Esta semana un escándalo en el cual esta involucrado el congresista de la mafia Kenji Fujimori - acusado de ser el autor intelectual del asesinato de un periodista para ocultar un caso de narcotráfico - ha colmado la paciencia de muchos porque no es la primera vez que se encuentra comprometido en sucesos de tal gravedad.
A ello hay que agregar el renovado circo mediático de la prensa basura que vuelve a la carga en sus planes desestabilizadores, dedicándole amplio espacio a “Las Memorias de un Genocida” escrito por su padre, Kenyo Fujimori en su celda de la DIROES, en su afán de cuestionar al gobierno por no haberle concedido el “indulto humanitario” al cual no tiene ningún derecho, demostrando con ello el cinismo que lo caracteriza. La podredumbre y miseria moral que representa el fujimorismo como opción política es una lacra para la sociedad peruana, que debe hacer todo lo posible para librarse de esta maldita plaga. Es por ello que en esta oportunidad, quisiera reproducir entrecomillado un artículo publicado recientemente en el diario español El País en el cual se desbarata todas las mentiras propaladas por esa mafia homicida a lo largo de los años, tratando de justificar sus crímenes: “En 1990, cuando Kenyo Fujimori llegó al poder, el Perú estaba prácticamente en la ruina económica. Alan García había dejado una hiperinflación obscena y el dinero no valía nada, era prácticamente papel sin valor. Eso y el temor de que cualquiera podía volar en pedazos por algún coche-bomba de Sendero Luminoso, eran los temas de preocupación ciudadana. Si el Perú quería salir del atolladero en el que se encontraba, tenía que acabar con esos dos obstáculos primero: el terrorismo y la inflación. Y durante el gobierno de Fujimori
aparentemente eso se consiguió. Se abrió la economía y se acabó con la violencia terrorista. Pero al mismo tiempo que se liberaron los precios el 5 de abril de 1992, Fujimori disolvió el Congreso de la República y dio un autogolpe de Estado en el que, con tanques militares en las calles, cerró el parlamento y echó a la calle a todos los congresistas legítimamente elegidos por el mismo pueblo que lo había elegido a él. Las Fuerzas Armadas incursionaron violentamente en el poder judicial y expulsó a los jueces de turno. Mientras tanto, el SIN (Servicio Nacional de Inteligencia) al mando de Vladimiro Montesinos, a través del grupo paramilitar Colina, perpetraba asesinatos en masa en aras de una “lucha antisubversiva”.
En aquellos días, el Golpe de Estado pareció ser bien recibido por los peruanos, que ilusamente apoyaron la acción de Fujimori por haber “acabado” con los problemas más grandes del país, sin imaginar el baño de sangre y el robo sistemático de miles de millones de dólares desaparecidos de las Arcas Publicas, que cometería durante su régimen, el mas corrupto de la historia peruana. Un año más tarde, en 1993, el sátrapa convocó a elecciones fraudulentas donde, como era de esperar, se alzó con el “triunfo”, lo cual le posibilito imponer una Constitución espuria hecha a su medida, que le posibilitaba reelegirse indefinidamente mediante “interpretaciones autenticas”. Para el peruano promedio, donde a diferencia de los años anteriores, se habían acostumbrado a los coches bomba y apagones, las cosas parecían “estar mejor”... pero lo eran sólo en apariencia. Detrás de todo se estaba orquestando una dictadura que utilizaba la extorsión, el chantaje y la injuria para terminar con todos los que se oponían al régimen.
Los que defienden a Fujimori no quieren entender que no fue necesaria tanta violencia política para acabar con el terrorismo y la ruinosa economía, no era necesario cerrar el Congreso, el poder judicial y acabar con el Estado de Derecho y la institucionalidad. Ni mucho menos cometer Crímenes de Lesa Humanidad. En el ámbito económico Fujimori plagió de mala manera el modelo liberal que habría utilizado Vargas Llosa de haber ganado las elecciones. Fue la lucha antiterrorista la que Fujimori utilizó como excusa para dar el golpe militar del 5 de abril y cometer todos los crímenes que sucedieron después. Para Fujimori, con un congreso dominado por la oposición “no se podía acabar con el terrorismo”. Según él, “hacia falta una mano dura”. Pero la captura de Abimael Guzmán fue posible gracias a un eficiente trabajo de inteligencia de un grupo de policías que, utilizando exitosamente las técnicas de rastreo, logró la captura del líder de Sendero Luminoso. Aquello nada tenía que ver con la sangrienta “lucha antisubversiva” que dejó un saldo final de 70 mil muertos, en su mayoría campesinos inocentes, ni mucho menos con los crímenes que el grupo Paramilitar Colina estaba cometiendo con total impunidad. Una vez desmantelada la cúpula de Sendero Luminoso, Fujimori se dedicó sistemáticamente a planear su permanencia en el poder. En su segundo e ilegal mandato, de 1995 al 2000, Fujimori y Montesinos se encargaron de corromper e incrementar su poder autoritario hacia todos los ámbitos privados y públicos de la sociedad peruana.
Fujimori sabía que si quería seguir al mando indefinidamente tenía que tener a todos de su lado. Y fue lo que hizo: comprarse literalmente a congresistas, canales de televisión, artistas, periódicos y revistas, convirtiéndolo todo en un gran circo mediático, que tenía al espantoso “baile del chino” como banda sonora. Para él y Vladimiro Montesinos —su mano derecha— todos tenían un precio. Durante cinco años se dedicó a extorsionar e injuriar a quienes pensaban contrariamente a sus políticas de gobierno, a comprarse a los tránsfugas que estaban en la oposición; así como totalizar su poder manteniendo a todas las instituciones bajo su control. Sin embargo, al estallar el escándalo de los Vladivideos en el año 2000 que desnudo la miseria del régimen, todo se derrumbo y Fujimori huyo del país refugiándose en el Japón. Sin embargo, a los pocos años al pretender regresar al Perú fue detenido en Chile, extraditado, juzgado y condenado a 25 años de prisión.
Con los Vladivideos, los peruanos fueron testigos de la corrupción generalizada del régimen y que todo lo realizado durante los años de la dictadura fue una gran mentira, ya que termino pareciéndose a aquellas manzanas que por fuera son rojas y brillantes, pero que por dentro están podridas y llenas de gusanos. El fujimorismo es un cáncer que debe ser extirpado de raíz porque representa esa podredumbre que no debe volver jamás”. No hace falta agregar nada más:)