A escasos días del inicio del Mundial de la FIFA, Sao Paulo, la ciudad en la que se jugará el partido de inauguración, se hunde en el caos y en una protesta generalizada de rechazo a un torneo en el cual reina la improvisación.
“El Mundial 2014 propiciará el mayor robo de la historia de Brasil”, escribió en su cuenta de Facebook Romario – ex jugador de la selección canarinha, Balón de Oro en 1994 y actual diputado en su país - y vaya que tiene razón. “Lo peor está por venir porque el Gobierno dejará que ocurran las obras de emergencia, las que no necesitan licitaciones. Ahí va a ocurrir el mayor robo de la historia de Brasil", dijo hace más de dos años, cuando la Copa Confederaciones todavía no había aireado al mundo el descontento de un país en el que la preponderancia de organizar este año el Mundial y en dos los Juegos Olímpicos contrasta con la precariedad social y económica que no ha superado un país que quería proyectar al mundo una falsa imagen de eficiencia, desarrollo y pulcritud.
Desamparados por unos dirigentes que han orquestado el Mundial más caro de todos los tiempos, el pueblo brasileño está listo a mostrar su malestar al mundo y clamar por una inversión mayor en educación y sanidad. Como sabéis, el jueves que viene, Sao Paulo acogerá el partido inaugural entre la anfitriona, Brasil, y Croacia. Desde esta semana, y a sólo días de que se abra el telón, los trabajadores del metro de la capital financiera de Brasil anunciaron el inicio de una huelga indefinida que afectará a 4.5 millones de usuarios.
“Si hay dinero para el Mundial, ¿cómo no lo hay para incrementar nuestros sueldos?", apuntó el presidente del sindicato, Prazeres Juniors, en una asamblea que acordó la paralización de sus labores. Precisamente el brutal gasto y el sobrecoste del evento es el epicentro del malestar social, un clima de crispación tan lacerante que ha llegado a generar animadversión en el país del fútbol, que acoge un evento de este alcance por primera vez desde 1950.
Según la encuestadora brasileña Datafolha, más del 55% de los ciudadanos muestran rechazo hacia un Mundial que creen firmemente que generará más perjuicios que beneficios a un país dividido por abismales desigualdades sociales y económicas. “Hace siete años, cuando la candidatura resultó elegida, hubo una gran alegría; creíamos que el Mundial serviría para mejorar las infraestructuras de Brasil, que es uno de los puntos frágiles de nuestra economía, y para dar visibilidad a un país con un enorme potencial para inversores extranjeros, pero todo resultó un gran engaño”, es el comentario general que se escucha en las calles. Con un dispendio estimado en torno a los 20.000 millones de dólares, el Mundial de Brasil será el más caro de la historia. La creación de nuevos estadios ha disparado el gasto. La localización de algunos de ellos y el nulo uso que se les dará tras el torneo ha propulsado la indignación general. Brasilia, Cuiabá, Manaos y Natal han construido estadios de más de 40.000 espectadores de capacidad. “Cuando termine el Mundial, esos estadios no se usarán. Es tirar el dinero. Podían haberse construido hospitales y escuelas públicas. Ésa es la crítica de gran parte de los ciudadanos.
Especialmente incomprensible es el estadio de Manaos, una localidad enclavada en la selva amazónica que puede “presumir” de tener a su mejor equipo situado en la cuarta división brasileña y un aforo medio de 500 espectadores por partido. Nada esto parece inquietar a la mafia de la FIFA, inmiscuida también en una escandalosa compra de votos y tráfico de influencias en la elección del ya de por sí polémico Mundial de Qatar en el 2022. “Cuando comience el primer partido todo el país estará apoyando”, dijo ilusamente el presidente Joseph Blatter en lo que parece una asunción de que el fútbol es el opio del pueblo. No es esperanzador el precedente de la Copa Confederaciones para el organismo del fútbol mundial, que realizó su prototipo del Mundial en 2013 en una atmósfera de protestas constantes en las principales ciudades del país. Bajo las premisas ‘FIFA go Home’ o ‘No va a haber Mundial’ diversos grupos articulan ya multitudinarias protestas durante todo el evento. Le recordarán a Blatter, que el hartazgo de la gente sobrepasa la alegría de tener un Mundial en la puerta de casa, el cual no los beneficiará en nada. Por su parte el gobierno teme que a medida que se acerque el 12 de junio, se multipliquen las protestas en todo el país - que reflejan el descontento de una sociedad que repudia el Mundial - lo cual por cierto perjudicara la campaña reeleccionista de Dilma Rouseff.
Venga ya, con un país en la miseria, los campos de fútbol sin terminar (apenas el 30% de la infraestructura estará lista a tiempo) y la gente muriéndose de hambre, se gasta un pastón en obras que no son prioritarias. Lo que hay que ver :(