Un desequilibrado mental, despreciable asesino de policías y consuetudinario adicto a la marihuana llamado Antauro Humala, recorre el país andino desde que de una manera ilegal fuera liberado de prisión por el filosenderista Pedro Castillo, sin que haya cumplido toda su condena, con el objetivo de que prepare una asonada terrorista, el cual mediante la violencia extrema disuelva el Congreso e instaure su “república popular de nueva democracia” que le permita eternizarse en el poder y salvarse de la cárcel que le espera por corrupto y por ladrón. En efecto, ‘gracias’ a evidentes movidas del lumpenesco régimen, Humala está suelto en plaza y quiere a toda costa “refundar” el Perú, afirmando demagógicamente durante sus recorridos ante una indiada exaltada, que “el poder deben ejercerlo los de piel cobriza”. Ha advertido su postulación a la presidencia mientras intenta relanzar una prédica ideológica y política extremista que además en el colmo del cinismo, posa de “anticorrupción” y “antisistema”. Como sabéis, a muchos años de la asonada violenta del 2005 - que termino en un sonado fracaso y le costó la cárcel - Antauro quiere jugar ahora hipócritamente dentro de la democracia representativa; aquella en la que no cree realmente y que en reiteradas ocasiones ha jurado destruir, pero que le puede dar una ventana táctica - como sucedió con sujetos de la peor calaña, como el golpista Hugo Chávez en Venezuela , el narcopedófilo Evo Morales en Bolivia, el asesino Daniel Ortega en Nicaragua, los herederos de Sendero Luminoso en el 2021 en el Perú y hace poco con el exguerrillero Gustavo Petro en Colombia - para proyectarse hacia el poder congresal y presidencial. Al fin y al cabo, si hasta el analfabeto de Pedro Castillo (de limitado lenguaje y nula inteligencia) pudo llegar, qué impediría que ese demente también repita la rentable apuesta. Para ello, encabeza un movimiento autocalificado como ‘etnocacerista’ que agrupa principalmente a veteranos militares - llamados reservistas o antauristas -, rechaza a la élite blanca y promueve que descendientes de indígenas accedan al poder, ya que de acuerdo a la disparatada ideología que formuló su padre, Isaac Humala - otro loco como el - “la raza cobriza debe gobernar el país”. Para el etnocacerista la “gran transformación” y el “polo rojo” que abandonara su hermano Ollanta en el 2011 y la “refundación del Perú” que Castillo y Cerrón no pueden aún viabilizar - gracias a la contención de los peruanos advertidos - son objetivos políticos pendientes, por resolver. Y no oculta su deseo de hacerlo por medio de la violencia. Se nota en sus virulentos discursos y actitudes matonescas con quienes no están de acuerdo con sus delirantes ideas anacrónicas en todo sentido, propias de un demente embrutecido por la droga, como él. Podrá decir de boca para afuera “que mantiene una aparente distancia con Castillo y Cerrón”, pero los hechos lo desmienten ya que ha logrado que uno de sus secuaces sea nombrado nada menos que ministro de Defensa con el claro objetivo de intentar controlar mediante el al ejército, como se pudo escuchar en un audio difundido meses atrás. Además de ello, es innegable que la intensidad y el odio al liberalismo económico como a la democracia representativa también los une; aquel factor que los demócratas liberales continúan subestimando como elemento de fondo que dio forma al actual sistema de conflictos peruano. Hace unos años atrás se comentaba de cómo el antaurismo o “radicalismo reservista” iba difundiendo pacientemente una narrativa potente para el combate político por distritos, provincias y regiones a pesar del encarcelamiento de su mentor. La retórica sacó lustre a las “contradicciones” mientras las arengas fueron absorbidas por mentes juveniles y veteranas en revancha por una “Asamblea Constituyente auténticamente etnopatriótica”. De estos esfuerzos se verá mucho más en los próximos meses… y años si es necesario. Por lo pronto, la intención de ubicar a Antauro como un “verdadero luchador contra la corrupción” dará mucho trabajo a quienes financian su campaña y asesores políticos. ¿Les resultará la desquiciada idea de querer fusilar a todos los que llama como “presidelincuentes” y no con Castillo - a quien defiende - que ha demostrado ser el peor de todos? No hay que olvidar cómo los fabricados caudillos “salvadores anticorrupción”, intentan instrumentalizar a la población contra un sistema político hipertenso e incapaz de autorregenerarse. Lo cierto es que apartando las tradicionales bufonadas de su cabecilla, no subyace a los discursos del antaurismo una verdadera prédica democrática ni de “combate anticorrupción”. Mucho menos una prédica “libertaria” como señalan sus auspiciadores. Cero. Solo la ingenuidad o el temerario cálculo político pueden considerar sus bravuconadas de esa forma. Hay que repetirlo: el antaurismo encarna un peligroso planteamiento que incuba el odio y los conflictos extremos y proviolentos. No se conforma con el factor “clasista” de lucha de clases marxista, además cruza destornillado vía el factor “etnocultural” hacia la lucha de razas, en un país tan mezclado racialmente como el Perú. Ello es letal. Sazonando e incitando los instintos sociales básicos para la polarización política, aparece además la xenofobia como arma política y electoral, amenazando por ejemplo, con fusilar a los venezolanos, que cual plaga de langostas arribaron al Perú desde los tiempos de Kuczysnki quien les abrió las puertas de par en par, los cuales - hay que reconocer - se han convertido en un grave problema de seguridad ciudadana, ya que ‘gracias’ a ellos se ha multiplicado la delincuencia en las calles a niveles nunca vistos, pero de allí a fusilarlos en masa como propone Antauro, es algo absurdo. No han sido menores los efectos que estas disparatadas narrativas han tenido dentro de la famosa conflictividad social en los últimos veinte años (aparte de las que se montaron contra el “modelo económico” y la Constitución que lo contiene). En esencia eso es el etnocacerismo peruano con su mezcla anacrónica de nacionalismo étnico y de una impuesta colectivización absoluta de las decisiones y de los resultados en todos los ámbitos. El totalitarismo y la violencia gradual y “popular”. No se trata así de simple radicalismo, sino de un extremismo puro y duro. De cierta forma los efectos de este tipo de proyectos de poder que se pretende implantar en el Perú han afectado a su vecino del sur. “Chile se salvó de caer en una turbia dinámica de desarticulación social e institucional que pudo haber conducido a una confrontación devastadora”, ha resaltado con razón el analista político chileno Sergio Muñoz Riveros de El Mercurio, a propósito del importante rechazo ciudadano el pasado 4 de septiembre al afán refundacional de la extrema izquierda vía una “nueva” Constitución producto del griterío populista y el vandalismo terrorista. Si en el Perú, a punta de insistencia, prospera ese discurso dosificado además por el compás de la violencia, el país irá de una pretendida y falsa “refundación” constituyente a hundirse en el abismo aún más de lo que ya está. A todo ello, hay que agregar que ese criminal no se ha arrepentido en ningún momento de la muerte de cuatro policías que el ocasiono durante su asonada del 2005, y con el mayor desparpajo afirma: “Nos sentimos muy orgullosos de lo que hicimos en Andahuaylas” lo cual a todas luces constituye una apología al delito por lo que merece ser denunciado y volver a la cárcel del cual nunca debió haber salido vivo como Abimael. Asimismo, amenaza una y otra vez al Congreso con asaltarlo violentamente “con miles de sus reservistas” si se aprueba el proyecto de ley impulsado por el congresista Carlos Anderson que impediría su postulación en el 2026. La propuesta que busca modificar la Ley Orgánica de Elecciones e incorporar el impedimento de postulación a la presidencia y vicepresidencia a los sentenciados por el delito de homicidio. Además, se suscribe que también aplicaría para las personas que hayan sido rehabilitadas. Ahí entraría a tallar el caso de Antauro, quien como podéis suponer se encuentra desesperado ante esa posibilidad: “He convocado a una gran marcha nacional y patriótica para conminar a los parlamentarios a ‘derogar esa ley antinacional’ que bloquearía mis intenciones de llegar al Ejecutivo” ladro rabiosamente en uno de sus recientes mítines a una masa ignorante y resentida en el interior del país. “Hago la [convocaría] a todos los reservistas, licenciados de las Fuerzas Armadas del Perú, a aunarse a una gran marcha hacia Lima, de ser necesario para cerrar el Congreso y conminarlos a derogar esa ley antinacional, de impedir la presidencia de la República a un representante de ustedes. Porque yo solamente soy un átomo encima de la gran ola del pueblo peruano que se quiere emanciparse desde hace 500 años, en un nuevo Pachacutec. Yo solo soy una molécula de todos ustedes. Ustedes son yo, y yo ustedes”, dijo Humala en su insania. No cabe duda alguna que a este anormal la droga le ha fundido el cerebro, pero no por ello deja de ser peligroso ya que en su lastimosa condición de enfermo terminal nada tiene que perder y es capaz de cometer otra de sus locuras para intentar salirse con la suya. Si alguien no lo detiene antes de un disparo, días terribles le esperan al Perú :(
El totalitarismo no es novedad en la historia de la humanidad. Lo define con exactitud el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588- 1679) en su obra “Leviatán”, donde describe magistralmente un Estado dentro del cual la vida individual está incorporada casi por completo. La voluntad del individuo se concentra en el soberano que gobierna al monstruo colectivo por derecho divino. Eso precisamente se repitió en la banda terrorista marxista- leninista-maoísta-mariateguista Sendero Luminoso creada por el genocida Abimael Guzmán Reynoso, que como detallamos en capítulos anteriores, en la práctica, era quien disponía de la vida de sus seguidores, en su mayoría jóvenes universitarios, campesinos e ilusos obreros que cayeron en las redes del siniestro “pensamiento Gonzalo”. Aquellos que se enrolaron en las huestes asesinas de Sendero sellaron un compromiso de sangre similar al gansteril código “Omerta” que imponía la mafia siciliana en la década de 1920 a sus integrantes, quienes antes de delatar a los miembros y “capos” de la criminal organización se vieron muchas veces obligados a asesinar a sus propios familiares o entregar sus vidas. Los terroristas de Sendero consagraban su existencia al “Partido” desde el instante que eran captados por las satánicas prédicas y promesas de Guzmán y los miembros de su cúpula, según reveló en marzo de 1992 Jairo Ramírez el primer arrepentido que fue acogido por el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE). Este sujeto proporcionó valiosa información que hizo posible la desactivación de numerosas “células” senderistas que operaban en los valles del Ene, Apurímac, Mantaro y alturas de Huancavelica y Apurímac. “Los errores se pagaban con la muerte. Yo deserté porque no cumplí con dar muerte a un juez que se dirigía a Ucayali y al cual por orden directa de Abimael Guzmán debía liquidar cuando se detuviese a almorzar en el camino. No lo hice porque al acercarme al tambo donde se encontraba comiendo me encontré con un amigo de la infancia al que no veía hacía muchos años desde que salimos de la escuela. El destino hizo que nos reencontrásemos, él era policía y estaba encargado de la seguridad del magistrado y yo un sicario de Sendero, confesó el arrepentido al coronel EP (r) Alberto Pinto Cárdenas, entonces jefe del SIE y a su equipo de analistas. “Me acerqué, lo abracé y le dije que era senderista y que tenía el encargo de asesinar al juez. Sorprendido escucho mis palabras sin abrir la boca. Le pedí que siguieran su camino, ya que no podía asesinar a mi primer amigo de la infancia. Así le salvé la vida, pero quien manejaba la moto en la que llegué al lugar donde debía cumplir el encargo del “presidente Gonzalo” me delató y fui encerrado en una choza a la espera de ser sometido a un juicio popular”, contó. Indicó que como a lo largo de su trayectoria de más de cinco años había aniquilado con éxito a más de treinta opositores a Sendero, la cúpula demoró en decidir mi suerte. Al cabo de casi un mes, una joven con la que convivía lo liberó y logró escapar. Jairo se presentó una madrugada en el cuartel de los “sinchis” en Mazamari y se autodelató como “combatiente del Ejército Guerrillero Popular”. Inicialmente fue objeto de burla por parte del personal policial de dicha unidad especializada. Nadie concebía racional que un sedicioso se entregase tan fácilmente, pero cuando ofreció información y evidencias de pertenecer a la horda genocida fue traído a Lima e internado en el SIE. Ello dio lugar a una fuerte discusión entre el coronel EP (r) Pinto Cárdenas y el ex comandante general del Ejército Nicolás Hermoza Ríos. Este último sostenía que se trataba de un peligroso elemento que ponía en riesgo las instalaciones del Pentagonito. Jairo Ramírez fue evaluado por estrategas del SIE, conducido al desaparecido Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) donde Vladimiro Montesinos y su equipo de analistas estudiaron su perfil psicológico y luego volvió al Cuartel General del Ejército. A las pocas semanas se le permitió que se reencontrase con sus padres y hermanos en un hotel de Miraflores y regresó a las instalaciones del SIE convirtiéndose en uno de los mejores informantes en la guerra antisubversiva. “Muchos temían cometer errores, sabían que sus vidas ya no les pertenecían, eran de Sendero, es decir de Abimael Guzmán, el ‘guía supremo” con quien nadie se atrevía a discutir. El ‘presidente Gonzalo’ actuaba como un soberano de la época medioeval”, señaló Jairo. Sin lugar a dudas, las palabras de Guzmán eran ley y miles siguieron sin replicar sus órdenes hasta la muerte. “La sangre nos fortalece y si es el baño que nos han hecho las fuerzas reaccionarias, la sangre está corriendo, no nos hace daño, por el contrario nos fortalece”, afirmaba el sátrapa. Posteriores revelaciones de senderistas arrepentidos pusieron al descubierto que muchas veces asesinaron a sus familiares antes que desacatar las consignas de los cabecillas. Tenían que salvarse, sus vidas ya no les pertenecían, según fuentes del SIE. Sin embargo, el “pensamiento Gonzalo”, con toda la capacidad dialéctica que puede contener, no consiguió superar los avatares de la guerra causados por la precariedad de los medios bélicos con que contaba el autodenominado “Ejército Guerrillero Popular” y sobre todo por la equivoca preparación de los vándalos que lo integraban ya que se trataban simplemente una gavilla de asesinos fanatizados y enviados como carne de cañón para enfrentar a las FF.AA. por lo que no tenían ninguna posibilidad de salir airosos , a criterio de diversos estrategas militares. Ello dio lugar a que en más de una ocasión surgieran discrepancias en torno a la actitud “filosófica” de Guzmán como conductor militar, originándose sangrientas purgas y numerosas deserciones. Senderistas arrepentidos revelaron posteriormente a analistas del SIE que la extrema crueldad con que se actuó por orden del “presidente Gonzalo” generó el rechazo de un sector de combatientes que fueron eliminados a los pocos días luego de que los jerarcas de Sendero advirtieran: “están con el Partido o contra el Partido”. Narraron que la barbarie que desataron, especialmente en agravio de miles de humildes campesinos, creó temor e inseguridad entre los propios seguidores de Abimael Guzmán. Así, cuando en una ocasión fracasó el asalto al centro penitenciario de Jaén (Cajamarca), donde se hallaban recluidos elementos de un pelotón subversivo formado por Osmán Morote Barrionuevo (a) “Nicolás” y asimismo, cuando abortó la liberación de unos terroristas internados en el Hospital Nacional de Huamanga, Abimael Guzmán puso en la mira a quienes había asignado a ejecutar dichas acciones delictivas. Como si fuera un emperador romano, no titubeó en bajarle el dedo a quienes dirigían el “Comité Regional de Cajamarca” y luego al de Ayacucho, respectivamente. Todos fueron acusados de complotar contra la dirección del “Partido” y fundamentalmente contra el “presidente Gonzalo”. Como consecuencia, se produjo una purga de cabecillas que afectó a la totalidad de la organización terrorista. Luego de dos meses se reorganizaron ambos comités bajo las directivas y planteamientos de Osmán Morote Barrionuevo y Margot Liendo, que se concretaron en la “Conferencia Nacional” de marzo de 1986. Se denominaba así a reuniones periódicas convocadas por el “Comité Central” para dar solución a problemas de relativa importancia que no podían ser solucionados por los “Comités Regionales”. Esos cónclaves a los que asistían Abimael Guzmán y su cúpula criminal se dieron en diciembre de 1979, junio de 1982, septiembre de 1983 y octubre de 1986. Llegó un momento en que solo Guzmán, emulando las normas impuestas en la etapa virreinal por los españoles, podía autorizar a sus seguidores entablar una relación de pareja. Todos, incluso los cabecillas y miembros de su cúpula estaban obligados a pedir su autorización y consentimiento. A tal extremo llegó su tiranía que obligó a los campesinos casados y convivientes a someterse a un ritual que denominó “procedimiento para la celebración de matrimonios ante el Partido”. El citado ceremonial era oficiado por el “mando” senderista de la zona vestido con un poncho en el que destacaban la hoz y el martillo bordados con hilo rojo. La unión conforme a las leyes del “Nuevo Estado” se iniciaba cuando el representante del “presidente Gonzalo” daba lectura a un manuscrito que a la letra señalaba: “los aquí presentes estamos reunidos para celebrar la ceremonia de matrimonio de (….) ante el Partido” A continuación daba lectura a reflexiones señaladas en la obra “Escritos Económicos” de Karl Marx y Friedrich Engels (1884) , cuyas teorías encubren una pasión por la justicia y hermandad que tiene sus raíces en los profetas hebreos. Habitualmente a los contrayentes se les leía: “Marx nos enseñó la relación entre un hombre y una mujer es más directa y estrictamente humana, constituye una relación social, Cuando quienes contraen esa relación son comunistas o revolucionarios esa unión debe coadyuvar a la brega que ambos realizan por la revolución”. Y añadía; “hoy que vivimos en el III Momento de la sociedad peruana contemporánea y que nuestro pueblo se levanta en armas bajo la dirección del Partido Comunista Peruano que transforma la sociedad a través de la guerra popular del campo a la ciudad los camaradas (…) han decidido contraer matrimonio para que su unión sirva al desarrollo de nuestra revolución. En nombre del nuevo Estado que representa la nueva sociedad y ante los testigos camaradas (…) los declaro marido y mujer para que se apoyen, ayuden y asistan y sirvan más a la revolución”. De esta manera, se comprometían de por vida tanto a Abimael como al “Partido”. A ese grado llego su fanatismo criminal. Ahora llegaba el tiempo de pasar a la acción. (Próximo capítulo: Ayacucho, tierra de los muertos) :(