Triste destino el del país andino, el ser (des)gobernados por incapaces que anteponen sus intereses personales a los de la Nación. Si bien desde que asumió providencialmente el cargo el 7 de diciembre del 2022 - tras la ignominiosa caída del régimen filosenderista del delincuente terrorista Pedro Castillo - he mantenido una posición neutral en relación a la Presidenta Dina Boluarte - al extremo que me dijeron que era parte de la derecha “dinista” - ello se debió a que decidí otorgarle un año de gracia para evaluar su gestión y luego de pasado ese tiempo, se ha hecho evidente que nunca ha estado preparada para asumir el cargo al cual llego de manera fortuita, por lo que ha procedido en delegar el poder en su Primer Ministro Alberto Otárola, quien en la práctica es el que verdaderamente gobierna el país, aunque a él nadie lo eligió. De allí la controversia de su desmesurado poder adquirido bajo la venia de la señora Boluarte, quien lo deja hacer lo que quiere - Laissez faire, laissez passer - esperando durar así hasta el 2026. Pero el poder desgasta y es necesario hacer los cambios necesarios para seguir avanzando y hacer frente a la amenaza de los antisistema que no se han resignado a su derrota e intentan por todos los medios desestabilizar al país. Si bien no han logrado nada hasta el momento, la actual sensación de inseguridad ciudadana - producto de la delincuencia venezolana “importada” desde los tiempos de Kuczynski - y la creciente desaprobación de la labor del gobierno por no saber enfrentarlos, les da alguna esperanza a esos grupos marginales en lograr sus demenciales propósitos. A ello debemos agregar el creciente enfrentamiento entre diversos sectores del oficialismo por acrecentar sus cuotas de poder a expensas del contrario. Uno de esos desencuentros más conocidos es el que se da entre aquellos que apoyan al Primer Ministro, y el otro sector liderado por el hermano de la presidenta. En efecto, durante la primera mitad del 2023, la guerra civil entre Nicanor Boluarte y Alberto Otárola escalaba a niveles sin precedentes. Y es que, si bien la relación entre ambos siempre fue cordial desde que se conocieron trabajando en el gobierno de Ollanta Humala, la guerra fría se manifestaba a través de reportajes y denuncias sobre personajes relacionados con ambos. Notoriamente, las acusaciones sobre Nicanor y su entorno salían en América TV y Canal N. Mientras tanto, los misiles sobre Otárola y sus amigos (y en especial sus ‘amigas’) aparecían en Panamericana TV y, más recientemente, en Willax. En junio, la filtración de chats entre el primer ministro y el exministro de Trabajo prometía escalar hasta implicar a más personajes, lo que desencadenaría el tantas veces anunciado cambio de gabinete. Pero ello no solo nunca ocurrió, sino que pasó todo lo contrario. En julio, Otárola consolidó una alianza con la Mesa Directiva del Congreso, manejada por APP (Alianza para el Progreso) y FP (Fuerza Popular). Y, aunque el choque de Otárola con Nelson Shack en agosto, los cambios de ministros de septiembre y la intervención de la Fiscalía a las oficinas de la PCM evidenciaban que aún existían cuotas de poder de Nicanor en el gabinete, todo cambiaría hacia el final del año. Noviembre fue el mes clave. Cuarto poder de América TV comparó explícitamente la casa de Nicanor Boluarte con la guarida delincuencial de Pedro Castillo en Sarratea. Y, a partir de entonces, varios reportajes en diversos medios han abordado el copamiento del sector Interior, el crecimiento de su propio partido político y su cercanía con prefectos y subprefectos. Por otro lado, y en el mismo mes, la Operación Valkiria V desactivó el pedido de detención preliminar para el primer ministro por parte de la hoy exfiscal de la Nación. Contrafácticamente hablando, si Benavides se hubiera anticipado a sus exaliados, habría desencadenado un pedido de vacancia presidencial desde el Congreso y la alianza con el fujimorismo no se habría materializado en la liberación de Kenyo Fujimori. O al menos eso es lo que el premier le contó a la presidenta. Y la extemporánea denuncia constitucional de Benavides solo ha servido para ratificar esta teoría. Desde entonces, la presidenta ha perdido terreno frente a su primer ministro. Para diciembre, el influyente Rivin Yangali -exasesor del Midis de Dina y excolega de Nicanor en la Municipalidad de Pueblo Libre - tuvo que alinearse con Otárola en la PCM. Y el hasta entonces jefe de Gabinete Técnico de la presidenta, Morgan Quero - también exasesor de Dina en el MIDIS -, fue alejado del entorno. Sirvió poco que Walter Gutiérrez haya tenido dos reuniones con la presidenta durante los últimos días de diciembre del 2023. Pasó lo mismo que cuando se reunió con la presidenta en la quincena de octubre, cuando Gutiérrez estuvo a punto de protagonizar un enroque con el actual premier. Nada. Tampoco prosperó el globo de ensayo de promover a Javier González-Olaechea, canciller que ha tenido más de un roce dentro del gabinete. Y, justo cuando se vuelve a vocear por enésima vez a la cuestionada ministra Pérez de Cuéllar para el premierato, una denuncia de corrupción en Punto final la ha golpeado en la línea de flotación. Tampoco se dieron los anunciados cambios de ministros de diciembre. Ni Cultura, ni el Minem, ni Salud, ni Economía. Salud hoy parece inamovible, gracias al renovado pacto entre el gobierno y César Acuña, alianza que posibilitó frustrar la destitución de los caviares de la JNJ en diciembre del 2023, con ayuda del fujimorismo. En tanto, Economía permanece en manos de Álex Contreras, a pesar de que la propia presidenta mantuvo reuniones con dos exministros de Economía en Palacio, que al final quedo en nada, porque Otárola, quien tiene la última palabra en el gobierno - ello es innegable - dijo que no, y se acabó. “Dina Boluarte es rehén de Otárola”, confeso un excolaborador de su entorno, tras conocerse el desenlace. “Y el problema es que él la aísla del resto” asevero. Algunas voces sugieren que la presidenta está incómoda por el protagonismo que está tomando su primer ministro. A ella, dicen, le interesa dejar un sello personal. Ser recordada como la primera presidenta del Perú. A veces llama a su entorno más cercano, pidiendo consejo y expresando quejas. Pero al mismo tiempo, una especie de síndrome de Estocolmo parece mantenerla en vilo, aferrada a su premier. Un atento observador ha señalado cambios en su forma de vestir. Y en sus accesorios. El estar juntos y comprendidos en la apresurada denuncia constitucional de la posteriormente destituida fiscal de la Nación, fue lo que selló firmemente esa unión entre presidenta y premier. Una alianza que parece solo entender de salidas hacia adelante, a cualquier precio. Como dice una voz disidente, quizás incluso se sienta cómoda delegando, apelando a la historia contemporánea peruana, que solía ser generosa de primeros ministros fuertes. Al fin y al cabo, constitucionalmente el presidente de la República es irresponsable de sus actos. El responsable es el primer ministro, quien carga con todas las culpas. Tras el rotundo fracaso de las distintas ‘Tomas de Lima’ organizadas por Sendero Luminoso, se le sugirió a la presidenta cambiar el gabinete de guerra y abrirlo a nuevos rostros. Convocar a gente que no tenga nada que ver con los caviares ni con la izquierda parasita que sostuvieron a Castillo. Un gabinete de consenso ayudaría, teóricamente, a compartir la responsabilidad política y difuminar las tintas cargadas, producto del desgaste de sus ministros y su incapacidad para resolver los temas de fondo. Y también a diluir la impopularidad. Para diciembre del 2023, la desaprobación de la gestión de la señora Boluarte llegaba al 84%, según una encuesta de Ipsos. Pero fuera de algún cambio cosmético, en el fondo todo sigue igual, dejando en sus cargos a ministros altamente cuestionados como los de Defensa, Interior y sobretodo Economía, además del mismo Otárola claro está, quien se niega a dar un paso al costado porque al parecer, ha convencido a la presidenta que sin los contactos que tiene en el Congreso, “ella no podría continuar en el cargo hasta el 2026”. Se cree irremplazable en el premierato y ello no es cierto. Ese es el problema de no querer compartir el poder, pero también implica compartir la responsabilidad y la culpa. Es más, el repudiable atentado terrorista que sufrió la presidenta en Ayacucho el pasado sábado, solo evidencio la incapacidad de sus ministros de Defensa e Interior, cuyos servicios de inteligencia no supieron prever como dos subversivas ayacuchanas - madres de dos terroristas muertos durante la asonada senderista de enero del 2023 - lograran acercarse sigilosamente y agredir vilmente a quien ejerce la primera magistratura de la Nación. Lo que llama la atención es que dichos ministros responsables de su seguridad sigan en sus cargos y no hayan sido destituidos en el acto. No cabe duda que el ataque a la señora Boluarte es un golpe directo a la figura presidencial, por más disminuida que esta esté. Y por más poder que ella delegue a su primer ministro. Y, aunque es saludable que la presidenta haya decidido viajar al sur del país para no permitir a los radicalismos seguir envenenando la mente a una indiada soliviantada con sus discursos de odio y resentimiento - ya sea en Puno, Cuzco o Ayacucho - hace falta un plan serio para trabajar esas áreas, especialmente con las Fuerzas Armadas para neutralizar estos focos subversivos que intentan segregar el sur del Perú en provecho de Bolivia, donde el narcopedófilo Evo Morales sigue activo con sus planes separatistas, para así obtener su ansiada salida al mar, en lugar de reclamar los territorios que les arrebato Chile en 1879. Asimismo, se hace imprescindible un cambio de rumbo en el gobierno, que significa la salida de Otárola y su cuestionada troupe, llamando en su lugar a personajes con vocación democrática y que se quieran sacrificar en estos tiempos convulsos por el Perú. Pero ello depende exclusivamente de la presidenta, quien debe decidirse de una vez por todas a dejar el piloto automático en el cual se encuentra el país. No puede esperar hasta el 28 de julio si es lo que está pensando… Además de ello, también debe alejar cuanto antes de su entorno a su hermano Nicanor, dejando que la justicia lo investigue y sancione de encontrarlo responsable de sus delitos, en lugar de salir públicamente a defenderlo y amenazar a quienes lo cuestionan. Mucho cuidado con esas salidas autoritarias, que no le hacen bien ni a ella ni al país.
Venga ya, los peruanos sí que son un caso clínico. Su futbol es uno de los peores del mundo, que solo conoce de derrotas y humillaciones, con una selección llena de jugadores acabados de 40 años, la cual, por sus propios “méritos” y para mayor ignominia, es colista absoluto del continente, pero que a su vez “endiosan” de una manera inexplicable a los responsables del desastre, convirtiendo en “héroes” a sujetos que no lo merecen, quienes a la primera oportunidad que tienen, les escupen en la cara y se van con aquellos que les paguen más por su “trabajo” (es un decir, ya que este se la paso de vago durante 8 años), dejando en ridículo a sus ‘viudas’ que como recordareis, tras su abrupta salida del cargo de entrenador de la selección peruana, estuvieron durante meses y meses llorando de manera inconsolable exigiendo su regreso, uniéndose a esa vomitiva campaña un banco que lo presento como su ‘imagen’, quien de una manera despreciable cada vez que la selección jugaba en Lima, “coincidentemente” viajaba al Perú con el único objetivo de torpedear la labor de su sucesor, que resulto tan inútil como el, con la esperanza de reemplazarlo para seguir cobrando una pasta sin trabajar, algo que en ningún otro país pudo conseguir. Pero para su desaliento, el juego no le salió y nombraron por el contrario a un anciano decrepito sacado de algún asilo, por lo que a este parrillero no le quedó otra alternativa que mandarse mudar definitivamente y rebajar sus exorbitadas pretensiones económicas, aceptando la oferta de la ANFP de Chile, convirtiéndose así en entrenador de la “Roja” (no sé porque la denominan de esa manera, ya que la única Roja es y será España ¿vale?). Como podéis imaginar, esta noticia no ha caído nada bien a los peruanos - ya que el tipo se ha ido con su ancestral enemigo - y sobretodo a sus ‘viudas’ que del desconsuelo han pasado al desconcierto, a diferencia del resto de perdedores, que ya lo bajaron del pedestal adonde lo habían colocado “por haber conseguido clasificar al Perú a un mundial” - cuando esto sucedió únicamente por los puntos regalados por Bolivia - y ahora desengañados y traicionados, lo insultan en las redes sociales y desean lo peor…. En fin. ¿A quién nos estamos refiriendo? Obviamente a Ricardo Gareca, el cual según periodistas chilenos, se prepara para su revancha personal que es ganarle a Perú tanto en la Copa América en junio, como en el encuentro por las eliminatorias a jugarse en noviembre en Lima. Sabe de qué pie cojean aquellos a los que “dirigió” durante tantos años, por lo que no sería nada raro que lo consiguiera y humille a los peruanos en su propia casa. De seguro sus ‘viudas’ estarán alborotadas en esa ocasión, alentando a su ídolo y envueltas en banderas chilenas, vitorearan a su equipo haciendo sentir a los jugadores mapochos que están en el Nacional de Santiago. Ya sucedió cuando se presentó Messi con la albiceleste y donde casi todo el estadio celebro sus goles. A nadie sorprenda que ello vuelva a ocurrir ¿No os parece?