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sábado, 3 de septiembre de 2022

PERÚ: La victimización como arma política

El atentado autoinflingido en la Argentina este jueves por la procesada por corrupción Cristina Fernández de Kirshner, quien recibió como era de esperar, la inmediata solidaridad de los parásitos izquierdistas que (des)gobiernan la región - Fernández, Petro, López Obrador, Maduro, Arce, Ortega, Díaz- Canel, Boric y Castillo - y otros que ya lo hicieron, como Lula da Silva y el narcopedófilo Evo Morales, demuestra hasta qué punto estos demagogos populistas están dispuestos a llegar con el propósito de revertir su impopularidad y el creciente rechazo que reciben en sus países por el desastre de sus gestiones, para pasar a convertirse en “víctimas de los grupos de poder” intentando confundir con sus discursos de odio a las masas resentidas e ignorantes. De seguro a la Kirshner le va a salir de maravillas esta burda maniobra preparada, ya que se encontraba a punto de ingresar a la cárcel - acusada de robar aproximadamente US$1.000 millones en agravio del Estado junto con su difunto marido Néstor cuando gobernaban en la Casa Rosada - y que ahora va salir muy bien librada e incluso ya la están viendo como potencial candidata del peronismo para los próximos comicios, mas aun cuando con Alberto Fernández - que no es su pariente - de quien es su vicepresidenta estaban distanciados y no se podían ni ver, con mayor razón cuando este no oculta tampoco sus deseos de reelegirse. Si finalmente la Kirshner logra imponerse y queda impune de sus delitos, demostrara que el victimismo le resulto de mucha utilidad. En el caso del Perú, no debe sorprender que el filosenderista Pedro Castillo, acusado por múltiples delitos de corrupción, intente hacer lo mismo para evitar terminar en Challapalca o en El Frontón, junto con los integrantes de esa organización delincuencial apodada La Chota Nostra y del cual es cabecilla - según una fundamentada acusación hecha por la Fiscalía de la Nación - que está destruyendo al país andino saqueándola a más no poder desde el mismo instante que a través del fraude, ese oscuro individuo ingreso a Palacio, el cual mediante una asonada terrorista que está preparando, busca eternizarse en el cargo. Como sabéis, gran parte del éxito de ese discurso populista de victimización está en su capacidad para convencer a millones de que sus líderes son “oprimidos” que defienden ideales, y no opresores que buscan amasar más poder, enriqueciéndose ilegalmente a costa de los que dicen “defender”. La victimización es un arma muy eficaz para ello, por lo que los populistas de todo el mundo la usan. El objetivo es el mismo: generar en los suyos un sentimiento de humillación permanente: “ellos” nos desprecian, y por eso nos insultan, nos atacan, nos obstaculizan, nos quieren ver fracasar por ser indios. Este discurso activa una de las emociones más potentes: el resentimiento. Como lo afirma un estudio académico reciente, la retórica populista pone a sus seguidores en un estado de ánimo de revancha que no se disipa, sino que se alimenta a sí mismo; una suerte de equilibrio psicológico entre prepotencia e impotencia. Quienes siguen a estos demagogos se sienten reivindicados, porque creen que alguien como ellos al fin llegó al poder para corregir injusticias. Pero también sienten temor al escuchar alertarlos todo el tiempo sobre las acciones de adversarios mal intencionados que buscan evitar que el “pueblo” alcance la tierra prometida. Ello permite mantener vivo el deseo de remover los obstáculos a la reivindicación del “pueblo”. Cuando los obstáculos son los derechos de algunos grupos de la sociedad, el populismo muestra su rostro más autoritario y cruel. En estas palabras se resume el relato demagógico de Castillo y su banda delincuencial: “ellos” contra “nosotros”. El “nosotros” es el “pueblo” pobre, víctima de la injusticia y el “ellos” una élite - los blancos, los ricos, los poderosos - que gozan de impunidad. En el relato, Castillo es quien invierte la ecuación, pero no lo hace garantizando que todos accedan a la justicia, sino atacando arbitrariamente a sus adversarios, a la vez que roba los recursos del Estado para su propio beneficio. Como recordareis, este delincuente - hay que decir las cosas por su nombre - decía en su campaña “no más pobres en un país rico”, con lo cual se estaba refiriendo obviamente a su propia familia de muertos de hambre que se han convertido en millonarios de la noche a la mañana, mientras el pueblo que lo eligió es hoy más pobre que antes, “gracias” a los elevados precios de los combustibles y alimentos, debido precisamente a su improvisación e incapacidad para gobernar. Pero claro, acusa a los “otros” de su fracaso. En la era de la posverdad, la verborrea populista sustituye a los hechos, y por eso en su medio lenguaje mal hablado tuerce groseramente la realidad para que sus ilusos seguidores sigan creyendo que él es víctima de las élites. Al victimizarse una y otra vez, Castillo dice tres cosas. Primero, que él está por encima de cualquier crítica y no tiene que rendir cuentas de sus decisiones. No debemos ver en él a un ciudadano como los demás, o a un funcionario público, sino a quien está realizando una transformación de magnitud histórica, lo que lo vuelve incuestionable; Segundo, dice que oponerse o criticarlo coloca a quien lo hace como parte “de la conspiración golpista de los grupos de poder para derrocarlo”; Y tercero, afirma que al ser atacado tiene derecho a “defenderse”, lo que implica en la práctica un ataque sostenido a las instituciones que le son incomodas como la Policía Nacional, el Congreso y la Fiscalía de la Nación, así como a los medios de comunicación, utilizando para desacreditarlos los recursos del Estado en sus viajes al interior del país donde no tiene reparos en soliviantar a la indiada para indisponerlos con el resto de peruanos - especialmente con los de Lima - teniendo a su lado a un viejo decrepito como Aníbal Torres quien continuamente afirma que “los indios bajaran de los cerros para arrasar la capital y poner de rodillas a la derecha” entre otras desquiciadas amenazas propia de su mente enferma . Castillo siente que puede ir cruzando líneas hacia terrenos cada vez más autoritarios porque cree que tiene respaldo en la mayoría indígena y temor en las minorías que se concentran en las ciudades. Esto es preocupante, porque con el tiempo ese respaldo se puede volver exigencia de mano más dura, mientras que el temor se puede transformar en otra forma de resentimiento, dispuesta a escuchar a otro demagogo más peligroso y radical como Antauro Humala quien desde su ilegal liberación, promete reivindicar “a la raza cobriza aun a costa de su propia vida” alega este despreciable asesino de policias. Es difícil imaginar cómo esto pueda terminar bien. No cabe duda que un terrible escenario se avizora sobre el horizonte... :(
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