a hacer. Entretanto, los prefectos vinculados a Sendero Luminoso nombrados por Castillo y Guillén siguen ahí y el nuevo ministro no los va a remover. Al contrario, es seguro que seguirán designando a otros elementos terroristas en más prefecturas y sub prefecturas hasta coparlos todos. Quien fue designado como nuevo ministro del Interior, está sentenciado por corrupción y además tiene múltiples denuncias por vinculación con el narcotráfico es perfecto para los intereses de los comunistas.Era obvio que iba a cumplir todas sus órdenes y, cuando se produzca otro escándalo, será desechado sin problema, como han hecho con todos los anteriores. Por cierto, al procurador Daniel Soria, que denunció penalmente a Castillo, lo echaron de su puesto, tal como pidió el abogado de Castillo y el ministro de Justicia, que ejecutó la orden. Algunos se entusiasman porque en el MEF han puesto a un funcionario ‘razonable’. El asunto es que ahora los comunistas no pueden hacer lo que quieren porque todavía sobrevive un Congreso que no controlan y está vigente la Constitución que quieren liquidar. Por eso Castillo puede decir que no ha expropiado nada (ni ha establecido controles de precios, ni se ha apoderado de los ahorros de la gente). Pero no lo hecho porque la sencilla razón de que no puede todavía, no porque no quiere. Designando un ministro con esas características calman a los incautos que todavía esperan “un cambio positivo”, mientras ellos siguen avanzando en atenazarse cual garrapatas al Estado del cual solo van a salir muertos como Allende en Chile… acribillado a tiros. De otro lado, es patético el intento del expectorado sector caviar que ha llamado hipócritamente a protestar en las calles contra un régimen que ellos mismos auparon al poder y que ahora “no los representa”. Pretenden así evadir su monstruosa responsabilidad en el fracaso de un régimen fraudulento que ellos han defendido -y defenderán- en la medida en que ese oscuro individuo vuelva a otorgarles puestos y prebendas. En ese mismo instante “se olvidaran” de todos sus cuestionamientos y cual parásitos que son, seguirán viviendo de las Arcas del Estado, al cual han estado acostumbrados desde la época de Paniagua… con ellos ni a la esquina. A estas alturas ya casi todos los demócratas están convencidos que la única opción para evitar la destrucción del Perú es vacar a Castillo y sus secuaces (o destituirlo por la vía de la acusación constitucional que un grupo de destacados abogados ha presentado al Congreso) o de cualquier otra manera. Todo parece indicar que su caída será violenta. No se puede perder más tiempo. El país agoniza y se encuentra en fase terminal - como titula acertadamente esta semana The Economist - por lo que llegará el momento en que si no se extirpa cuanto antes ese tumor canceroso que lo corroe por dentro, solo le quedara aplicarle la eutanasia ¿Se llegará a ese extremo? :(
Hasta la llegada de los audaces expedicionarios españoles que conquistaron el Imperio Inca en 1532, los habitantes del desierto de la costa norte del Perú narraron de generación en generación el relato de un dios único: Naymlap. Junto a su esposa principal, su descendencia y su corte, este misterioso ser llegó a Lambayeque en balsas - nadie sabe de dónde - para establecerse y reinar sobre esas tierras. La figura divina de Naymlap, en parte hombre y en parte ave, se instaló en la memoria colectiva del pueblo con una fuerza tan vital que, aún hoy, los arqueólogos siguen encontrando evidencias de su culto en cerámicas, murales o máscaras fúnebres de impactante calidad artística. Al respecto, la historia de la llegada de Naymlap ha sido descrita por el historiador Jorge Zevallos Quiñones como “quizá la página más rica que tiene la historia de la literatura norperuana”. En ‘Naymlap. Lambayeque Memory and historical materiality’, publicado por EY Perú, el lector podrá disfrutar este relato en su versión original, como fue recogida en el siglo XV por el cronista Miguel Cabello de Balboa. Razones no faltan para la afirmación de Zevallos. Se trata de un dios que llega del mar, gobierna con justicia y levanta el palacio de Chot, donde se adora a Yampallec, una figura esculpida en piedra verde que lleva su rostro. Pero, con el tiempo, todo cambia. Naymlap parte al horizonte transformado en un ave y su descendencia lo sucede en reinados que distan mucho de la capacidad con que llevó el suyo. La gota que rebalsa el vaso fue el traslado de Yampallec a una nueva ubicación, rompiendo con la tradición impuesta por Naymlap. Las catástrofes naturales que trae esta decisión llevan al pueblo a destronar al rey Fempellec, quien es arrojado encadenado al mar. Con su trágico final, se pone fin a la descendencia de Naymlap en el poder. Como sabéis, durante décadas el relato de Naymlap ha generado un arduo debate entre los estudiosos del pasado: ¿existió realmente este dios llegado del mar o es todo una leyenda? La pregunta es interesante en tanto, como descubrirá el lector de ‘Naymlap. Lambayeque Memory and historical materiality’, se ha logrado ubicar al palacio de Chot y una inmensa cantidad de piezas arqueológicas relacionadas a este extraño dios. Año tras año, diversos especialistas estudian desde sus disciplinas los distintos ángulos del relato de Naymlap, así como los rastros de la vida de los pobladores prehispánicos de la costa norte del país. Entre ellos se encuentra Carlos Wester, historiador, director del Museo Arqueológico Nacional Brüning y curador de la obra, quien tiene una hipótesis sobre esta historia: “Naymlap no sería un extraño sin relación alguna con Lambayeque, sino un mandatario que retorna a su tierra, luego de haber vivido por algunos años en las islas cercanas”. Para llegar a esa conclusión, Wester se basa en sus estudios de la iconografía y el arte de los Mochica, cultura antecesora a Lambayeque, para plantear la idea del arribo. “Y una segunda razón es que en el relato se habla de que los estaban esperando. Llegan y son recibidos. Y toman decisiones como si fuera su territorio: construyen un templo y hacen una serie de cosas que un cualquiera no puede hacer. Ese es su territorio, son sus antepasados, y por lo tanto vuelven a él”, sostiene. Los estudios de Wester han utilizados para comprender nuevos aspectos de los Lambayeque. A sus investigaciones se suman las de profesionales extranjeros que han dedicado décadas a este árido y desafiante espacio de la costa peruana. En ‘Naymlap. Lambayeque Memory and historical materiality’ se encuentran también las ideas de Susan Ramírez, Neville G. Penrose Chair en Historia y Estudios Latinoamericanos en Texas Christian University, quienes han analizado miles de folios de archivos coloniales para lograr desentrañar, por ejemplo, los significados de los nombres de los principales personajes del relato. Así, Ramírez ha encontrado que Naymlap significa ‘ave de agua’, y el nombre de su mujer, Ceterni, significa ‘útero’. “Yo creo que ella fue, por lo menos en la tradición oral, la madre de todos”, intuye la especialista. En el caso Fempellec, el último de los mandatarios descendidos de Naymlap, su nombre significa “el que está llorando, gritando o quejándose”, algo que, explica Ramírez, guarda relación con su trágica muerte. Los debates sobre el relato de Naymlap también se remiten a la forma en que fue recogido: de manos de cronistas. Esta historia es primero documentada por Miguel Cabello de Balboa y, casi dos siglos más tarde, por Justo Modesto Rubiños y Andrade. ¿Cuánto puede haber condicionado la visión cristiana de estos cronistas en la construcción de sus relatos? Al respecto, el antropólogo peruano Federico Kauffmann Doig diferencia las misiones que tenían encomendadas Cabello de Balboa, quien fue un cronista en todo el sentido de la palabra, y Ruviños, quien, por su parte, era un párroco que se propuso historiar a quienes habían ocupado su cargo antes que él. “Por lo mismo, la versión que recoge sobre Naymlap resulta ser parca comparada con la de Cabello, quien en su condición de cronista tenía por misión registrar detalles de toda índole a lo largo de su recorrido por lo que había sido el país de los incas”, explica Kauffmann Doig. Jeffrey Quilter, director del Peabody Museum of Archaeology & Ethnology, Harvard University, recomienda tomar precauciones al analizar el relato. Señala, por ejemplo, la idea de que el no seguir las tradiciones del reinado de Naymlap haya traído a sus descendientes un final trágico. “Debemos tener un poco de cuidado con que esta historia moral de los problemas del reino no sea parte de la historia de los españoles que tradujeron, mirando el relato con los lentes de sus propias religiones”, apunta. Mención aparte merecen los hallazgos en metalurgia de figuras que refieren al relato de Naymlap o, directamente, a la figura de este mandatario. El tumi, por ejemplo, se sabe hoy que es una representación de este dios ornitomorfo. Sobre la calidad de los trabajos orfebres en Lambayeque se ha hablado mucho en el mundo y, aún hoy, continúa maravillando a los especialistas. “Los plateros de la costa norte del Perú eran increíbles, con mucha innovación. Cuando hablamos de la cultura Lambayeque en sí, estamos viendo un momento increíble, una explosión de la producción de obras de metal”, señala Joanne Pillsbury, curadora en Arte de las Antiguas Américas del Metropolitan Museum of Art, en Nueva York. Pillsbury se ha acercado a los orfebres del antiguo Perú no solo como trabajadores, sino como artistas y personas vinculadas con lo divino. “Estos metales no tenían valor solamente por ser una cosa con un mercado en sí, sino que tenían un valor simbólico y, a lo mejor, tenían una energía, una ‘animación’”, explica. Así, quienes vestían las piezas en oro o plata trabajadas en Lambayeque no solamente marcaban una diferencia en cuanto a poder económico, sino que enviaban una clara señal de estar vinculadas con lo divino. Los estudios de Pillsbury, junto con los de los especialistas nombrados, se unen a los de Luis Alfredo Narváez, director de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Lambayeque, para hacer de ‘Naymlap. Lambayeque Memory and historical materiality’ una publicación imprescindible para todo aquel que quiera acercarse al extraño mundo de los Lambayeque :)